La crisis alimentaria anunciada por científicos en el año 2007 se ha convertido en una emergencia humanitaria en el 2021. Se fueron gestando una economía desequilibrada, elevados precios de alimentos, falta de servicios básicos como el agua, servicios sanitarios, trayendo como consecuencia una hiperinflación de 3713%, un salario mínimo que cubre 0,88% de la canasta alimentaria, 97% de inseguridad alimentaria, 15% de desnutrición aguda y 30% de baja talla en menores de 5 años y la movilización de 4,6 millones venezolanos. Este trabajo analiza las percepciones sobre una crisis alimentaria en Venezuela, factores asociados y estrategias para mejorarla desde la mirada de profesionales de la alimentación y nutrición en el año 2007. Se seleccionó intencionalmente 51 profesionales, de los cuales 10 sujetos respondieron una entrevista confidencial y electrónica. La categorización y análisis de las entrevistas se complementó con referencias de otros autores, para la construcción de la teoría. La mayoría de los entrevistados admitió una crisis alimentaria en el 2007, con factores asociados de índole político, económico, de servicios y hasta moral. Como recomendaciones surge: “reorientar las políticas agrícolas, pecuarias, de educación, trabajo y remuneración entre otras, relacionadas directa e indirectamente con el sector de los alimentos, para lograr abastecer los mercados y permitir que los alimentos puedan llegar a la población”. Esta aproximación de la crisis alimentaria permitió comprender cómo la crisis se exacerbó hasta convertirse en una emergencia humanitaria agravada por la pandemia. Se ha perdido toda una generación de venezolanos por enfermedad, muerte, oportunidades y migraciones. An Venez Nutr 2020; 33(2): 154-160.
Palabras clave: Política nutricional, seguridad alimentaria y nutricional, asistencia alimentaria, Venezuela, declaración de emergencia.
The food crisis announced by scientists in 2007 has become a humanitarian emergency in 2021. An unbalanced economy, high food prices, lack of basic services such as water, sanitation, were brewing, resulting in a hyperinflation of 3713%, a minimum wage that covers 0.88% of the food basket, 97% of the population with food insecurity, 15% of acute malnutrition and 30% of stunting in children under 5 y. and the migration of 4.6 million Venezuelans. This manuscript analyzes the perceptions of a food crisis in Venezuela, associated factors and strategies to improve it from the perspective of food and nutrition professionals in 2007. Fifty-one professionals were intentionally selected, of which 10 subjects answered a confidential and electronic interview. The categorization and analysis of the interviews was complemented with references from other authors, for the construction of the theory. Most of those interviewed admitted a food crisis in 2007, with associated factors of a political, economic, essential utilities and even moral nature. As recommendations arise: “reorient agricultural, livestock, education, work and remuneration policies, among others, directly and indirectly related to the food sector, in order to supply markets and allow food to reach the population.” This approach to the food crisis made it possible to understand how the crisis exacerbated into a humanitarian emergency aggravated by the pandemic. A whole generation of Venezuelans has been lost to illness, death, opportunities, and migration. An Venez Nutr 2020; 33(2): 154-160.
Key words: Nutrition policy, food and nutrition security, food assistance, Venezuela, declaration of emergency.
Correspondencia: Jennifer Bernal, jenniferbernalrivas@gmail.com
Este manuscrito fue escrito en el año 2007, cuando aún la crisis en Venezuela apenas se asomaba. En ese momento, ni la autora, ni quienes contribuyeron a la construcción de este escrito, se imaginaron que lo que se vislumbraba como una crisis, se convertiría en la peor de las emergencias humanitarias del siglo, sin precedentes en la región de América Latina. La información actualizada permite al lector identificar la agudización de la crisis alimentaria, hasta convertirse en una emergencia humanitaria compleja en el año 2020.
Desde el año 2007, la crisis alimentaria había tomado las calles con protestas por los precios de los alimentos, como consecuencia del aumento en el costo de los alimentos en 83% en el mundo entero, siendo los cereales tradicionales como el trigo, arroz, maíz y la soya los más afectados con incrementos mayores al 100%, dando como resultado que millones de personas se enfrentaran a la inseguridad alimentaria, hambre y pobreza (1). Las consecuencias de los elevados precios de alimentos en el deterioro de la seguridad alimentaria y las consecuencias para la nutrición y la salud van desde síntomas no visibles como la disminución de las reservas de micronutrientes y la inmunidad hasta el aumento de la mortalidad temprana en los niños (Figura 1) (2). En Venezuela, la crisis alimentaria se ha agudizado debido a factores políticos, sociales y económicos, que han afectado la cadena agroalimentaria y la seguridad alimentaria de toda la población, desde la producción, el abastecimiento de insumos, el acceso, el consumo y el aprovechamiento biológico de los alimentos. Para el año 2020, Venezuela es el cuarto país que enfrenta una de las peores crisis alimentarias del mundo (3). La inseguridad alimentaria moderada y severa vinculada al hambre afecta a 9,3 millones (32,6%) y la inseguridad alimentaria marginal o leve alcanza a 17 millones de personas (60%), en total 92% de la población tiene problemas con el acceso y consumo de alimentos (3). De acuerdo con los datos de la Encuesta ENCOVI 2020, durante la pandemia solo 3% de la población tendría seguridad alimentaria plena, es decir que el 97% de la población vive con algún nivel de inseguridad alimentaria (4). Esta situación inestable en el tiempo ha provocado la movilización de más de 4,6 millones de venezolanos desde el año 2016, hacia destinos como Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Argentina, España y Estados Unidos (5). Con la migración, los problemas no se resuelven. Un reciente estudio señala que 38% de los migrantes venezolanos han experimentado xenofobia, 57% se encuentra en trámites migratorios para lograr su inserción en el mercado laboral y 15% ha tenido dificultades para alimentarse en el último mes (6).
En Venezuela, la disponibilidad de energía para el año 2008 se ubicó en 118%, indicativo de suficiencia plena, la procedencia de las calorías/persona/día eran de origen importado en 45,5% (7). Estas cifras ya revelaban la vulnerabilidad y dependencia alimentaria por alimentos importados, por lo que situaciones inestables de los principales suplidores podían afectar las disponibilidades calóricas del venezolano. De acuerdo con los datos de ENCOVI para el año 2020, se muestra una disponibilidad de calorías de 2006 calorías y el porcentaje del requerimiento de proteínas es 35% del total requerido (4), lo cual es indicativo de una deficiencia crítica. La inflación acumulada al mes de mayo de 2007 se encontraba en 12,4% (8), lo que se consideraba elevado. Para el año 2021, la hiperinflación venezolana viene ocupando el primer lugar en el mundo durante más de 6 años, con cifras de 3713% y una canasta alimentaria dolarizada que llegó a 250 US$, aun cuando el salario mínimo cubre el 0,88% de esta canasta (9).
Este trabajo analiza las percepciones sobre una crisis alimentaria en el año 2007 en Venezuela, factores asociados y estrategias para mejorarla desde la mirada de profesionales de la alimentación y nutrición. El manuscrito se considera vigente y de carácter histórico dadas las condiciones de empeoramiento de la situación alimentaria, nutricional y social en Venezuela, la cual los profesionales entrevistados la predijeron hace más de una década.
Para obtener las percepciones de profesionales sobre la crisis alimentaria, se seleccionó intencionalmente, a 51 personas con experiencia en el campo de la alimentación y nutrición vinculados al área científica, gubernamental e industria de alimentos. Se realizaron tres preguntas abiertas, enviadas y posteriormente recibidas por vía electrónica. Las preguntas fueron las siguientes:
Se destacó en la comunicación personal que las respuestas serían confidenciales y para fines exclusivamente académicos. Se proporcionó 5 días para la recepción de las respuestas. Los comentarios fueron categorizados de acuerdo con la presencia de la crisis alimentaria, los factores asociados y las potenciales estrategias para mejorar y superar la crisis según la perspectiva de los profesionales participantes. Las entrevistas de esta manera fueron analizadas y sintetizadas en el presente manuscrito. Los participantes al enviar sus respuestas sabían que serían utilizadas para fines académicos y publicables.
Los profesionales tenían las siguientes ocupaciones: profesores de las tres escuelas de nutrición del país (Universidad Central de Venezuela, Universidad de Los Andes y Universidad del Zulia), profesores de las maestrías y doctorado en nutrición y en ciencias de los alimentos de la Universidad Simón Bolívar, profesionales y asesores de instituciones gubernamentales, no gubernamentales e industriales en Venezuela y profesionales radicados en España, Estados Unidos, México y Puerto Rico vinculados al área y al país.
Se presentan los resultados de extractos de las entrevistas que se categorizaron como parte de la teoría emergente. De los 51 profesionales a los que se envío el formato, respondieron 10 personas (19,6%), otros 2 sujetos (3,92%) dijeron que lo enviarían, pero no se recibió su respuesta, mientras que un sujeto (1,96%) no podía responder en el lapso solicitado.
De los sujetos que respondieron, 90% señaló que existe crisis alimentaria, aunque muchos admiten que es una consecuencia de la crisis mundial de alimentos. Algunos de los comentarios fueron:
“Si, creo que existe y no sólo es algo coyuntural y de la actualidad, esto es una consecuencia que se viene presentando a nivel mundial y Venezuela no escapa de esto”, “se viene arrastrando si se quiere desde el siglo pasado como consecuencia de políticas agrarias inciertas y el desmantelamiento gota a gota de los sistemas de producción…”.
“Si, si bien el problema de suministro de alimentos es mundial, en Venezuela desde hace más de 15 años no se ha implementado una política de producción de alimentos seria, acorde a los requerimientos del creciente mercado”.
“A pesar de que, en Venezuela desde hace algún tiempo, se ha venido aplicando una serie de medidas para evitar entrar en una crisis alimentaria. Sin embargo, aún existe escasez o desabastecimiento como una manifestación del desajuste en el sistema alimentario”.
“Desde mi punto de vista, se puede decir que en Venezuela durante varias décadas y en forma discontinua, la población padeció escasez de ciertos rubros “aislados o definidos” de alimentos, ocasionado en cada momento por múltiples razones (desestímulos por control de precios, importaciones con bajos aranceles, devaluación de la moneda nacional, aumento en la tasa de desempleo, control de cambio, problemas climáticos, “Caracazo”, golpe 4 febrero, etc.). Sin embargo, nunca se había notado una crisis en el sector de alimentos tan profunda y en la cual se vieran afectados tantos rubros en un periodo de tiempo tan corto, acentuándose principalmente durante los últimos 4 años” (refiriéndose al periodo comprendido entre los años 2003 y 2007).
El único entrevistado que rechazó la presencia de crisis alimentaria, más bien considera el fenómeno permanente, él mismo enfatizó: “No, en el país, los problemas son crónicos y por eso son predecibles, características que difieren de lo que se entiende por crisis”.
Según los entrevistados, las causas de la crisis alimentaria se vinculan entre sí, las cuales poseen un componente económico subyacente. Algunos comentarios se detallan a continuación:
Los profesionales con experiencia en políticas de alimentación y nutrición señalan las siguientes estrategias para mejorar la crisis alimentaria en Venezuela señaladas son:
3.1. El diseño de un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición. “Redoblar los esfuerzos para coordinar un plan nacional de alimentación coherente y sustentable en el tiempo y que sea capaz de satisfacer las necesidades alimentarias de la población, no sólo en términos de cantidad, sino que promueva la variedad de la dieta, que evite las dietas monótonas y contribuya a disminuir el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles…Ello puede lograrse coordinando de manera articulada y planificada, los esfuerzos de producción de rubros donde se puedan alcanzar rendimientos sustanciales y la complementación con importaciones selectivas”.
3.2. Mejoras en la equidad, el ingreso y acceso a los alimentos. La “distribución lo más justa posible de los alimentos y sueldos, educación nutricional acorde al ciclo vital del individuo, a través de talleres en escuelas o en la comunidad que ayude a preparar mejor los alimentos disponibles, etc”. “La canasta alimentaria debe llegar a todos los hogares…”.
3.3. La educación alimentaria y nutricional para enfrentar la crisis. “Implementar políticas y programas para orientar a la población a formar buenos hábitos. Realizar campañas masivas a través de programas y talleres de educación nutricional, dirigidos por profesionales en el área”. Otra entrevistada lo ha observado cuando realiza las compras: “Los venezolanos han aprendido a sustituir alimentos; a comprarlos en el mercado negro, a visitar varios automercados o a ir todos los días al automercado porque el día que hay un producto, no hay el otro”.
3.4. Un sistema estadístico oportuno y confiable. “Poder contar con cifras serias y honestas. ¿Cómo podría diseñarse una política de asistencia, si está subestimada la cifras de quienes requieren realmente de la ayuda? Se retiene información importante y encima, bajo mecanismos metodológicos que orientan las tendencias poblacionales, para expresar que la malnutrición ha descendido en Venezuela”.
Desde aquel año 2007, ya se decía que de no tomarse medidas a corto plazo podrían presentarse consecuencias devastadoras en la seguridad alimentaria y nutricional de la población. La crisis alimentaria que ya vivían los venezolanos se exacerbó durante la pandemia. Si bien la crisis afecta al mundo entero, a un país como Venezuela que desde hace casi dos décadas ya venía enfrentando una crisis alimentaria sin precedentes, la convirtió en la cuarta peor emergencia alimentaria del mundo.
Algunos permanentemente han tenido crisis alimentaria, otros por primera vez la viven de cerca. Para algunos, no hay escasez de alimentos, pero hay dificultad para satisfacer preferencias alimentarias. La crisis podría traer como repercusión alteraciones en las preferencias, hábitos, estilos de vida y en el estado nutricional de la población venezolana. Sin embargo, una experta en el área señaló: “no puedo perder la oportunidad de decir que, aunque falten alimentos, o haya crisis, lo que lamentablemente nunca falta en el país es la cerveza y los venezolanos han encontrado la manera de que con crisis alimentaria y todo, el aumento de peso es obvio en todas las clases sociales; especialmente en la de más bajos recursos”. Esta realidad para el venezolano cambio, siendo las bebidas alcohólicas como la sangría (9,4 US$), el anís (9,9 US$) y por ultimo la cerveza (25 US$ por caja) los más apetecidos por el consumidor, con precios dolarizados para el mes de diciembre de 2020 (9). Alimentos básicos como la leche, el yogurt y la carne son inexistentes para la más reciente generación de venezolanos.
Es necesario crear espacios de discusión entre políticos, científicos de la nutrición pública y la sociedad civil organizada para establecer mecanismos para hacer frente a la crisis alimentaria. Estos espacios en la actualidad resultan muy difíciles de alcanzar, debido a la ruptura en los canales de diálogo entre el gobierno y los científicos de la alimentación y la nutrición. La falta de información y veracidad, el ocultamiento de los datos y la ausencia de valores son los principales obstáculos para el restablecimiento de una adecuada comunicación.
La sociedad civil ha tenido un rol protagónico en el manejo de la crisis. Sifontes, al referirse a la participación comunitaria en salud y nutrición señala que ha cambiado sustancialmente, lo que le confiere al individuo y a las comunidades un rol verdaderamente protagónico, siendo la adopción de este modelo el reto más importante que deberán enfrentar los gobiernos en lo inmediato (10). Hoy en día, lo que se hace urgente es la conjunción de la sociedad civil, el sector académico y el apoyo internacional para hacer frente a la emergencia humanitaria. Desde el año 2019, la población espera ansiosa la apertura de los canales humanitarios para que entre la ayuda que más de un 90% de la población venezolana necesita.
Se hace inminente en el corto plazo (año 2007) “reorientar todas las políticas agrícolas, pecuarias, de educación, trabajo y remuneración entre otras, relacionadas directa e indirectamente con el sector de los alimentos, para lograr abastecer los mercados y permitir que los alimentos puedan llegar a la población”. Hoy en día, adicionalmente, es necesario el rescate de las políticas económicas. Muy necesario es la discusión sobre la necesidad de revalorizar la moneda nacional o la dolarización de la economía, con la creación de políticas sociales para la protección para los más vulnerables. Adicionalmente, la reinserción de los niños y jóvenes en el sistema educativo resulta clave para el rescate de las nuevas generaciones. Un atrayente, sin duda alguna, son los programas de alimentación escolar que permitirían garantizar la asistencia y evitar la deserción escolar.
Uno de los principales programas gubernamentales era el Mercal que en 2007 garantizaba alimentos a costos, hasta 40% más bajos. Sin embargo, éste debe ajustarse a los principios de economía, transparencia, honestidad, eficiencia, igualdad, competencia y publicidad que deben regir todos los procedimientos licitatorios, para que el riesgo y la incertidumbre económica disminuya y, consecuentemente, los costos de transacción de los competidores y de las pequeñas y medianas empresas productoras de alimentos sean menores (11). Inmediatamente se necesita de la protección de los más vulnerables, con la distribución y subsidio directo de alimentos, transferencias de efectivo y la aplicación de programas de nutrición.
En tiempos de emergencia humanitaria, la prioridad es evitar el mayor incremento de la morbi-mortalidad debido a la desnutrición aguda, incrementada en 73% durante el año 2020, así como la enfrentar la baja talla en los menores de 5 años que alcanzó el 30%, siendo equiparable a prevalencias reportadas por países africanos (12). Una estrategia fundamental es el mantenimiento de la lactancia materna durante el mayor tiempo posible, que garantizará el mejor alimento y amor que todo menor necesita. Otras estrategias de suplementación con micronutrientes y educativas resultan valiosas y oportunas.
La situación actual sirve como recordatorio de la fragilidad del equilibrio entre el suministro mundial de alimentos y las necesidades de los habitantes del mundo (13). Tal como señaló uno de los entrevistados: “Lo único que se puede asegurar en el caso venezolano es que podemos producir más y podemos exportar más”. Esta aseveración, en tiempos de pandemia, con la inflación más elevada del mundo, la inseguridad jurídica y personal y la infraestructura débil del país resulta el mayor de los retos.
A los profesionales que gentilmente brindaron su conocimiento y tiempo para realizar las entrevistas. A los organizadores y conferencistas del “Curso de Ampliación sobre Investigación e Innovación Tecnológica en la Ciencia de la Nutrición” dictado en mayo, 2008 en la Universidad Central de Venezuela y al equipo de la red de Malnutrición en Iberoamérica, quienes brindaron ideas para el presente manuscrito.
Recibido: 30-12-2020
Aceptado: 20-12-2021