Joaquin Cravioto, médico, pediatra, sanitarista, bioquímico y psicólogo, domina la escena internacional de la nutrición de gran parte del siglo XX. Silenciosamente, como tratando de pasar desapercibido, habla y escribe sin descanso, con un dominio de las ciencias tan amplio, que apenas se le escapa tema sobre el cual no fuera capaz de asombrar al auditorio. Eso era lo que caracterizaba la vida profesional de Cravioto: su inmensa y densa capacidad de responder los más intrincados interrogantes relativas a la nutrición. Por eso fue maestro por excelencia y sus clases un prodigio de enciclopédico saber.
En el campo internacional el enseñar fue su primera experiencia como subdirector del INCAP, responsable de la docencia en la década de los 60. Pronto organizó un curso de Nutrición en Salud Pública, de tres meses, para profesionales de América Latina (de hecho hubo estudiantes de todo el mundo). Fue tal vez el curso corto más exitoso que hubo en el INCAP y que nadie se atrevió a repetirlo en ningún país. Fueron varios años de docencia, para la cual Cravioto estaba especialmente dotado.
La primera vez que traté a J. Cravioto fue en el año 1956, en México. Estaba Joaquín en el Hospital Infantil, con su maestro Federico Gómez y dos compañeros más, jóvenes también, eran Ramos Galván y Silvestre Frenk. Allí aprendí que la desnutrición era una forma global de hambre, como una casa con grietas por doquier, a punto de caerse y que tanto da que la grieta sea vertical, oblicua u horizontal, el derrumbe es total. En esa época se trataba a nivel internacional de diferenciar distintas formas de la desnutrición sea por deficiencia de proteínas, o calorías y se hablaba del síndrome pluricarencial; había cierta confusión terminológica, así como de su etiología más o menos específica. México, es decir Gómez y sus alumnos, entre ellos Joaquín Cravioto, tenían una visión más global del problema.
Aprendí también de él la clasificación de la desnutrición de Gómez, basada en el peso para la edad. Esa clasificación se adoptó en México sólo para fines de pronóstico a nivel hospitalario. Fuimos Bengoa, Jelliffe y Pérez, los que en 1959 propusimos utilizar dicha clasificación en los estudios de campo(1). Las críticas habidas después por haber divulgado esta clasificación para estudios comunitarios, no pueden dirigirse a Gómez y colaboradores, sino a nosotros. Para edades tempranas de la vida sigue siendo útil.
Más tarde tuve el placer de visitar México, cuando J. Cravioto andaba con sus estudios de campo. En cierta ocasión visitamos una comunidad donde el calor era sofocante y el polvo hacía irrespirable el aire caliente; de pronto Joaquín me pregunta: Bengoa, ¿Te gusta estar aquí? Mira, Joaquín, a mi no me gusta nada estar aquí, pero estaré muy contento de haber estado. Ese día bebimos cerveza y cantamos rancheras Nunca olvidó Joaquín esta anécdota.
Cravioto fue contratado por la FAO, poco después, y entre otras tareas tuvo a su cargo la elaboración de los planes de operaciones para los Programas de Nutrición Aplicada, que se habían iniciado conjuntamente por la FAO, la OMS y la UNICEF. La iniciativa había partido de esta última organización, pero en los años 60 se precisaba la aprobación técnica de la FAO y/o OMS para ejecutar los proyectos, aún cuando, fuerza es reconocerlo, la UNICEF contaba con excelentes funcionarios para elaborar los planes de operaciones de los proyectos.
Los programas de Nutrición Aplicada consistían en una acción coordinada de los servicios de salud, de educación y agricultura, a nivel local para producir los alimentos que servirían para los programas de alimentación suplementaria de grupos vulnerables (o vulnerados ya). La filosofía era impecable, ya que se trataba de que la propia comunidad local se viera involucrada en producir los alimentos necesarios para los más necesitados. la UNICEF suministraba todos los utensilios necesarios: picos, palas, alambres, para las cercas, incubadoras de aves, transporte, etc, más los costos de educación a la comunidad.
Con Joaquín Cravioto, de la FAO, coincidí: yo como funcionario de la OMS, en varios proyectos. Recuerdo los de Puno y Manizales entre otros. Joaquín fue más optimista que yo en estos proyectos, que siempre los consideré muy complejos, principalmente, por dificultades de la coordinación de tantas instituciones involucradas. En el nordeste del Brasil, por ejemplo, fue necesario coordinar 6 instituciones a nivel local, 8 a nivel regional (el Nordeste) y 6 a nivel central. Misión imposible.
Pronto adquirió Joaquín renombre internacional, formando parte del grupo Asesor de Proteínas de las Naciones Unidas, incluso como Presidente. Este grupo, conocido internacionalmente con su sigla en inglés como PAG (Protein Advlsory Group) se creó en 1955 por la OMS, justo a los pocos meses de mi llegada a Ginebra. la idea central de este grupo era la de asesorar a los organismos internacionales (OMS, FAO y UNICEF) acerca de la inocuidad, digestibilidad, aceptabilidad, etc, de las mezclas que se venían elaborando en distintos países para disponer de "nuevas fuentes de proteínas, no convencionales para tratar y prevenir las formas graves de malnutrición proteínica-.(kwashiorkor). En algunos países, por ejemplo, se estaban ensayando mezclas con harina de pescado, cuya posible toxicidad y tolerancia en los niños se desconocían. la Incaparina, que elaboró originalmente el INCAP en Guatemala, contenía harina de algodón, por lo cual los investigadores de dicha institución (Bressani, Arroyave, Scrimschaw, Behar, etc) tuvieron que realizar innumerables ensayos de aceptabilidad, antes de poner la mezcla en el mercado.
Pero en los años 60 - 70 se comenzó a pensar que en el cuadro de la desnutrición proteínica, el déficit de calorías jugaba igualmente papel importante. Cravioto, como parte del PAG, junto con los demás miembros, consideró que había llegado la hora de que este Grupo Asesor de Proteínas se transformara en un Grupo Asesor de Energía y Proteínas, grupo que al cabo de pocos años se disolvió.
Pero la figura de Joaquín Cravioto destacó internacionalmente sobre todo, por sus trabajos sobre desnutrición y desarrollo mental. Tal vez no fue el primero en desarrollar la idea, pero fue sin duda, uno de los más destacados, a nivel mundial. Los principales trabajos sobre este tema publicados por Joaquín Cravioto fueron de 1965 a 1975, aunque siguió publicando posteriormente algunos trabajos más, últimamente en colaboración con su hija, Patricia.
Contrariamente a lo que mucha gente cree, Cravioto no estableció una relación causal directa entre desnutrición y disminución de la capacidad mental, sino que señaló claramente la compleja urdimbre del medio cultural-social en que el niño desnutrido se desenvuelve.
En uno de sus últimos trabajos(2) en colaboración con Patricia, dice claramente: "En virtud de que la desnutrición del niño no se presenta en el vacío, sino que es el final de un proceso ecológico, de un estilo de vida, que tiene como característica primordial la preindustrialización representada como una aplicación deficiente del conocimiento y tecnología modernos cuyo resultado es la desventaja económica social, es fácil entender que la interpretación del papel que pueda jugar en la producción de trastornos del aprendizaje se complica debido a la presencia de muchas variables que son capaces en sí mismas de producir estos trastornos y que en combinaciones múltiples se encuentran en el macro y microambiente de los grupos sociales que tienen las frecuencias más altas de desnutrición.
Resumiendo se puede afirmar que Joaquín Cravioto por su polifacética formación, su don de gentes, sus asombrosas dotes docentes, su intuición investigadora y su acendrado amor a los niños, ha sido seguramente, como especialista de nutrición, uno de los más completos y relumbrantes ejemplos del siglo XX.