Este estudio tuvo como objetivo analizar la influencia del género y la percepción de la imagen corporal en las conductas alimentarias de riesgo asociadas con los trastornos de la conducta alimentaria en adolescentes del primero y segundo año de educación media y diversificada en ocho instituciones educativas públicas del Municipio Libertador estado Mérida Venezuela, seleccionadas de forma intencional. Se realizó un estudio de campo, descriptivo, en el cual participaron 421 adolescentes, 56.5% varones y 43.5 % hembras, el promedio de edad para los varones fue 15.75 ± 1.05 años y para las hembras 15.80 ±1.07 años. Para la recolección de los datos de imagen corporal se diseñó y se validó un instrumento donde el participante seleccionó entre cuatro alternativas la opción que más representaba su condición para el momento. El 57,5%, se percibió normal, 30.6% como delgados; y el 11,9% con sobrepeso. No se reportó percepción de imagen corporal obesa. La imagen corporal normal y delgada fueron percibidas entre los adolescentes con una frecuencia más alta en los varones (32,5%), mientras que la percepción de la imagen con sobrepeso fue más frecuente en las hembras (7,4%). El registro de la conducta alimentaria se realizó a través de un cuestionario diseñado y validado por expertos constituidos por nutricionistas, sociólogos y psicólogos clínicos en el que solicitó al entrevistado reportar la conducta alimentaria practicada para el control del peso en los últimos seis meses. Los hallazgos permiten confirmar que las mujeres cuya percepción de su imagen se caracteriza por el exceso, presentan mayor riesgo asociado con los trastornos de la conducta alimentaria (9,586 F=2 p=0,008) (12,622 F=5 p=0,027). An Venez Nutr 2008;21 (2): 85-90.
Palabras clave: Imagen corporal, conducta alimentaria, adolescente.
The object of this study was to analyze the influence of gender and body image perception in risk eating conducts associated with the upheavals of eating disorders in adolescents of first and second year of highschool in eight public institutions of the Municipio Libertador in Merida Venezuela, They were selected in an intentional form. A descriptive field, was performed, in which 421 adolescents participated, 56, 5% men and 43,5% females, the average of age for the 15,75 men was ± 1,05 years and for 15,80 females ±1.07 years. For the gathering of the corporal Image data, an instrument was designed and validated, In this the participant chose between four alternatives the option that represented more his/her condition at the moment, 57.5%, perceived themselves as normal, 30.6%, as thin; and 11.9% with overweight. The perception of obese corporal image was not reported. The normal and thin body image were perceived among the adolescents with a higher frequency in men 32.5%, whereas the perception of the image with overweight was more frequent in the females (7.4%). The registry of eating disorders was done through a questionnaire designed and validated by a group of experts constituted by dietitians, sociologists and clinical psychologists in which the interviewed was asked in person to report the eating conduct practiced for the control of weight during the previous six months. The findings allow us to confirm that women whose perception of their image is characterized by the excess present major risks associated with the upheavals of the eating disorders (9,586 F=2 p=0,008 (12,622 F=5 p=0,027). An Venez Nutr 2008;21 (2): 85-90.
Key words: Body image, eating disorders, adolescent.
Actualmente los adolescentes manifiestan afinidad hacia una determinada estética impuesta por la sociedad contemporánea, esto hace que los más jóvenes presenten una preocupación excesiva por su cuerpo y lleven a cabo conductas de riesgo que pueden conducir al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaría (TCA), (1) que son patologías en las que precisamente los patrones de la ingesta de alimentos se ven severamente distorsionados. Bajo este rubro The American Psychiatric Association (2) ha considerado dos categorías diagnóstica: la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, cuyas fuerzas motivacionales son el miedo a la obesidad y el deseo de estar delgado; en ambas formas se presenta una distorsión en la percepción de la imagen y el peso corporal.
Al revisar la bibliografía se aprecia con claridad que la mayor parte de las investigaciones de los TCA se han llevado a cabo en adolescentes debido, a que son grupos de riesgo. Estas patologías han aumentado en países occidentales industrializados en los últimos decenios (0,5% a 1%), produciéndose la gran mayoría de ellos en mujeres de nivel socioeconómico medio o alto, con una edad promedio de inicio en el 85% de los casos, entre 13 y 20 años (3-5). Demostrándose que las conductas alimentarias de riesgo relacionadas con los TCA pueden causar desnutrición, deficiencias de micronutrientes, como calcio, hierro y potasio, y provocan alteraciones fisiológicas como osteoporosis, anemia e hipocalemia. Además en la mujer adulta estas alteraciones se han asociado con consecuencias negativas durante el embarazo que incluye altas tasas de aborto, bajo peso del recién nacido complicaciones obstétricas y depresión (6).
En cuanto a la prevalencia de los TCA en Venezuela, se reporta un estudio realizado en sujetos masculinos y femeninos en etapa de adolescencia en la ciudad de Maracaibo-Venezuela, en el cual, los resultados sugieren que los trastornos de la conducta alimentaria son entidades validas para la población de adolescentes venezolanos (7).
Es importante destacar que, la percepción que la persona tiene de su propia imagen corporal está considerada entre los principales factores que condicionaría en parte las conductas alimentarias de riesgo (8,9).
Los adolescentes con características de desórdenes alimentarios pueden terminar realizando conductas alimentarías de control de peso perjudiciales tales como; ayunos, reducción drástica de calorías, inducción del vómito, uso de diuréticos y laxantes, así como el uso de medicamentos para quitar el apetito, con consecuencias graves en la velocidad de crecimiento y retardo en la maduración (10).
La preocupación por la imagen corporal en los adolescentes se ha convertido en un problema de salud pública. Sentirse obesa, preocupación por el peso, son factores de riesgo para el desarrollo de TCA (11).
Investigaciones de los patrones y actitudes alimentarías realizadas en diferentes países latinoamericanos ponen de manifiesto que los adolescentes latinos presentan algunas conductas relacionadas con el cuerpo y el tipo de dieta, muy semejantes a los que se observan en los países industrializados, como es el caso de Estados Unidos donde los TCA tienen alta incidencia y constituyen un problema de salud pública (12).
Es por ello que el objetivo de este estudio fue analizar la influencia del género y la percepción de la imagen corporal en las conductas alimentarias de riesgo relacionadas con los TCA en adolescentes del primero y segundo año de educación media y diversificada de la ciudad de Mérida estado Mérida, Venezuela.
De un total de 865 adolescentes, se seleccionó una muestra por conglomerados (13) de 421 adolescentes, (56.5% hombres y 43.5% mujeres), cursantes del Primero y segundo año de educación media y diversificada de ocho Instituciones educativas públicas seleccionadas de forma intencional, localizadas en el casco central del Municipio Libertador del estado Mérida Venezuela, las cuales representaron el 53,3% del total de 15 instituciones de educación básica localizadas en el Municipio Libertador del estado Mérida. Los criterios de selección de los participantes se realizaron en función de la manifestación voluntaria y espontánea de los mismos, así como, de la cooperación del personal docente de cada institución con los fines de permitir recopilar la información en los salones de clases en horario de actividades docentes.
Se elaboró una encuesta de autoregistro validada por expertos, especialistas en nutrición, sociología, y psicología clínica. Los mismos, realizaron una apreciación cualitativa de acuerdo a cada uno de los criterios contentivos en el instrumento, lo que incluyó: claridad en la redacción de los ítems, pertinencia de la variable con los indicadores, relevancia del contenido y factibilidad de aplicación.
Para su validación se entregó a cada uno de los expertos una carpeta que contenía los objetivos de la investigación y el instrumento para validación del mismo. Se aplicó el coeficiente de proporción de rango (CPR), el cual permite calcular la validez del contenido de cada item, la validez del contenido de todo el instrumento y el nivel de concordancia entre jueces que validarán la prueba. (13-14) Las respuestas obtenidas se sometieron al análisis cuantitativo obteniéndose una proporción de 0,9632 la cual indica que el instrumento presenta una excelente validez y concordancia.
Para determinar la confiabilidad, se utilizó el coeficiente Alpha Crombach, el cual requiere una sola aplicación del instrumento y produce valores entre 0 y 1, este es un coeficiente que se utiliza para instrumentos con escalas múltiples de intereses, es decir, cuando los aspectos del instrumento se presentan en una escala de varias opciones como fue utilizado en la presente investigación. El coeficiente Alpha Crombach obtenido fue de 0,922627, lo que determinó que existe una correlación alta entre los ítems, esto significó que el instrumento podía ser aplicado a la muestra seleccionada con un alto grado de confiabilidad.
La encuesta se diseñó para la recopilación de información sociodemográfica, de percepción de Imagen Corporal, y de conducta alimentaria.
Para evaluar la percepción de la Imagen corporal se solicitó al participante seleccionar una opción entre cuatro alternativas (delgado, normal, sobrepeso, y obeso) (15) y que la misma fuese la más representativa de su condición para el momento de la solicitud.
Para el registro de la conducta alimentaria se solicitó al participante seleccionar entre un listado de diferentes prácticas de control de peso, la aplicación o no de algunas de ellas en los últimos seis meses.
En el estudio participaron 421 adolescentes, 56.5% (n=238) varones y 43.5 % hembras (n=183), con un rango de edad entre 14 y 18 años. El promedio de edad para los varones fue 15.75 ± 1.05 años y para las hembras 15.80 ±1.07 años. Los participantes entre 15 y 17 años representaron el 82.8% de la población. En relación a la percepción de la imagen corporal y su relación con el género se observó que el 57,5% se percibió normal, el 30,6% como delgados y el 11,9% manifiestan presentar sobrepeso. No se reportó percepción de imagen corporal obesa en ninguno de los adolescentes entrevistados. La percepción de imagen corporal normal y delgada fueron más frecuentes en los varones, 32,5%, mientras que la percepción caracterizada por el exceso, se registró en un porcentaje más alto en las hembras (7,4%). La prueba de Chi2, permite señalar que existe una asociación estadísticamente significativa entre las variables, Percepción de la imagen corporal y el género. (Pearson Chi-square 9,586 F=2 p=0,008) (Cuadro 1).
Al relacionar las conductas alimentarias y la percepción de la imagen corporal se determinó que el 56,3% (n=237) de los encuestados manifestaron no haber practicado ninguno de los métodos expuestos en el cuestionario, mientras que 43,7% (n= 184), informaron haber puesto en práctica por lo menos una de las conductas alimentarias para el control del peso. De los 184 (86 masculinos y 98 femenino) que reportaron haber realizado prácticas en el control del peso para mejorar su imagen corporal, el 38,6% informaron haber practicado ejercicio o deporte, conducta esta preferida mas por los varones (n=40). Por otra parte, un porcentaje importante de los encuestados reportaron el uso de la reducción de calorías (27,2%), recurso usado preferentemente por la hembras, de igual forma la incorporación de mayor consumo de frutas y vegetales a la dieta. Se reporta además entre los hallazgos, un 10,9% de los participantes que manifiestan haber tomado medicamentos para perder apetito (5,4%), vomitar (2,2%) y el uso de laxante y diuréticos (3,3%) destacándose que las participantes del sexo femenino tienen una mayor tendencia al uso de estas últimas cuatro prácticas que los varones.
Con respecto, a las conductas alimentarias y la percepción de la imagen corporal, no se reportan diferencias estadísticamente significativas entre las referidas variables. Sin embargo, se pueden observar diferencias descriptivas, entre las que destacan por ejemplo; aquellos que se perciben como delgados, realizan alguna práctica deportiva, reducen calorías, e incorporan mayor cantidad de frutas. Por su parte, los adolescentes cuya percepción se caracteriza por el exceso, aplican entre sus alternativas la reducción de calorías, mientras que otros que se perciben de igual forma, apelan a prácticas más radicales y perjudiciales para la salud, como son el uso de medicamento y el vómito, etc. (Cuadro 2).
En relación a las conductas alimentarias de riesgo y el género, existe una asociación estadísticamente significativa, las participantes femeninas manifestaron la práctica de métodos más radicales como son: tomar medicamentos para perder apetito, uso de laxante y vomitar. De igual manera, tienen una mayor tendencia por la reducción y control de calorías, mientras que el ejercicio o deporte se reportó en un porcentaje más elevado en los adolescentes del sexo masculino. (Pearson Chi-square 12,622 F=5 p=0,027) (Cuadro 3).
Haber encontrado un porcentaje de participantes con percepción de imagen corporal de delgados y otros con sobrepeso, supone la existencia de factores condicionantes hacia el desarrollo de conductas alimentarias a riesgo de trastornos de la alimentación. Así mismo, los hallazgos permitieron confirmar las prácticas o conductas alimentarias a riesgo en la población de adolescentes estudiada. Es significativo destacar, que aún cuando los resultados obtenidos no son concluyentes de un diagnóstico de trastornos alimentarios, si son indicativos de la presencia de ciertos síntomas de éstos, tales como; el uso de medicamento para perder apetito, laxantes, diuréticos, etc.
Las referidas conductas alimentarias de riesgo, constituye un verdadero peligro para la salud de aquellos que ignoran las graves complicaciones que pueden generarse como consecuencia de la práctica de métodos de control de peso. En un estudio realizado en mujeres adultas mejicanas se determinó que existe una alta correlación entre el Índice de Masa Corporal (IMC) y la percepción de la imagen corporal, esto significa que estas mujeres perciben su problema de sobrepeso u obesidad de manera bastante realista lo cual las ha llevado a tomar decisiones erróneas, que las induce a incurrir en conductas alimentarias de riesgo (16). En el caso específico venezolano aumenta el riesgo, en virtud de que, por razones socioculturales muchas de las decisiones que se toman no cuentan con la orientación de un especialista haciendo uso de la automedicación de manera irracional. La presencia real de estos trastornos en nuestra población es un indicador directo de la necesidad de implementar estrategias preventivas en la población a fin de detectar la propagación y la instauración de estos trastornos en los adolescentes (7).
Diversas investigaciones reportan que las mujeres poseen actitudes más negativas hacia la imagen corporal que los hombres, tal y como se demuestra en el presente estudio, donde el género femenino reportó un porcentaje de imagen corporal con sobrepeso más alto al registrado por los varones. Los temores a subir de peso y ser obeso, son las razones que motivan las conductas alimentarias de riesgo (10,16). Por otra parte, la mujer es más susceptible a la información relacionada con el ideal de belleza divulgado en los medios de comunicación.
La mayor parte de las investigaciones de los trastornos de la conducta alimentaria se han realizado en adolescentes, ya que son grupos de riesgo y por otra parte, a que la aparición de los TCA ocurre con mayor frecuencia entre los 12 y 15 años de edad. La edad promedio de los entrevistados en el estudio presentó un rango similar a otros estudios publicados, lo que sugiere que el factor edad se constituye en un dato importante para la elaboración de programas dirigidos a prevenir las distorsiones relacionadas con la percepción de la imagen corporal, por considerar que es una edad crítica desde el punto de vista biológico, psicológico entre otros (17-20).
Estudios en mujeres adolescentes confirman que la percepción de la imagen corporal y la insatisfacción con la misma, están relacionadas con las conductas alimentarias asociadas a los trastornos de la alimentación (21). De igual forma, se encontró que éstas mujeres sobreestiman su tamaño corporal reportando con mayor frecuencia percepciones de la imagen corporal caracterizadas por el exceso, lo cual conlleva a una mayor insatisfacción (22).
Igualmente investigaciones realizadas en preadolescentes y adolescentes, han documentado la presencia de conductas alimentarias de riesgo y problemas en la percepción de la imagen corporal particularmente en el género femenino, ya que a las mujeres se les invita y se les recuerda constantemente “el poder que posee la apariencia física y el valor de la delgadez” (11), y que el comer poco es más femenino (23-25).
Diversos estudios, han identificado las consecuencias ocasionadas por trastornos en las conductas alimentarias de riesgo como la desnutrición, la deficiencia de micro nutrientes (calcio, hierro y potasio), lo que puede provocar alteraciones fisiológicas tales como osteoporosis, anemia e hipocalemia (12,14).
La percepción de la imagen corporal actualmente, ha tenido mucha importancia en la sociedad y más aún por la cultura de la delgadez, en la que se ha adoptado una imagen delgada como figura ideal con las mujeres como principales protagonistas. En el presente estudio se evidencia con claridad este fenómeno, ya que la percepción de la propia imagen está ligada con conductas alimentarias de riesgo, entre las que resaltan, hacer modificaciones y restricciones alimentarias, usos de laxantes, diuréticos, practicar ejercicios y deporte entre otros.
De igual manera, el que un sujeto se perciba con sobrepeso u obeso también redunda significativamente en la insatisfacción con su imagen corporal y se confirma la preferencia por una figura más delgada. Estos datos son interesantes ya que la literatura ha demostrado que el sentimiento negativo por la imagen corporal es un antecedente importante en la aparición de conductas alimentarias de riesgo (9).
Los resultados que evidencian la percepción de imagen corporal de sobrepeso son de interés desde el punto de vista de la salud pública por considerar, no solo el hecho de favorecer la aparición de enfermedades crónicas degenerativas, si no por la relación que existe entre el sobrepeso con los trastornos alimentarios (11).
Los hallazgos del presente estudio, ya que si bien no son suficientes para diagnosticar trastorno alimentario, si demuestran la presencia de algunos síntomas de éstos (incidencia de percepción de sobrepeso y delgadez, y conductas alimentarias de riesgo, tales como, el uso de medicamento para perder apetito, laxantes, vomitar etc.), demostrando que es común y muy frecuente en este grupo de la población. Además aunque los síntomas de forma aislada no pueden ser considerados un indicador de la presencia o existencia de la patología, de alguna manera señalan el grupo de adolescentes con riesgo de sufrirla y de ser una amenaza para su salud física y mental.
En virtud, de que el estudio solo analiza el aspecto de la imagen corporal percibida se recomienda a futuro dirigir las investigaciones para determinar la distorsión de la imagen corporal de acuerdo al IMC que se obtiene mediante las mediciones de peso y talla.
Las limitaciones encontradas se orientaron a que sólo se incluyeron adolescentes que asistían a las instituciones educativas públicas, lo cual no permitió establecer diferencias con los adolescentes que asisten a las instituciones privadas.
Uno de los principales aportes de esta investigación constituye el haber analizado la percepción de la imagen corporal y su relación con el género y las conductas alimentarias de riesgo relacionadas con los trastornos de la alimentación. Puesto que al no haber suficiente información en nuestro país relacionadas con el tema, permite seguir diseñando investigaciones en la población adolescente, que contribuyan a mejorar la calidad de vida y salud mental de este importante grupo poblacional tan vulnerable. Fundamentalmente, todas las acciones dirigidas en este grupo de población a riesgo de sufrir algún trastorno de la conducta alimentaria, deben tener como objetivo primordial la prevención, a través del esfuerzo mancomunado de los entes gubernamentales u oficiales, en la promulgación de políticas públicas que contribuyan a mejorar la influencia del contexto sociocultural, donde los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad.
Recibido: 24-03-2008
Aceptado: 28-10-2008