Síntesis

Significación social del hambre en América Latina

The social significance of hunger in Latinamerica

José María Bengoa1


  1. José María Bengoa. Hambre cuando hay pan para todos.Síntesis de los capítulos I, II y III. Caracas: Ex Libris, 2000

Solicitar copia a: José María Bengoa. fundacionbengoa@cantv.net

Significación social del hambre

Las actitudes del ser humano ante el hambre fisiológica van cambiando a través de su desarrollo biológico. Mujalli de Sivira señala que el hambre, ligada al origen de la vida y como parte de la lucha por la supervivencia, puede llegar a la agresividad y violencia: se mata por hambre; un animal mata a otro para sobrevivir. La misma autora destaca que el instinto del hambre se instala desde ante del nacimiento y que la relación madre niño en los primeros meses de vida más afectiva es por necesidad vital. A partir de los cuatro meses aproximadamente surgen los procesos de separación e individualización y surgen conflictos: en el momento del destete. La autonomía del niño surge con la marcha, con la capacidad de andar.

Más complejo aún es el análisis del término «hambre» en el área de los estudios sociales. Siempre ha existido un cierto prejuicio, sobre todo el área de la salud, en utilizar este término y se ha preferido emplear expresiones estrictamente médicas, como desnutrición, marasmo nutricional, caquexia nutricional, inanición, consumpción, entre otros, que reflejan estados patológicos de sujetos afectado por hambre, pero que no expresan la condición extrema de una población afectada de una rigurosa penuria alimentaria.

Al menos en América Latina el primero que se atrevió a llamar a la desnutrición social «hambre» fue Josué de Castro, autor brasileño que publicó varios libros como los títulos de geografía del hambre; geopolítica del hambre, el libro negro del hambre, y otros. El mismo diccionario de la R.A.E. acepta el término de «hambruna» para reflejar las condiciones extremas de penuria alimentaria de poblaciones. “Hambre o extrema» dice R.A.E, pero se olvida mencionar que la expresión debe referirse a poblaciones y no a individuos.

Socialmente hay necesidad pues de ajustar el término «hambre» a situaciones de penuria grave de alimentos en grupos de población e incluso de países o continentes.

El hambre social es un fenómeno tan complejo que solamente un enfoque ecológico puede permitir comprender el conjunto de factores involucrados en su aparición social. Por este motivo el número de disciplinas que están interesadas en este campo ha ido aumentando progresivamente. Durante los últimos 25 años hemos observado el interés que ha despertado el tema en el agrónomo, el economista, el sociólogo, el educador, el planificador y hasta en el político. Ello ha contribuido a ampliar enormemente el campo de la nutrición y por ello es difícil que una sola persona o disciplina cubra toda la gama de la problemática nutricional. Debido a esto, el trabajador en salud pública se ha visto obligado a extender la perspectiva y el enfoque de los problemas nutricionales.

En el pasado la atención estuvo centrada en las enfermedades carenciales específicas mientras la condición subyacente de la población - la desnutrición global crónica - fue considerada como característica normal de las comunidades, característica que no era digna de mucha atención o carecía de importancia. A medida que las enfermedades carenciales empezaron a ser menos prevalentes la atención fue cambiando y gradualmente se comprendió mejor el significado de ese estado general. Esta desnutrición crónica es el factor predisponente más importante de las formas graves tales como el Kwahiorkor y el marasmo nutricional, y es también el factor determinante del curso de muchas enfermedades infecciosas.

En la mayoría de los países en vías de desarrollo, dos, tres o cuatro productos básicos proporcionan de 60 a 80% de las calorías. La naturaleza de estos alimentos generalmente determina el tipo y la gravedad de la malnutrición en un país. No se puede dejar de insistir en que cuando un número limitado de alimentos proporciona la mayor cantidad de calorías, el valor nutritivo de estos alimentos es de importancia crucial.

La distinción es importante ya que el descenso de la tasa de mortalidad no significa necesariamente que los sobrevivientes estén bien. Si los factores sociales condicionantes permanecen sin modificar se debe esperar encontrar muchos niños desnutridos crónicos. Estos podrían ser esos niños entre 6 y 7 años, que están comenzando la escuela, y quienes debido a su desarrollo físico, parecen no tener más de 4 años. Estos niños, y aquí es donde está la tragedia, no son comparables en su conducta, ni en su psicología, ni en su capacidad para el aprendizaje a otros niños de su misma edad, pero tampoco son comparables a los niños de 4 años de edad. Son seres distintos, con sus propias características biológicas y de conducta y una organización inter-sensorial difícil de clasificar estrictamente dentro de un grupo de edad cronológico.

Naturalmente hay razones sociales y educacionales, tales como la escasez de escuelas y maestros y la necesidad de emplear a los niños en los trabajos agrícolas, pero también debería ser considerado el posible papel de otros factores relacionados con el desarrollo funcional del niño.

El efecto de la malnutrición sobre el rendimiento en el trabajo y la productividad es de gran importancia en toda la población, y no solamente en los grupos susceptibles a las formas graves. Las poblaciones que confrontan bajos consumos de alimentos pueden «adaptarse» a esta situación ya sea por una disminución en el tamaño y peso corporal o por disminución voluntaria en la actividad física o por cambios en la composición corporal a fin de disminuir la tasa del metabolismo basal, esta tiene sin embargo repercusiones en términos de la productividad, en los lugares donde el trabajo manual es la norma.

América Latina

El mito de los promedios

Existen como hemos visto, en los promedios nacionales diferencias de cierta consideración entre los países de América Latina. Pero sería una gran ingenuidad pensar que dichos promedios reflejan la situación social real. Hay cierta complacencia en algunos países en mostrar sus cifras de desarrollo como promedios nacionales y demostrar así el mejoramiento de los indicadores económicos, de educación, de salud, etc. Aunque la mejoría es evidente no se presta la debida atención al hecho de que dichos índices promedio enmascaran la realidad social en que viven las poblaciones. Los promedios nacionales pueden tener un valor en países de gran homogeneidad social, donde apenas existen diferencias en los índices de desarrollo entre unas clases y otras, pero en los países de América Latina, los promedios esconden la realidad. En Estocolmo en los años 1918-20 la mortalidad de los niños de 1 a 11 meses de edad era 8,5 veces, más alta en la población de más bajos recursos que en la social de mayores ingresos. La mortalidad fetal y neofetal era 2,5 más alta en la primera con relación a la segunda. Hoy en Estocolmo no hay diferencias en los índices señalados, entre las distintas clases sociales. ¿No es acaso este el mejor indicador del progreso de una nación?.

En América Latina no tenemos datos fehacientes sobre la mortalidad y otros índices en diversas clases sociales, pero las diferencias deben ser notables. Aún con cifras e índices relativamente elevados en el promedio nacional, se puede estimar que las clases marginales tiene índices dos, tres y más veces mayores que las clases de más altos recursos. Varios países en América Latina tienen hoy índices de mortalidad infantil entre 10 y 70 por mil nacidos vivos. No es aventurado afirmar que en esos promedios hay grupos sociales con índices de 5 a 10 por mil, y grupos marginales con índices de 150 a 200 por mil que constituyen diferencias extremamente grandes. En Venezuela por ejemplo, Evans Meza, encontró que la mortalidad infantil era tres veces mayor en un barrio popular de Caracas (Petare) que en una zona residencial (Chacao).

Es cierto que los cambios ocurridos en los últimos cincuenta años no se han debido al mejoramiento de las condiciones de vida (pobreza) sino más bien, a los avances tecnológicos de la medicina, sobre todo a las nuevas drogas (antibióticos), pero aun así el progreso alcanzado ha sido evidente. Las formas graves del síndrome pluricarencial (kwashiorkor) han disminuido de forma notable. Hace cincuenta años puedo recordar haber visto un hospital infantil en una isla del Caribe, donde había dos niños con kwashiorkor en cada cuna. Eso ha pasado a la historia.

El sustrato social Latinoamericano

Hoy en América Latina varios países tienen un desarrollo medio aceptable, con bolsones minoritarios de pobreza, mientras que en el resto de los países domina una pobreza estructural en la mayoría de la población, con apenas una minoría de clase afluente. Se pueden identificar como las áreas más deprimidas las del nordeste de Brasil; el altiplano andino y varios países centroamericanos y del caribe, áreas donde la desnutrición es todavía frecuente.

Según la CEPAL entre 1980 y 1990 el número de pobres se duplicó en América Latina, tendencia que ha continuado a lo largo de los noventa. En la mayoría de los países de la región el porcentaje de hogares pobres es más alto hoy que a los finales de los años setenta.

Es evidente la mayor vulnerabilidad de los pobres a las enfermedades, pero se da un hecho, aparentemente paradójico, y es que el aumento de la pobreza en América Latina, no ha correspondido un aumento de la desnutrición grave, sino lo contrario. No es fácil dar una explicación a esta paradójica situación. En primer lugar habría que señalar que tanto la pobreza como la desnutrición son términos un tanto indefinidos, y que para determinar sus limites se adoptan «puntos de corte» cuya gradación es fundamentalmente empírica. Por lo tanto solo en el ámbito experimental podría establecerse correlaciones más precisas. De hecho la pobreza estructural conduce a una deficiencia nutricional leve o moderada y son los factores precipitantes (infecciones, etc) los que son responsables de las formas graves. La pobreza ha aumentado en América Latina pero las infecciones han disminuido. Eso explicaría en parte lo que ocurre en la Región. No obstante habría que considerar también tanto la «adaptación social» como la «adaptación fisiológica», ante situaciones críticas del ser humano.

Son varios los mecanismos por los cuales la familia pobre se defiende para obtener la energía necesaria en épocas de crisis. Por lo general el instinto lleva a la familia pobre a seleccionar los alimentos de mayor rendimiento energético con el mínimo gasto. El cambio de estructura de la dieta es un mecanismo que la familia pobre realiza con gran habilidad. El deterioro biológico, y la desnutrición grave ocurren en casos de pobreza extrema y por lo general en casos de marginalidad social grave.

En el segundo mecanismo sería el de la «adaptación fisiológica» al subconsumo calórico, a través de una disminución del ritmo del crecimiento de los niños (talla baja); unida a una disminución de la actividad física, así como a cambios en la composición corporal.

La lucha contra la pobreza exige, obviamente, un enfoque integral socioeconómico, pero también una acción especifica de acuerdo a los distintos tipos de pobreza. Son muy distintas las características de la pobreza del anciano o del pensionado, o la de la joven mujer abandonada, madre prematuramente. Son pobrezas distintas que exigen acciones diferentes. Tampoco es igual la pobreza de una familia con el padre enfermo o la pobreza derivada de un número excesivo de hijos. Son muy variados los tipos de pobreza y variados deben ser los enfoques, sin menoscabo de una política global de empleo, salarios y seguridad social, trípode indispensable en la lucha contra la pobreza.

Junto a la pobreza económica subyace un problema educacional de enorme magnitud. El promedio de años de educación es en América Latina de 5,2. El 50% de los niños repiten el primer grado, y hay una tasa de repetidores de 30% en los grados siguientes. Un niño latinoamericano, según B. Klisberg, permanece siete años en la escuela, con los que concluye sólo cuatro grados.

Por ello, la prioridad en esta lucha contra el subdesarrollo en A.L. pasa por la necesidad de mejorar el nivel educativo de la población en especial una educación para el trabajo. La ausencia o la escasez de «cuadros medios» calificados en A.L. es unos de los factores que explican la situación actual. En ello están empeñados actualmente la CEPAL, la NNUU y los propios países. Si esta política se lleva a cabo con amplia cobertura, y por otro lado se logra estructurar la deuda externa, que ahoga actualmente a casi todos los países y se obtienen precios justos de los productos de exportación latinoamericana se habrá dado el gran salto que todos esperamos.

El hambre secular, que vienen afectando a una vasta zona de América Latina (no es la única) desde hace generaciones, transmitiéndose de padres a hijos, está agravada por la aparición de desastres naturales (terremotos, inundaciones, volcanes, etc ), que se repite cada cierto tiempo sin dar tiempo a su recuperación, y que hunden periódicamente a ingentes grupos humanos en la miseria.