“Mi primer día de clase en la Facultad de Medicina consistió en la disección de trozos de un cadáver. Nunca entendí bien por qué el comienzo de los estudios de medicina se hace en las salas de disección, frente a la muerte. Pero no ante una muerte de cuerpo entero, solemne, global, de un ser que poco antes estaba vivo, sino de una muerte a pedazos, en trozos de cadáver, de seres desgraciados que nadie reclamó. ..Parecería más lógico esperar que al joven que se inicia en una profesión por la cual ha sentido una vocación de amor, en los comienzos, se le hable de la vida…. Así debería ser la lección del primer día de clase.”Fragmento del discurso pronunciado por el Sr. D. José María Bengoa con motivo de su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Alicante.
Esas, como muchas otras, fueron palabras inspiradoras que leí hace muchos años en uno de tantos escritos del Dr. Bengoa que combustionaron mi formación. No imaginaba entonces que, con el tiempo, el ejercicio de la nutrición pública en contextos de emergencias y crisis humanitarias me llevaría a estar en contacto con tantos seres tan desgraciados como aquellos que mencionaba el Doctor, y por los que tan poco se reclama. He sido afortunada, sin embargo, con poder enriquecer mi quehacer profesional de nutricionista con la visión y las herramientas que me ha dejado el trabajo humanitario internacional, y con tantas lecciones de vida que podemos dar y recibir a través de él. A este trabajo humanitario en emergencias es al que quiero referirme y al que los quisiera convocar en este sincero homenaje a José María.
América Latina y el Caribe están expuestas a amenazas de desastres de todos los tipos: geológicas (volcanes, terremotos, tsunamis), climáticas (huracanes, tormentas, sequías, inundaciones, deslaves, heladas), geopolíticas (desplazamientos internos de población) y económicas (crisis políticas y económicas). Una tercera parte de la población en la región vive en zonas de alto riesgo a desastres naturales.
Si la exposición a amenazas de desastres fueran juegos olímpicos, América Latina ya hubiese sido acreedora de las siguientes medallas:
No todas las amenazas naturales se convierten en desastre. Una amenaza natural bien conocida, prevista y mitigada, no conducirá a un desastre jamás. Las amenazas, por lo tanto, las pone la naturaleza, pero la emergencia y el desastre van por cuenta de la humanidad. Esto explica cómo, en la misma época, un terremoto de intensidad similar fue devastador en Haití, pero en Chile ocasionó menores pérdidas. La ocurrencia de desastres naturales en la región se debe, en parte, a su alta exposición en términos geográficos a amenazas naturales, en parte a su baja capacidad de mitigación y de respuesta ante estos riesgos (susceptibilidad) y a su baja capacidad de recuperación o resiliencia. Alta exposición, alta susceptibilidad y baja resiliencia, es la combinación que detona nuestros riesgos.
Los países más expuestos de la región a desastres naturales son Haití, Guatemala, Nicaragua, Cuba, Brasil, México y Chile. Sin embargo, los últimos cuatro países (Cuba, Brasil, México y Chile) han instalado ya una alta capacidad de respuesta.
Como en el resto del mundo, los desastres que resultan de estas amenazas están en aumento, no sólo en frecuencia, sino en intensidad, número de afectados y pérdidas. Estas tendencias son claras en mostrar que iremos enfrentando cada vez más:
Entre estas tendencias, algunas mostrarán más influencia en la generación de crisis alimentarias no naturales: aumento en la demanda de tierras cultivables, desplazamiento de cultivos alimentarios por cultivos para biocombustibles, el aumento de la capacidad de consumo en los países de ingresos medios y la fuerte concentración de las exportaciones de los alimentos básicos entre solo una decena de países.
Los efectos de las emergencias súbitas sobre la alimentación y la nutrición se relacionan con la pérdida de la capacidad habitual que tiene la población de producir y distribuir alimentos, generar ingresos, tener acceso a recursos naturales y servicios (deterioro de la seguridad alimentaria), y a la alteración de las posibilidades de cuidado, de las condiciones sanitarias y de la prevalencia de enfermedades (deterioro de la nutrición). Las emergencias de instalación más lenta y continua (como el cambio climático, las sequías), producen más erosión de los medios de la población y, en el caso del cambio climático, los cambios en los cultivos alimentarios tradicionales, escasez de agua consumible, cambio en la distribución geográfica de los grupos humanos y la incidencia de enfermedades infecciosas.
A pesar de estos impactos, la desnutrición no es una consecuencia inevitable de las emergencias. De hecho, no todas las emergencias se vuelven crisis nutricionales. Un buen trabajo humanitario en alimentación y nutrición frente a las emergencias es esencial en este sentido.
Las crisis alimentarias y nutricionales como tipo particular de emergencia, se han reducido en frecuencia y magnitud gracias a la adecuada predicción de la desnutrición y de las mejoras en las respuestas humanitarias. Este tipo de emergencias, común en el siglo pasado en países como China, India y Bangladesh, han desaparecido y se han concentrado en regiones del África subsahariana por causas ambientales y políticas.
La alimentación y nutrición como sector técnico y ámbito de acción tienen un papel central y esencial en la prevención, mitigación y preparación frente a los riesgos de desastres y en la respuesta humanitaria una vez que estos ocurren. Este trabajo:
La respuesta humanitaria que se da actualmente a las emergencias en general (y a las crisis nutricionales en particular) se originó por los años 1940-1950 para el manejo de las hambrunas en Biafra y Etiopia.
En esos momentos, y por muchos años, las respuestas en alimentación y nutrición consistían principalmente en la distribución masiva e irracional de paquetes de alimentos, en la restitución de enseres domésticos y productivos y en el manejo terapéutico de la desnutrición aguda en centros especializados de rehabilitación nutricional (móviles o fijos, pero casi siempre fuera de la comunidad, foráneos, manejados por personal médico internacional).
Este tipo de ayuda se entregaba en especie e implicaba procesos logísticos tardíos, complejos, costosos y perjudiciales para la economía de poblaciones receptoras, poco participativos y de poco impacto en el fortalecimiento de las capacidades del personal local de salud y nutrición. Es decir, a las emergencias llegábamos tarde, con ayuda de afuera, costosa, difícil de distribuir y distribuida ineficientemente, sin dar el control y la responsabilidad a los propios afectados y sin dejar construida ninguna capacidad. El enfoque de trabajo en ese momento era asegurar la provisión de alimentos y salvar vidas.
Pronto se hizo evidente que este enfoque no era suficiente y que era imperativo poner en marcha respuestas más tempranas y oportunas que permitieran garantizar a la población afectada, no solo la seguridad alimentaria, sino la seguridad nutricional y que, especialmente, protegieran y preservaran los medios de vida de las familias para que éstas, por sí mismas se recuperaran y rehabilitaran económicamente. Este enfoque implica ver las necesidades de nutrición en una emergencia desde la perspectiva de los medios de vida para tener acceso a los alimentos, y no solo desde la perspectiva de la ayuda alimentaria.
Los principales avances sustantivos en esta evolución del trabajo humanitario en emergencias has sido:
Este cambio de enfoque ha sido consistente con reivindicar la noción de que el derecho a la alimentación en una emergencia, es más que el derecho a “ser alimentado” y que los gobiernos, la comunidad internacional y las organizaciones locales, estamos obligados a respetar, proteger y facilitar las condiciones propicias para que las personas afectadas se procuren por sí mismas la alimentación necesaria en forma autónoma, digna, libre y segura (seguridad de medios de vida).
A pesar de estos avances, se debe destacar que el trabajo humanitario en alimentación y nutrición en emergencias todavía enfrenta muchas debilidades. Estamos todavía reaccionando con lentitud e ineficiencia ante las alarmas de crisis, llegando tarde con lo que tenemos que hacer, evaluando en forma incompleta las vulnerabilidades y necesidades de las personas afectadas, integrándonos deficientemente con otros sectores y reconstruyendo las mismas vulnerabilidades de las personas asistidas al apoyarles a recuperar su situación de normalidad antes de los desastres.
Estas debilidades en el sector de alimentación y nutrición en el ámbito humanitario se relacionan, especialmente, con la falta de liderazgo de la que adolecemos como sector en el sistema humanitario en general, y con la falta de profesionalización del recurso humano en alimentación y nutrición para apoyar el trabajo humanitario en emergencias. Estas debilidades se están enfrentando en todas las regiones del mundo, pero América Latina muestra un especial rezago e intensidad particular en cuanto a:
Esto ha ocasionado la paradoja de ver que los profesionales que hacen nutrición en situaciones de emergencia, son generalistas con poco conocimiento de los fundamentos y marcos de trabajo en seguridad alimentaria y nutrición, y que los que profesionales en alimentación y nutrición no manejan los fundamentos, marcos de trabajo y competencias para la prevención, reducción y atención de riesgos de desastres.
Por su parte, las iniciativas de capacitación en nutrición y seguridad alimentaria en emergencias se han desarrollado con la debilidad de:
Que el vacío de profesionales en alimentación y nutrición en el sistema humanitario actual este siendo cubierto por profesionales de otras áreas, no solo es desacertado si se quieren tener respuestas humanitarias efectivas, sino que nos deja como sector en una situación de rezago muy desafortunada. Es por esto que el sector alimentación y nutrición tiene que fortalecerse en esta área, pero no abordándola como un sector o disciplina separada, sino como un cuerpo de conocimientos y competencias que debe integrarse en forma urgente a cada área de trabajo en la que nos estamos desempeñando.
Es necesario emprender con urgencia en América Latina iniciativas de capacitación que nos permitan:
Se ha querido compartir este tema en el homenaje al Dr. Bengoa con el ánimo de: