1 Centro de Investigación en Salud Pública Jacinto Convit. Facultad de Medicina. Universidad Central de Venezuela. Sanare, estado Lara.
Solicitar correspondencia a: Eva Mary Rodríguez de Briceño, e-mail: evamary@gmail.com
Hace 75 años, una hermosa población rural del centro occidente de Venezuela, Sanare, no soñaba siquiera con tener el milagro de contar con un médico que atendiese sus dolencias y enfermedades. Sin embargo, en 1938 se hace realidad la esperanza colectiva de los sanareños de recibir como un miembro más de su comunidad a un hombre, el Dr. José María Bengoa, quien sin siquiera sospecharlo en ese entonces se convertiría en una figura inolvidable para esa y las siguientes generaciones. Aún hoy se escuchan de sus vivencias, sus enseñanzas y su proceder de corazón, de quienes compartieron junto al Dr. Bengoa la época de su vida, que según él mismo hizo saber al pueblo de Sanare: “de toda mi vida profesional, de la que guardo mejor recuerdo es la época en que fui médico rural”.
Mucho hemos leído de la vida y obra del Dr. José María Bengoa y sus constantes referencias al pueblo de Sanare. Sin embargo, les puedo decir con gran convicción que sus escritos no le hacen justicia al profundo amor y el servicio desprendido que recibieron los habitantes de esa población, no solo durante sus años de médico rural, sino años más tarde cuando regresó a esa tierra que lo acogió con el mismo afecto que él les brindó. En sus relatos puede verse reflejado el sentido de pertenencia al pueblo de Sanare y cómo reflexionaba sobre los aspectos cotidianos de la vida pueblerina como un sanareño más. Frases como “Éramos un pueblo terminal, y la vida social exigía una mínima presencia… No llegábamos a tanto, pero teníamos nuestro estilo formal, muy reverencioso”, nos muestran una compenetración tal, que se expresa como lo habría hecho alguien nacido en esa tierra.
El Dr. Bengoa no sólo brindó afecto, no sólo cultivó amistad, no sólo sirvió a la comunidad, no sólo ayudó al necesitado, sino que además rescató decenas de sonrisas de niños tristes, agobiados por el flagelo de la desesperanza, la desnutrición y la indiferencia de una sociedad, que no se había detenido a mirarlos y brindarles una mano, una oportunidad, un camino. Aún hoy, después de 75 años, Sanare sigue sus ideas y luego de algunos tropiezos, no las ha abandonado manteniendo en funcionamiento un centro de recuperación nutricional, que hoy día complementa las acciones de nutrición en salud pública que el municipio ejecuta.
No obstante, hoy no deberían existir niños desnutridos, deberíamos tener una sociedad más justa y ese desarrollo vertiginoso de las últimas décadas debería haber alcanzado a las familias más pobres, más aisladas del progreso. Durante el tiempo transcurrido desde su estancia por Sanare hasta el presente, esos problemas de principio de siglo no deberían estar vigentes, sin embargo, hoy tal como en ese entonces, seguimos con patologías comunitarias cuyo origen común se encuentra en la pobreza y todos los aspectos derivados de ésta. Indicadores sociodemográficos muestran un panorama inquietante, donde 25,5% de la población de este municipio habita en ranchos, 21,9% no tienen cocina para la elaboración de los alimentos, persiste el analfabetismo (14,9%) y 50% de la población es pobre según las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), de los cuales cerca de la mitad están en situación de pobreza extrema (44%) (Censo INE, 2011).
Esta realidad debería ser visible para todos aquellos trabajadores de la salud que transitan profesionalmente en forma temporal o permanente por este u otro municipio, quienes quizá no detengan la mirada en las necesidades que son palpables fuera de las paredes de los establecimientos de salud, pero que son el origen de muchas de las patologías que allí se atienden. Esa sensibilidad y esa preocupación por el bienestar de la gente, permitió que el Dr. Bengoa pudiera iniciar una labor que pronto se convirtió en un modelo a seguir, conjugando esa visión de la realidad social de un pueblo con sus problemas de salud.
Estamos seguros que el Dr. Bengoa nunca olvidó a Sanare. Dio muestras durante toda su vida, de que Sanare siempre le acompañó en el corazón. Siempre que tuvo oportunidad, hizo público ese sentimiento y en la medida que pudo volver a esa tierra, lo hizo con sincera preocupación por sus problemas, trabajando aún desde tierras lejanas por esta comunidad. En junio de 1966 regresa en una corta visita para saber qué quedaba de “aquel Sanare apacible de los años 38-40 y qué cambios se habían efectuado en el transcurso de esos años”. En esa ocasión recoge información de diversas fuentes, se reúne con la comunidad, visita a las organizaciones gubernamentales del pueblo, percibiendo tristemente una vez más sus necesidades, pero a su vez apreciando sus grandes logros en materia de salud, vialidad y agricultura, a lo que concluye: …las autoridades no dejarán que se estanque o retroceda un pueblo que, gracias a la ayuda oficial, pero sobre todo - y esto le da un valor peculiargracias al esfuerzo de una comunidad consciente de sus propios problemas, ha realizado el “milagro de Sanare”.
En la actualidad, el Dr. Bengoa es considerado un Valor y Baluarte en Sanare, encontrándose en la Galería del municipio dedicado a todas las figuras prominentes que han marcado una huella profunda en la vida de esa población. Su trayectoria humanitaria ante todo, su dedicación, su entrega y por supuesto su legado científico, le hicieron merecedor del profundo agradecimiento de la población sanareña; quienes quisieron rendirle tributo en vida y lograron que su primer centro asistencial lleve su nombre, siendo bautizado el 18 de julio de 1992 (hace 21 años) como Hospital “Dr. José María Bengoa”, por decreto presidencial (G-1012) del 20 de abril de 1992.
Fue una ceremonia emotiva que conjugó en un mismo espacio a sus amigos de la época como Trino Yépez, Gerardo Escalona, entre otros, permitiendo el reencuentro de grandes amistades. El pueblo de Sanare quiso reiterar su afecto y acogerle como un hijo más de esa tierra, al otorgarle también en esa ocasión el título de Hijo Ilustre de Sanare. Esta distinción sabemos fue muy sentida por él, por lo que deseo reproducir sus palabras finales al recibir este homenaje, cuando con la sencillez que lo caracterizó siempre, expresó “Gracias pues, a todos ustedes por este gesto generoso e inmerecido. Este pergamino que recibo hoy, ocupará lugar preferente en mi casa, y algún día, un nieto o biznieto mío, mirándolo, podrá decir: eso se lo dieron a mi abuelo en un pueblo que lo quiso mucho y que él nunca olvidó”.
Esto fue reafirmado cuando a finales de 1992 regresa a Sanare a las I Jornadas de Nutrición en Atención Primaria en Salud, evento en el que participó activamente y en el que llevó la iniciativa de llevar a cabo un proyecto de nutrición en atención primaria en salud para esta comunidad. Además, en estas jornadas se generó la llamada “Declaración de Sanare”, donde se hicieron consideraciones sobre la situación socio-sanitaria de Sanare y recomendaron la creación de un Consejo Local Social (CON-LO-SOCIAL), que cooperara en la ejecución de los programas sociales, estableciera programas de información y educación en la comunidad, apoyara en el acondicionamiento de la infraestructura sanitaria, de atención a la madre y el niño, entre otros. Ahora bien, en consonancia con el título de esta ponencia, ¿Por qué la Universidad de Sanare?, vamos a remontarnos a 1938, cuando llega por vez primera el Dr. José María Bengoa a Sanare. Sabemos que su estancia durante casi tres años en Sanare, marcaron la vida profesional del Dr. Bengoa, le mostró una realidad que sólo con su don de gente y su mente sagaz e inquieta, convirtió en una preocupación y un accionar por el resto de sus días, que lo llevó a difundir una idea, una experiencia y una visión por todo el mundo. Al llegar a este pueblo y comprender su limitada capacidad para atender todas sus demandas y ejecutar acciones concretas en áreas consideradas imprescindibles, se valió de la experiencia adquirida cuando tuvo responsabilidades de organización de emergencias al frente de la Secretaría de Sanidad Militar del Gobierno Vasco y de diversas estrategias innovadoras, quizá como el mismo lo refirió “un poco revolucionarias, hasta un poco escandaloso”, para lograr prestar un servicio en apoyo al necesitado, al enfermo.
En este sentido, utilizó a las comadronas empíricas para la atención de los partos en comunidades lejanas a quienes entrenó; colaboró con los brujos y los curanderos a quienes igualmente entrenó en las medidas que debían implementar en patologías muy frecuentes en la zona como la disentería y la fiebre, con resultados muy positivos. Él se basó en el lema “es mejor morir por una equivocación que por abandono”, apoyándose en el servicio que podía recibir la comunidad de estas personas con un entrenamiento básico y que tenían “un interés en atender a los enfermos”, aun cuando sus órdenes incluían denunciarlos por ejercicio ilegal de la medicina.
Además, tuvo la oportunidad de organizar a la comunidad para trabajar en forma conjunta y resolver algunos problemas que la aquejaban. Al respecto, pocos días después de haber llegado a Sanare, sintió preocupación por un posible aumento en la población de mosquitos vectores de malaria y otras enfermedades, por la formación de una laguna debido a las abundantes lluvias de esos días en el caserío Palo Verde. A pesar de no tener conocimiento en ese entonces de la presencia o no de malaria y otras enfermedades metaxénicas en la zona, organizó a la comunidad para realizar el relleno de la misma sin esperar a que la División de Malariología tuviese que trasladarse al sitio para hacer el trabajo. Fue su primera experiencia de este tipo en Sanare, muy alentadora puesto que pudo reunir a más de trescientas personas dispuestas a trabajar, consiguiendo acabar el problema en sólo 48 horas. De esta experiencia, el Dr. Bengoa expresó: “Por eso, Sanare no lo olvido nunca, y de allí en adelante Sanare tuvo muchas iniciativas personales para resolver sus propios problemas, y no esperar al Estado, no esperar al gobierno central, para que les ayudara a resolver sus propios problemas”.
Son numerosas las anécdotas sobre sus acciones, las cuales una tras otra fueron hilvanando lo que le llevó a concretar sus ideas básicas de lo que debe ser la acción social del médico en una comunidad deprimida y como él expresó: “ejercer la profesión de médico en condiciones aceptables para la comunidad y altamente positiva para mi vocación profesional”. El Dr. Bengoa supo ver en la dificultad una oportunidad para hacer algo por aquellos que clamaban silenciosamente, con la tristeza en los ojos, por una vida mejor, por jugar sin sentir hambre, por sonreír de despreocupación por los problemas que le deben ser ajenos en su infancia. Es su percepción de la realidad de la desnutrición infantil en Sanare, lo que le hizo buscar ayuda en Barquisimeto y más tarde, ejecutar acciones localmente.
Se ha escrito mucho sobre el origen de los centros de recuperación nutricional, a lo que sólo debo agregar que Sanare tuvo el privilegio, no por la presencia del problema sino por recibir una alternativa para solucionarlo, de contar con el primer centro de recuperación nutricional, idea que luego él mismo difundió por todo el mundo cuando fue funcionario de la Organización Mundial de la Salud. Hizo de esta acción una oportunidad también para integrar y sensibilizar a otros miembros de la comunidad sobre esta situación. Así, tuvo la iniciativa de formar grupos con algunas damas de la localidad “que se aburrían un poco” quienes hacían visitas a los hogares para identificar casos graves de desnutrición y referirlos al dispensario.
Lo anterior es sólo parte de esas vivencias, quizá se ha sacrificado la riqueza de lo extenso de su experiencia en Sanare, pero vale destacarlas puesto que fueron contundentes en lo que sería después su accionar en el mundo entero y que brindan indicios de por qué consideró a Sanare como una universidad que lo formó integralmente. Cuando en la India, al concluir una conferencia en el “Indian Council of Medical Research”, le preguntaron en qué Universidad había adquirido los conocimientos sobre las responsabilidades sociales del médico rural, refiere: “…no titubeé en afirmar, con pleno conocimiento de lo que decía, y con cierta serena nostalgia, que en la “Universidad de Sanare”. En el Prólogo a la edición de 1980 del libro Medicina Social en el Medio Rural Venezolano afirma: “En rigor, fueron las vivencias de la realidad social de Sanare durante un período de casi tres años las que me proporcionaron los elementos para una interpretación del papel del médico en una vasta comunidad sin recursos y con enormes problemas de toda índole”.
Su estancia en aquel Sanare y sus reflexiones permanentes, que le hicieron cuestionar mucho de lo aprendido en su educación formal, le permitieron realizar una investigación que vendría a ratificar su percepción de la realidad de los problemas predominante de esa localidad, lo que terminó siendo su libro “Medicina Social en el Medio Rural Venezolano” publicado en 1940 en la Revista de Sanidad y Asistencia Social. En su cuarta edición expresa, “Aquí en Sanare escribí Medicina Social en el Medio Rural Venezolano y que la Fundación Cavendes ha querido reeditarlo de nuevo. Es la cuarta vez que este libro se publica, y que yo he considerado como mi trabajo preferido.
Desde su partida de Sanare en 1940, siempre tuvo un recuerdo, una palabra, una evocación del pasado lejano que le marcó y que le trazó un camino, que supo transitar como un gran hombre y al que le hizo honor con su vida y su dedicación al trabajo por los más necesitados, no sólo en Venezuela sino en el mundo entero. Por ello, siempre habrá un lugar especial en la memoria sanareña y un afecto sincero para quien siempre supo sembrar amor y amistad. Como expresó el Profesor Anselmo Castillo, Cronista del Municipio Andrés Eloy Blanco, el Dr. Bengoa “…muere creo que recordando a Sanare”. Sabemos que su estancia no sólo fue fructífera y satisfactoria desde el punto de vista profesional, sino que en lo personal también le fue una experiencia que le marcó profundamente, de vivencias intensas y aún en 1997 después de 59 años de su estancia en ese pueblo, recordaba “Fui feliz y me siento completamente identificado con el pueblo de Sanare” a lo que hoy reiteramos los sanareños una vez más “Sanare encontró un camino a la felicidad cuando usted nos regaló casi tres años de su vida y eso no lo hemos olvidado”.