Para Amaya, su compañera de siempre
1 Universidad Central de Venezuela, 2 Fundación Bengoa para la alimentación y nutrición
En el año 2010, en la Ciudad de Bilbao, entró el Dr. José María Bengoa al mundo de la trascendencia inmaterial. Estaba por cumplir 97 años. Allí contemplaba las verdes colinas de su ciudad natal (Figura 1), entrelazando sus visiones con la añoranza de su país de acogida, Venezuela (Figura 2). Me decía siempre que él era vasco y venezolano, venezolano y vasco, en igual medida. Esa ponderada partición del sentimiento entre dos realidades contrastantes, más que una atadura inmovilizante, fue elástico ligamento para la acción concertada de músculo y cerebro en pos del bienestar de sus conciudadanos.
Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir, decía Jorge Manrique. En mi opinión, más que un curso lineal, la vida de Bengoa parece desarrollarse como un conjunto de círculos concéntricos, ya que sin perder de vista el centro geométrico de la circunferencia, fue ampliando el diámetro de la esfera de sus influencias y, concomitantemente, la transcendencia de sus objetivos.
Muy pronto, tras recibirse de médico, estalla la Guerra Civil española y asume la organización del servicio de Sanidad Militar en el ejército vasco. Allí desarrolló sus dotes de organización y su don de mando.
El descalabro de las filas republicanas lo lleva al exilio en Francia, desde donde inicia su periplo hacia Venezuela. Con perseverancia logra colocarse como Médico Rural en la Población de Sanare, Estado Lara. Esta pintoresca población, en 1938, parecía vivir todavía en el Siglo XVII. Él siempre aprovechaba toda la ayuda que podía encontrar. En Sanare reclutó a los curanderos y comadronas y a un sacamuelas con quien visitaba los caseríos a caballo (Figura 3). En una entrevista señaló (1) que “…aprovechaba las visitas a los enfermos para conversar con los curanderos locales y con las comadronas empíricas. Éstas asistían los partos, por lo que me sirvieron de gran ayuda en la vacunación infantil. Algunos médicos criticaron mi actitud. Yo les intentaba convencer de que aquella gente no tenía otro recurso médico. En mi modesta opinión, es mucho mejor morir por equivocación que por abandono”.
En Sanare también habría podido el cineasta Luis Buñel rodar otro documental como aquel de 1927 titulado “Las Hurdes, tierra sin pan”. Bengoa señala que allí se encontró con niños gravemente desnutridos. Como escribí recientemente (2), “Bengoa entonces se centra en los niños. El bullicio del recreo que caracteriza a los recintos escolares no se escuchaba en Sanare. El hambre y la fatiga mantenían a los niños en un letargo sobrecogedor que los hacía permanecer sentados, en silencio, en las aceras al frente de la humilde escuela del pueblo. Cuando las lluvias acentuaron la incomunicación del pueblo, convirtió el sanatorio en un improvisado centro de recuperación nutricional para recluir allí, por ocho horas diarias, a los niños gravemente desnutridos a los que era necesario suministrarles 3 ó 4 comidas al día. Y los niños mejoraron enormemente. Como Newton con su manzana, esta observación marca el punto de inflexión en la carrera de Bengoa. El combate de la desnutrición signará para siempre su devenir profesional”. El giróscopo que habría de orientar su curso vital había encontrado el centro de su circunferencia. Su experiencia allí la recoge en su libro “Medicina social en el medio rural venezolano” que le sirve de pivote para alcanzar una nueva dimensión en su esfera.
Trasladado a Caracas, desde la Sección de Nutrición del Ministerio de Sanidad emprende un estudio socio-sanitario en la barriada popular “El Guarataro”. Este asentamiento humano seguramente era más populoso que Sanare. Bengoa descubre que en este barrio marginal (clases media y obrera) la ingesta de alimentos no aportaba suficientes calorías para satisfacer los requerimientos de los pobladores, la mitad de ellos no consumían carne y un tercio no tomaba leche aunque, de sus exiguos salarios, casi el 60% se iba en gastos de alimentación.
Los cambios políticos y sociales acontecidos en Venezuela, después del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, delinean nuevas oportunidades y amplían horizontes. En rápida sucesión, Bengoa se incorpora al Instituto pro-alimentación popular, que al poco tiempo da paso al Instituto Nacional de Nutrición (INN). No es de extrañar, entonces, que entre las iniciativas del nuevo ente estuvieran la creación de una red nacional de comedores escolares y populares, y que, por iniciativa de Bengoa, se añadiera un vaso de leche al almuerzo de los escolares. A decir de Ciro Alegría, connotado novelista peruano, el mundo es ancho y ajeno. Como los comuneros andinos de Rumi, Bengoa se nos fue a otra parte. No por desarraigo o persecución, como cuando salió de España, sino por acopio de méritos; para ampliar horizontes. En 1955 Bengoa llega a Ginebra, a la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se incorpora como Asesor Interregional de Nutrición. Su misión, asesorar a los países en vías de desarrollo en programas de nutrición. Inicialmente, revisa informes y estadísticas y percibe el divorcio que existía entre las actividades de nutrición y aquellas de salud pública. Los centros de atención pública en Asia y África carecían de programas nutricionales preventivos.
En 1956, durante un curso de nutrición en Marsella, patrocinado por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), dirigido a médicos franceses que trabajaban en las colonias del África, se le presenta la oportunidad de exponer sus ideas. En una ponencia titulada “Nutrición en Salud Pública” plantea la necesidad de organizar centros de atención nutricional, como aquel que había implementado en Sanare casi dos décadas atrás. La iniciativa fue aceptada e ampliamente difundida en África ya que reducía los costos de la atención hospitalaria.
En un periplo por África llegó a conocer a Cicely Williams, la famosa pediatra inglesa que años antes había descrito el Kwashiorkor. Fue en Tanganika, la actual Tanzania. En una aldea rural la encontró pesando bebés en una rústica balanza que colgaba de un árbol. Sin entrar en las diferencias de criterio que pudieron existir entre ellos, coincidieron en que era necesario un enfoque comunitario, con prioritaria participación de las madres, para abordar satisfactoriamente la desnutrición infantil.
1960 encuentra a Bengoa como Asesor Regional en la Oficina Sanitaria Panamericana (OPS, incorporando en su accionar al continente americano. Realizó viajes importantes a México, Centroamérica, Haití y el altiplano andino. Visitó el nordeste de Brasil, en un periplo casi semiprivado, sin contar con mucho apoyo oficial; sus propuestas para abordar los problemas de desnutrición en esa zona del país, nunca fueron implementadas.
En México conoció al Dr. Federico Gómez y a su discípulo Joaquín Cravioto. Del primero conoció la llamada “clasificación de la desnutrición” en grados, la cual, en esa época, le apareció apropiada si se consideraba que todas las formas clínicas de desnutrición eran causadas por el hambre. Del segundo recibió información relativa a sus estudios de desnutrición y desarrollo mental. Aunque resultaba difícil separar los efectos específicos de la desnutrición de aquellos de índole cultural y social, era cierto que el niño desnutrido presentaba trastornos de conducta y aprendizaje, los cuales eran importantes de atender para lograr su recuperación durante la terapia nutricional. Hoy en día, en los centros de recuperación nutricional, las actividades planificadas procuran incluir todos los aspectos del desarrollo biológico, psicológico y social de los niños, como la recuperación médico-nutricional, psicológica y familiar, siendo fundamental la incorporación de las madres.
Poco después, se posesiona como Jefe de la Unidad de Nutrición en la Organización Mundial de la Salud (OMS). Su esfera ya alcanza la escala planetaria y sus competencias abarcan los cinco continentes. A pesar de que cada uno de estos saltos imponía nuevos retos, nunca perdió de vista su razón de ser de médico social, y los niños continuaron siendo el centro de su preocupación.
Los centros de atención nutricional integral, como el que organizó en Sanare en 1938, adquieren organicidad y se desparraman por todo el mundo, incluida Venezuela. Bajo su influjo se funda en 1966 el Centro Clínico Menca de Leoni, ubicado en Caracas, con la finalidad de combatir la desnutrición en los grupos más vulnerables, especialmente los niños menores de 7 años. Este fue el proyecto piloto para el estudio de las enfermedades asociadas a problemas de nutrición, con acciones en el ámbito clínico, docente y de investigación (2). En el ámbito privado destaca el Centro de Atención Integral Infantil de Antímano (CANIA) de la Fundación Polar, el cual inició sus actividades en 1995.
Siempre recordaba su viaje a la India. Allí se preocupó por el fomento de la lactancia materna, los programas de inmunizaciones, el suministro de hierro a las embarazadas y la suplementación de la dieta con una fuente rica en proteínas, como las leguminosas. El Ministro de Salud le otorgó un minuto para que le diera una recomendación nutricional para su país. Bengoa, sin vacilar le dijo “Sir: more beans and less expensive. Thanks”.
Después de casi 20 años en Ginebra, la vida de Bengoa toma, como las estrellas del universo, un curso en reversa. Comienza a reducirse el diámetro de su esfera. Regresa a Venezuela en 1973 y se encuentra un país muy diferente a aquel que había dejado en 1954. Bengoa señala que llevaba las alforjas llenas de ideas y experiencias acumuladas durante su periplo internacional. Consideró que el INN de la época mostraba una desoladora perspectiva, y se va al CONICIT. Desde allí motoriza dos programas, uno de salud, junto a Jacinto Convit, y otro de nutrición conjuntamente con Eleazar Lara Pantín. También se incorpora al Posgrado de Planificación Alimentaria y Nutricional (PAN) de la Universidad Central de Venezuela, el cual era coordinado por Werner Jaffé.
Después de la muerte de Francisco Franco, al final del período de transición, regresa a Bilbao en 1979, y participa como vice-asesor, durante ocho meses al año, en la formación del servicio de sanidad durante el gobierno del Lehendakari Carlos Garaikoetxea. Este emprendimiento, según señala, le dejó un sabor agridulce debido a las diferencias de criterio con los gobiernos regional y local.
En 1983 comienza a echar el resto en Venezuela. Acepta la Dirección Ejecutiva de la Fundación Cavendes (Figura 4). Esta fundación, financiada por la Sociedad Financiera homónima, le sirve de palestra para conectarse de nuevo con los profesionales de la nutrición, el INN y con el alto gobierno, con lo cual logra hacer realidad importantes iniciativas. Se crea del Programa de Alimentos estratégicos (PROAL) que vendía, a través de una extensa red de pequeños comercios ubicados en barrios y caseríos, los cuales en el año 2001 ascendían a unos 18.000, para vender una canasta de ocho alimentos básicos para satisfacer los requerimientos mínimos de la población (harina de maíz, arroz, aceite, azúcar, granos (caraotas, frijoles), sardinas, leche y mayonesa), con descuentos del 30 al 40%, obtenidos gracias al pronto pago al contado y eficientes redes de transporte y distribución.
En ocasión de la Cumbre Mundial de la Alimentación (Roma, 1996) motoriza la creación del Consejo Nacional de la Alimentación. Este organismo interinstitucional fue creado por decreto del Ejecutivo Nacional en 1995. Su misión era la de promover la seguridad alimentaria de la población, garantizando el suministro suficiente de alimentos para cubrir los requerimientos y su accesibilidad física y económica. Un objetivo fundamental del Consejo era el de procurar la autonomía del sistema agroalimentario venezolano, en función de una agricultura tecnificada, sostenible y rentable. Las actividades del CNA se desarrollaron en dos etapas (1995-1997 y 1999-2002). La falta de apoyo en las altas esferas del gobierno motivo la desaparición física de este organismo. No creo necesario convencerlos de cuanta falta nos hace una instancia de estas características, ya que el suministro de alimentos es errático, poco asequible y dependiente de las importaciones.
A juicio del propio Bengoa, el programa de la Fundación que tuvo mayor repercusión nacional e internacional fue el de las Guías de Alimentación (Figura 5), concebidas para uniformar el mensaje educativo en materia de alimentación y nutrición. Con ellas se procuraba que la población superara los mínimos en materia de nutrientes y que las recomendaciones fueran las mismas para ricos y pobres.
La fundación Cavendes dejo una profunda huella, la cual quedó recogida en diversos volúmenes, monografías, simposios y talleres. A través de ella, Bengoa y un destacado grupo de colaboradores, lograron colocar a Venezuela, otra vez, a la vanguardia del sector alimentación-nutrición en América Latina; más aún, su influencia permeo hacia toda Iberoamérica.
La obnubilación política de la Venezuela de finales del Siglo XX dio al traste con esta hermosa iniciativa. Apenas comenzado el Siglo XXI, se ordena la disolución de la Fundación Cavendes. Entonces nos resistimos a ver ese sueño perecer. En concurrida asamblea, me correspondió el honor de solicitarle al Dr. Bengoa, en representación de los asistentes, que nos prestara su nombre para “enfrentar desde la Fundación José María Bengoa los retos de este presente en que nos ha tocado actuar”. Sabíamos que era una decisión difícil. “No damos un salto al vacío. Muy por el contrario contamos con un acerbo de experiencias que garantizan el éxito de esta nueva etapa y hace justicia al aporte que hizo la Fundación Cavendes. Esto es lo que se tiene y lo que se presenta: prestigio, liderazgo, excelencia” (3). Bengoa señaló entonces que ese gesto le había conmovido profundamente.
Después de 13 años la Fundación Bengoa, para la alimentación y la nutrición sigue en pie. Hemos cosechado muchos logros y otras muchas iniciativas se han quedado en el tintero. Es necesario agradecer a quienes nos han apoyado, financiando proyectos, favoreciendo iniciativas, o simplemente aportando trabajo voluntario. Nuestra fortaleza la educación comunitaria en alimentación y nutrición, ya en la pequeña escala de escuelas y comedores a la campaña masiva que se desarrolla en alianza con las Farmacias SAAS. Un gran éxito lo constituyó el “I Foro se la Fundación Bengoa. Alimentación y Nutrición: Retos y Compromisos” realizado en el año 2005. A juicio de Nevin Scrimshaw, destacado nutricionista internacional, aquel fue el mejor congreso de nutrición al cual había asistido en mucho tiempo. Ocho años han transcurrido antes de poder realizar otro evento de una envergadura similar.
Nos emociona y nos conmueve que, tras un titánico esfuerzo de la Junta Directiva y del Comité Organizador, se haya podido rendir este sencillo, pero sentido, homenaje a José María Bengoa, el nuestro. Desde esta, su casa, seguiremos custodiando su memoria y dándola a conocer a las nuevas generaciones. Así como Sanare lo nombró “Hijo Ilustre”, Venezuela tiene con él una deuda de gratitud que todavía no alcanzamos a saldar.
Este resumen de la trayectoria de Bengoa es necesariamente incompleto. Cada faceta de su vida es un mundo de anécdotas, conocimientos y reflexiones. Hacia el final de su vida se radica en Bilbao, junto a Amaya su compañera de siempre (Figura 6). Fue esta ciudad la que lo vio nacer un día domingo, el 20 de abril de 1913. Un día sábado, a fin semana, nos dejó para siempre. Era 16 de enero de 2010. Muchas fueron las expresiones de duelo al momento de su partida. Su amigo, el Padre Rafael Baquedano, S.J., en la homilía pronunciada en la capilla del Colegio San Ignacio de Caracas citó un pasaje del Libro del Eclesiástico (4, 9-13): “Hagamos el elogio de aquellos hombres ilustres, aquellos hombres de bien, sus méritos jamás se han olvidado; han dejado una posteridad que los prolonga y su herencia pasa de hijos a nietos. Su linaje permanece fiel a la alianza del Señor. Para siempre existirá su descendencia y jamás se extinguirá”
En Bilbao escribía Iñaki Azkuna, ex alcalde de dicha ciudad; señaló que él era un hombre de acción y reflexión quien consiguió que diéramos mucha importancia a la salud pública. Allí ejerció de verdadero maestro, tenía una gran experiencia internacional y su perspectiva fue tan universal, que ejerció su magisterio en la sanidad y en la vida.
Hoy lo recordamos con afecto y con respeto, y le pedimos que, desde esa morada en que habita, nos aliente a continuar para hacer de Venezuela un país libre de desnutrición, donde niños, jóvenes y viejos podamos sonreír. En verdad “harto consuelo es su memoria”, pero su ausencia nos deja gran pesar. Viva por siempre en nuestros corazones.