La información del consumo de alimentos y bebidas en la población venezolana es indispensable para identificar problemas nutricionales y grupos en riesgo, por edad, áreas geográficas y niveles socioeconómicos. El objetivo de este estudio fue analizar las características de la ingesta promedio de alimentos en la población entre 15 y 65 años en Venezuela durante el año 2015. Se realizó un estudio transversal en 1132 sujetos, a quienes se les aplicó 2 recordatorios de 24 horas, no consecutivos con la metodología de pasos múltiples, y un cuestionario de frecuencia cualitativa sobre la ingesta de bebidas. El consumo promedio de calorías fue de 1.925 kcal, distribuidas en: 16,3% proteínas, 30,2% grasas, 52,4% carbohidratos y 1,1% alcohol. El 79,2% de la muestra presenta una dieta habitual inadecuada por déficit en calorías. La deficiencia en minerales fue mayor en mujeres, calcio (92,9%), hierro (42,2%) y zinc (76,6%). La mayoría de los encuestados realizaron 3 comidas al día. El almuerzo fue la comida que predominó en la ingesta diaria, seguida en orden decreciente por desayuno y cena. Las bebidas azucaradas jugos de frutas y gaseosas son una importante fuente de carbohidratos simples. El estudio EVANS 2015 muestra una caída importante en el consumo de macro y micronutrientes, en especial en los estratos sociales y niveles educativos más bajos y en los adultos mayores, que es diferente por regiones, lo cual está generando en sectores vulnerables un estado nutricional y de salud deficiente, con el aumento consecuente de las enfermedades por déficit de calorías y nutrientes. An Venez Nutr 2017; 30(1): 17-37.
Palabras clave: Consumo de alimentos, alimentación, ingesta de calorías, nutrientes, encuesta nacional, Venezuela.
Obtaining reliable information on food and beverage consumption in Venezuelan population is imperative for identifying nutritional problems and groups of populations at risk. The objective of this study was to analyze average intake of foods on population between 15 and 65 years in Venezuela during 2015. A cross sectional study was carried out in a sample of 1132 subjects, to which two nonconsecutives 24h recalls were applied using the multiple pass methodology, also a food frequency questionnaire for beverage intake was performed. This study reported an average caloric intake of 1925 kcal, distributed as follows: 16.3% of proteins, 30.2% of fats and 52.4% of carbohydrates and 1.1% of alcohol. 79.2% of the sample showed an inadequate caloric intake. Mineral deficiency was higher in women, calcium (92.9%), iron (42.2%) and zinc (76.6%). The majority of the subjects had 3 meals per day during the days of the interviews. Lunch was the predominant meal on daily intake, followed by breakfast and dinner. Sugary sweetened beverages appeared as an important source of simple carbohydrates. EVANS intake study reported a relevant decrease on the intake of macro and micro nutrients, particularly within lower socioeconomic status and education levels, as well as in older adults, which eventually could lead to an impaired nutrition and health status, with an increase of diseases associated to caloric and nutrients deficit. An Venez Nutr 2017; 30(1): 17-37.
Key words: Food intake, feeding, caloric intake, nutrients, national survey, Venezuela.
Solicitar copia a: Pablo Hernández. E-mail: doctuscumliber@gmail.com
La evaluación del consumo de alimentos es un reto importante, en tanto representa una medición de la ingesta de energía y nutrientes de una población. En el mundo moderno, el consumo de alimentos se encuentra influenciado por diferentes factores como el acceso a los alimentos, el costo de los mismos, los conocimientos nutricionales, la conducta ante los alimentos, los ingresos del hogar y los factores socioculturales que determinan la conducta alimentaria (1).
Esta es una evaluación compleja y laboriosa y los métodos existentes para la medición del consumo de alimentos, no están exentos de errores. Las metodologías utilizadas más a menudo, como el recordatorio de 24 horas y los cuestionarios de frecuencia de consumo, aportan una valiosa información que debe ser recopilada bajo los más estrictos estándares de calidad para disminuir al máximo los errores en la tabulación de la información (2).
En Venezuela las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la diabetes constituyen las principales causas de morbilidad y mortalidad, en los cuales, el sobrepeso y la obesidad se encuentran como factores de riesgo modificables, por lo tanto, es muy importante que las intervenciones se orienten a modificar el estilo de vida, en especial la actividad física, los hábitos alimentarios y el hábitat (3,4).
La disponibilidad de información es fundamental, para desarrollar intervenciones en el campo de la salud, sin embargo, en el país la información de la Encuesta de Seguimiento al Consumo de Alimentos (5) y de las Encuestas Nacionales de Nutrición (6), tienen una periodicidad irregular y un acceso limitado que no permite el uso de los mismos, como en épocas anteriores.
Por lo tanto, es muy importante realizar estudios del consumo de alimentos, perfil antropométrico y de actividad física, como elementos bases de análisis que permita identificar puntos críticos para el diseño de estrategias de promoción y prevención en salud pública, que incidan en la reducción de la problemática alimentaria y nutricional del país y de los factores de riesgo asociados.
En el país se han realizado estudios para medir el consumo real de alimentos, tal como la Encuesta de Nutrición en 1963 que formó parte de un estudio colaborativo entre el Instituto Nacional de Nutrición (INN) y el Comité Interdepartamental para la Defensa Nacional de los Estados Unidos de América, en una muestra de 3670 individuos. El método utilizado fue la combinación de registro por pesada y el recordatorio del día anterior (6). En 1966, la Universidad Central de Venezuela (UCV) y el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social realizó el Estudio de Caracas donde se utilizó una metodología similar a la de 1963 (7).
Entre 1981 y 1982 el INN llevó a cabo la Encuesta Nacional de Nutrición, en una muestra de 1661 familias distribuida en distintos estratos socioeconómicos, combinando el registro de pesada de 3 días y el consumo fuera del hogar a través de un recordatorio de 2 días (8).
Desde julio de 1981 hasta octubre de 1987, se desarrolló la Encuesta de Hábitos y Consumo de Alimentos a nivel nacional, como parte del Proyecto Venezuela, en una muestra de 3947 familias conformada por 28788 individuos con representación urbana y rural, por estratos socioeconómicos y se utilizó una combinación de pesada y recordatorio durante un día (9).
En el 2008, Fundacredesa, publica datos de consumo del propuesto Estudio Nacional de Crecimiento y Desarrollo Humano de la población venezolana, donde la ingesta de alimentos se evaluó mediante la combinación de registro de adquisición de alimentos y recordatorio de un día (10).
Entre los años 2008 y 2010, el INN realizó el Estudio de Sobrepeso y Obesidad en Venezuela. Prevalencia y Factores Condicionantes, de tipo descriptivo-exploratoriotransversal y en una muestra representativa de 22.646 sujetos de uno y otro sexo entre 7 y 40 años. En este estudio, el consumo se evaluó a través de una Frecuencia de Consumo de Alimentos, del cual se obtuvo un patrón caracterizado por una alta frecuencia en el consumo de alimentos fuente de calorías provenientes de carbohidratos simples y grasas (11).
En el segundo trimestre del año 2012 y el segundo y tercer trimestre del año 2013, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el marco de la Encuesta de Seguimiento al Consumo de Alimentos (ESCA) desarrolló la Encuesta Nacional de Consumo de Alimentos (ENCA), que tiene entre sus objetivos determinar el patrón de consumo real de alimentos en el hogar de la población de tres (3) años y más, utilizando como métodos el recordatorio del día anterior y frecuencia de consumo de alimentos. Según este estudio, 96% de la muestra comía más de tres comidas al día con un consumo promedio de energía de 2.385 kcal y una contribución calórica de: proteínas 12,6%, grasas 20,2% y carbohidratos 67,2%. (12).
El INE en 2015 repite la experiencia de la ENCA, encontrando cambios en la situación alimentaria. El consumo promedio de energía descendió a 2.252 kcal, y el porcentaje de la muestra que comía más de 3 veces al día también bajo a 94,1%, la contribución calórica proveniente de las proteínas, grasas y carbohidratos se estableció en 13,5%, 20,1% y 66,4%, respectivamente. En este estudio el consumo de calcio disminuyó a 612 mg y un aporte únicamente de 58,3% del requerimiento diario (6).
En 2015, se inició el Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (ELANS) (13) en ocho países de la región: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela en 9000 individuos. El objetivo fue obtener información acerca de la alimentación, situación nutricional y actividad física en nuestros países, para enfrentar los nuevos retos de la salud pública.
El Estudio Venezolano de Nutrición y Salud (EVANS) se efectuó entre los meses de marzo a octubre de 2015, con la finalidad de analizar desde una perspectiva epidemiológica, las interrelaciones entre el perfil antropométrico, la ingesta de alimentos y bebidas y la actividad física en distintos estratos de la población venezolana entre 15 y 65 años.
El estudio en Venezuela se hizo en una muestra de 1132 sujetos entre 15 a 65 años, la cual forma parte del Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (ELANS) (13). Se trató de un estudio transversal en cuyo diseño se planteó un muestreo aleatorio, polietápico, por cuotas, por regiones y ciudades, de tal manera que se conformó una muestra urbana nacional representativa del país. El trabajo de campo se realizó entre los meses de marzo a octubre de 2015 (14). El protocolo del estudio fue aprobado por la Comisión de Bioética de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela. Cada persona seleccionada, firmó un consentimiento informado, en el cual se explicaba el objetivo de la investigación y los procedimientos empleados.
En la medición del consumo de alimentos se aplicaron dos recordatorios de 24 horas (R-24h) en días no consecutivos, siguiendo la metodología estándar internacional presentada con anterioridad (14). El R-24h es una de las metodologías más comunes para evaluar la ingesta de alimentos en individuos en estudios epidemiológicos, ya que proporciona información detallada acerca del consumo de alimentos y puede estimar la ingesta habitual cuando se toman en varias ocasiones (15). Este método fue considerado el más costo-efectivo para este estudio. Dentro de sus ventajas se encuentra se administra en poco tiempo y es independiente del nivel de educación de los participantes, sin embargo, la precisión de los datos depende de la memoria de corto plazo del encuestado (1).
El R24h correspondió al día anterior a la entrevista y se interrogó por todos los alimentos que el sujeto en estudio ingirió desde que se levantó en la mañana hasta que se acostó a dormir en la noche. Se utilizó la Metodología de Pasos Múltiples (MPM), que consiste en una entrevista guiada en 5 etapas para mejorar la precisión de la información obtenida (15). Las etapas son: 1) una lista rápida de alimentos que aporta información de los alimentos consumidos, con pistas que permiten recordar los eventos durante el día y ayudan al entrevistado a recordar lo que comió, mientras usa sus propias estrategias para recordar; 2) lista de alimentos olvidados permite obtener más información al concentrarse en 9 categorías de comidas que se olvidan a menudo, tales como bebidas alcohólicas, dulces, snacks salados, frutas, vegetales, quesos, pan y cualquier otro tipo de alimentos; 3) tiempo y ocasión: recolección de información acerca del momento cuando el entrevistado consumió cada alimento y el nombre de la ocasión; 4) ciclo de detalles: recolección de la descripción de los alimentos, incluyendo la cantidad en medidas prácticas, forma de cocción, nombres de marcas, ingredientes adicionales. En esta etapa se utilizó el álbum de fotografías y las unidades de ayuda como tazas, vasos y cucharas, y 5) una prueba de revisión final, que representa la última oportunidad de recordar los alimentos, alentando el informe de detalles o comidas que no fueron tomados en cuenta.
La información proporcionada por el sujeto muestra fue registrada en medidas caseras, las cuales se transformaron en gramos o mililitros con el uso de tablas de medidas y raciones venezolanas (16). Para realizar el cálculo del aporte nutritivo se utilizó el software Nutrition Data System for Research (NDSR) desarrollado por la Universidad de Minnesota - EEUU. Versión 2013. El cual garantizó la confiabilidad de los datos y la comparación con el resto de los países al usar una misma base de datos de la composición nutricional de los alimentos. En una publicación anterior se presentó el proceso de estandarización y adaptación de la base de datos en cada país (17). Las preparaciones o recetas que no estaban contenidas en la base de datos del programa fueron ingresadas al mismo considerando sus ingredientes y/o las cantidades estándar para una persona, tomando como referencia publicaciones nacionales, así como libros y referencias de cocina de Venezuela. En total se incluyeron 142 recetas como empanadas, fororo, chicha andina, tizana, chigüire, asopado, entre otras.
La evaluación de la frecuencia del consumo de bebidas se realizó bajo la aplicación del cuestionario cualitativo diseñado especialmente para medir la ingesta habitual de bebidas a los participantes de este estudio. Se preguntó mediante una entrevista estructurada de forma retrospectiva por la frecuencia de consumo en el último mes. La lista utilizada incluyó 39 tipos de bebidas, las cuales fueron agrupadas en 15 categorías siguiendo la metodología del estudio ANIBES (18).
Para cada bebida los participantes debían responder por la frecuencia de ingesta (diaria, semanal o mensual) y el número de veces de esa frecuencia seleccionada con opciones desde el 1 al 10. De igual forma, el participante podía declararse no consumidor de algún tipo de bebida en el último mes. Debido a que se trata de un cuestionario cualitativo no se preguntó por la porción o cantidad consumida, por lo tanto no se pudo obtener el valor nutricional de la ingesta de estas bebidas.
La capacitación y estandarización de los encuestadores se realizó en tres etapas, en la primera se dirigió a los encuestadores y supervisores que participaron en una prueba piloto en la ciudad de Caracas, una vez obtenidos estos resultados se hicieron las mejoras necesarias. En una segunda etapa se capacitaron todos los encuestadores y supervisores que participaron en el trabajo de campo, este entrenamiento abarcó los siguientes aspectos: objetivo de la investigación, papel del encuestador, abordaje y selección del sujeto muestra, descripción y forma de aplicación de los instrumentos, utilización de los manuales del encuestador, uso de los instrumentos de ayuda en la obtención de los datos y resolución de dudas. Finalmente la tercera etapa se dedicó a la estandarización de la aplicación de instrumentos con sesiones prácticas que buscaban evaluar la ejecución, aclarar dudas y reforzar los procedimientos.
La actividad de campo se realizó entre los meses de mayo y agosto de 2015. La ingesta de alimentos se evaluó durante dos visitas a la casa del sujeto muestra. La recolección de datos se realizó de tal manera que todos los días de la semana estuvieron incluidos y se distribuyeron de manera aleatoria entre los participantes en el estudio. En total se recolectaron 2264 recordatorios correspondientes a 1132 sujetos muestra.
Para asegurar el control de calidad de los datos, se utilizaron varias estrategias durante las distintas etapas del estudio. En primer lugar el equipo de nutrición hizo varias visitas a cada ciudad y se supervisó en campo el proceso de recolección de los datos, para asegurar la calidad adecuada en la obtención de los mismos.
Luego de la recolección cada encuesta fue revisada por el supervisor en campo, en presencia del encuestador para solicitar aclaraciones o advertir omisiones. Luego de esta verificación, el coordinador la enviaba al centro principal de investigación donde fue codificada y posteriormente revisada minuciosamente por el equipo de archivo, asegurando que todos los campos estuvieran completos, finalmente el equipo de nutricionistas verificó que el registro de los recordatorios fuera el adecuado.
En cualquiera de los casos, cuando una encuesta no cumplía con los criterios de calidad por falta de información o claridad se devolvía al paso anterior para evaluar si podía corregirse el dato, en caso que esto no fuera posible se excluía la encuesta del análisis final.
El proceso de transformación de las medidas prácticas a la cantidad objetiva consumida fue realizado por un nutricionista-dietista y corroborado por otro colega. Una doble verificación también fue realizada para el proceso de transcripción de los datos.
Después de la transformación de los datos en calorías y nutrientes para cada alimento, la información se agregó por tiempo de comida y posteriormente al nivel de la persona. Además se calculó el promedio de ingesta para las dos visitas.
La base de datos también fue sometida a un proceso de control de calidad, para verificar valores fuera de rango o datos atípicos. Dada la no normalidad de la distribución de los datos de consumo, se efectuó una transformación logarítmica a través del uso del Multiple Source Method (MSM), con el cual se obtuvo la ingesta habitual promedio corregida para cada uno de los datos cuantitativos. Este método fue desarrollado por el European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (EPIC) y consiste en un método mixto de varios pasos que requiere de la aplicación de por lo menos dos R24h en una muestra, para obtener un modelo probabilístico de consumo que luego es transformado en una distribución normal con lo cual se logra una mejor aproximación a la ingesta habitual de cada persona.
La evaluación del consumo de calorías y nutrientes se basó en los valores de referencia del Instituto Nacional de Nutrición de Venezuela (19). Para el análisis de la adecuación de calorías y proteínas se establecieron tres categorías: adecuado (90-110%), inadecuado por déficit (<90%) e inadecuado por exceso (>110%). Para evaluar la contribución calórica porcentual de los macronutrientes se consideraron las recomendaciones para la población venezolana: entre 11-14% para las proteínas, 20-30% para las grasas y 56-69% para los carbohidratos. Para evaluar la ingesta de colesterol y fibra dietética se utilizaron las recomendaciones de 300 mg/día y 25-35 g, respectivamente (19).
Se construyó una base de datos para el manejo informático con el programa SPSS® Versión 19 y el tratamiento estadístico incluyó medidas de tendencia central y dispersión para las variables cuantitativas y distribución de frecuencias para las variables cualitativas. Además, se utilizó estadística inferencial para determinar la diferencia entre medias y categorías de las variables, haciendo uso de t de Student, ANOVA o Chi cuadrado, dependiendo del tipo de variable en estudio.
La presentación de los resultados se ordenó de la siguiente manera, en primer término el consumo habitual de energía y nutrientes, la contribución de las proteínas, grasas y carbohidratos a la energía total de la dieta, la ingesta de fibra, ácidos grasos, colesterol y de micronutrientes. En segundo lugar el consumo promedio por tiempos de comida y tipos de comidas, y en tercer lugar la frecuencia de consumo de bebidas.
1.1. Ingesta promedio de energía y macronutrientes
La ingesta promedio de energía de la población de estudio fue de 1925 ± 567 kcal/persona/día. Los hombres presentaron una ingesta energética superior 2210 ± 603 kcal/persona/día que las mujeres 1749 ± 467 kcal/persona/día (p<0,05). La ingesta promedio de energía disminuyó con la edad, desde 2083 a 1726 kcal/persona/día entre los grupos de 15 a 65 años (p < 0,05) (Cuadro 1).
El consumo de energía en el nivel socioeconómico (NSE) alto fue un poco mayor que en el NSE bajo (2059 vs 1907 kcal), sin embargo, esta diferencia no resultó estadísticamente significativa. Esta tendencia fue similar para los macronutrientes, a excepción de los carbohidratos, donde el nivel alto consumió significativamente mayor cantidad.
Las regiones de los Andes y Central resultaron con el consumo promedio de energía más alto (2114 y 2116 kcal), seguido por la Occidental, Los Llanos, Capital, Oriental y Guayana, esta última región con el consumo más bajo de 1.688 kcal, difirió significativamente de las regiones Andina y Central (p< 0,05). Esta tendencia se mantuvo en los demás macronutrientes con diferencias significativas entre regiones.
También se encontró un gradiente desde el grupo de educación superior (2016 kcal) hasta el grupo que no tuvo nivel académico (1469 kcal), encontrándose una diferencia significativa entre estos grupos (p< 0,05). Llamó la atención que el nivel educativo graduado universitario y educación básica resultaron con un consumo similar. El grupo sin nivel educativo también difirió del resto en el consumo de proteínas y grasas, mientras que, en los carbohidratos no se observó diferencia entre los niveles educativos (Cuadro 1).
1.2. Adecuación del consumo de energía y proteínas
La mayoría de la muestra (79,2%) presentó déficit en el consumo de energía, 14,8% presentó un consumo adecuado y 6,1% exceso según su requerimiento. La prueba de chi2 reportó diferencias significativas según el sexo (p< 0,05) ya que en los hombres (85,7%) el déficit fue mayor que en las mujeres (72,9%), quienes presentaron un mayor porcentaje de inadecuación por exceso (8,4%). El porcentaje de déficit se incrementó a partir de los 35 años, a medida que disminuía el exceso, encontrándose asociación entre los grupos de edad y las categorías de adecuación calórica (p<0,05). El mayor porcentaje de inadecuación por déficit de la dieta se encontró en el NSE bajo (80,3%), mientras que el NSE alto se asoció con un porcentaje mayor de inadecuación por exceso (9,7%) (p<0,05). También se encontraron diferencias significativas, entre regiones (p< 0,05). En la región de Guayana se encontró la prevalencia más alta de déficit (92,1%). En el resto de las regiones estuvo alrededor de 80%. El déficit más bajo se encontró en los Andes (74,5%) y Central (68,8%), donde se reportó justamente un porcentaje de exceso mayor, cercano al 10% (Cuadro 2).
En la adecuación de proteínas sólo 25,6% de la muestra clasificó con déficit, 34,5% adecuado y 39,8% en exceso. Los hombres resultaron con mayor déficit (33,5%) que las mujeres (18,1%), mientras que, el exceso fue mayor en las mujeres (47,8% vs 31,5%) (p< 0,05). El exceso de proteínas disminuyó con la edad desde 40,4% en el grupo de 15-19 años a 27,9% de 50-65 años (p< 0,05).
No se encontró asociación entre el NSE y la adecuación proteica (p=0,06). La prevalencia de exceso en el consumo de proteínas fue mayor en los NSE medio y alto (46,8% y 50,0%). A excepción de la región Occidental (24,4%) y Central (18,5%) todas las demás resultaron con un porcentaje de déficit mayor al 25,5%. En las regiones Central y Occidental se registraron los porcentajes más altos de exceso en las proteínas (48,7% y 44,6%). (Cuadro 2).
1.3. Perfil calórico de la dieta
El aporte promedio de energía suministrada por los macronutrientes fue de 1.925 kcal/persona/día, de las cuales, 16,3% aportaron las proteínas, 30,2% las grasas, 52,4% los carbohidratos y 1,1% el alcohol. El aporte de las proteínas fue superior a la referencia, mientras que, fue más bajo el de carbohidratos. En los hombres el aporte de las proteínas y el alcohol fue más alto que en las mujeres, pero éstas tuvieron una contribución superior de los carbohidratos (Figura 1). La dieta media resultó alta en proteínas a expensas de un menor consumo de carbohidratos. En los distintos grupos etarios, el aporte a la energía proveniente de las grasas disminuyó con la edad. El aporte del alcohol, fue mayor en los hombres y el más alto se encontró en el grupo de 35-49 años (Figura 2). El aporte de las grasas fue bajo en las regiones de los Andes y los Llanos y el de carbohidratos en las regiones Oriental y Guayana, por el contrario, el aporte de carbohidratos y alcohol fue alto en los Andes (Figura 3).
1.4. Consumo promedio de proteína animal y vegetal
En el consumo habitual, 70% fue proteína animal y 30% proteína vegetal. En los hombres el consumo de proteínas animal y vegetal fue significativamente mayor con diferencias de 11,9 g y 4 g, respectivamente. Igualmente el consumo de proteínas de ambas fuentes disminuyó con la edad, mayor en la proteína animal con una reducción de 9,6 g entre los 15-19 años y 50-65 años (Cuadro 3).
1.5. Consumo promedio de fibra.
El promedio de ingesta de fibra fue de 15,4 g, de los cuales 73,4% fue insoluble y 26,6% soluble, valor inferior a la recomendación general de 25 a 35 g de fibra total al día, mientras que la proporción de fibra insoluble/soluble fue de 2,8; cercano a la recomendación de 3,1. La ingesta de la fibra total y de sus componentes fue superior en los hombres que en las mujeres de forma significativa (p<0,05). Los promedios de fibra fueron bajos, similares y no significativos en todos los grupos de edad (Cuadro 4).
Como se esperaba la mayoría de la población (84,5%) se clasificó con una ingesta por debajo de la recomendación de fibra, aún mayor en las mujeres (90%) que en los hombres (78,6%). No se observó asociación entre las categorías de consumo de fibra y los grupos de edad (p= 0,89), debido a que la ingesta en su mayoría, fue menor a la recomendación (Cuadro 5).
1.6. Consumo promedio de ácidos grasos y colesterol
El consumo de ácidos grasos, fue en su mayoría de tipo saturados (27,1 g), seguidos por los monoinsaturados (21,7 g) y polinsaturados (16,3 g), los cuales representan 12,57%, 10,07 % y 7,56% del aporte energético total del día. Según las recomendaciones, los ácidos grasos saturados no deben superar el 10% de la energía consumida y los poliinsaturados deben estar entre el 6 y el 11%. El resto de la grasa debe provenir de los ácidos grasos monoinsaturados. El aporte de las grasas saturadas fue superior a la recomendación internacional, lo cual pudiera deberse al consumo alto de proteína animal. La ingesta de colesterol fue de 250,5 mg, lo cual no supera la recomendación establecida de 300 mg al día (Cuadro 6).
La ingesta de los tres tipos de ácidos grasos y colesterol fue significativa superior en los hombres (p<0,05). Los valores de ingesta de los tres tipos de ácidos grasos fue diferente según el grupo de edad y al igual que el colesterol, disminuyeron en forma significativa (p<0,05) con la edad (Cuadro 6).
La mayoría de la población presentó un consumo de colesterol ajustado a la recomendación (75,7 %) y se encontró una asociación significativa entre categorías y sexo (p < 0,05). Los hombres presentaron 2,5 veces más exceso que las mujeres. También se encontró asociación entre las variables (p<0,05) por grupos de edad. En el grupo de 50-65 años se encontró el porcentaje más alto de personas con un consumo adecuado de colesterol (Cuadro 7).
1.7. Consumo promedio de minerales
En el Cuadro 8, se muestran los valores promedio para algunos minerales de interés nutricional. En los hombres el consumo de todos los minerales fue superior que en las mujeres. Las mayores ingestas de calcio, hierro, sodio y zinc se encontraron en el grupo de 15-19 años, la cuales tienden a disminuir con la edad. En calcio el grupo con menor ingesta fue de 35-49 años, mientras que en el hierro, sodio y zinc se ubicó de 50-65 años. Para el potasio, no hubo diferencia significativa en su consumo según grupos de edad (Cuadro 8).
Se observó que los valores promedio de los minerales disminuyen a medida que se desciende en el estrato social. En calcio y potasio, las diferencias son más pronunciadas entre los grupos socioeconómicos extremos, con una diferencia de 79 mg en calcio y de 222 mg en potasio (p<0,05). En los otros micronutrientes no se observó diferencias significativas.
Las regiones de Guayana y Oriental presentaron los promedios más bajos en todos los micronutrientes, diferencias significativas (p<0,05) con las otras regiones. Los promedios más altos de ingesta de calcio se encontraron en las regiones Occidental y Central y de hierro en las regiones Central y los Andes. En sodio y zinc, el consumo promedio superior se presentó en la región Central y de potasio en los Andes.
En el Cuadro 9, se presenta la distribución porcentual de la muestra según el nivel de adecuación del consumo, en relación a los requerimientos nutricionales de los minerales. La mayoría de la población no cubrió los requerimientos de calcio (87,8%) y zinc (77,3%). Las mujeres presentaron mayor déficit en calcio que los hombres (p<0,05), mientras que en hierro la mayoría de las mujeres resultó con déficit (42,2%) por el contrario, la mayoría de los hombres resultaron con un consumo excesivo (93,7%). En zinc, no se encontraron diferencias significativas por sexo (Cuadro 9).
La mayoría de la muestra se encontró por debajo del requerimiento diario de calcio y zinc, en especial el grupo de 50-65 años con 93,1% y 87,3%, respectivamente. En hierro ocurre lo contrario, la mayoría consume una cantidad superior a la requerida y el grupo de 50-65 años presentó el mayor exceso 65,7%.
Para el calcio y el zinc existe una asociación con el nivel socioeconómico (p<0,05), los valores de inadecuación por déficit de estos elementos fueron mayores en el grupo de bajo NSE, con una prevalencia 10% mayor. En hierro, no se encontró asociación, y sus valores porcentuales en las categorías de adecuación no difieren de forma importante entre los distintos niveles.
Las regiones con mayor porcentaje de inadecuación por déficit de calcio fueron los Llanos, Guayana y Oriente, mientras que el mayor porcentaje de exceso se obtuvo en las regiones Occidental y Central. En hierro, las regiones Central, Andes y Occidental, fueron las que presentaron mayor inadecuación por exceso, mientras que el déficit fue superior en Guayana y Oriente. El déficit de zinc fue superior en Oriente y Guayana y el exceso en la región Central (Cuadro 9).
1.8. Consumo promedio de vitaminas
1.8.1. Vitaminas liposolubles
Los hombres presentaron un consumo significativamente más alto de vitaminas A, D y E (p<0,05). Según los grupos de edad, sólo hubo diferencias significativas en la vitamina E, cuyo valor disminuye con la edad, por lo que el grupo de 15-19 años (6,05 mg) resultó con un valor superior al de 50-65 años (4,95 mg) (Cuadro 10).
La prevalencia de déficit en el consumo de todas las vitaminas liposolubles fue alta, en especial para la vitamina D (98,5%) y la vitamina E (91,8%) (Cuadro 11).
Se encontró asociación entre el sexo y las categorías de adecuación para las vitaminas A y E, siendo mayor el porcentaje de deficiencia en los hombres que en las mujeres (p<0,05). En las vitaminas A y E, no existe una diferencia clara o tendencia entre los grupos de edad, la mayoría se mantiene en categorías de déficit. En vitamina D, la totalidad de la población a partir de 35 y hasta 65 años, se encontró en inadecuación por déficit (Cuadro 11).
1.8.2. Vitaminas hidrosolubles
En el Cuadro 12, se presentan los resultados del consumo promedio para las vitaminas hidrosolubles: Tiamina (B1), Riboflavina (B2), Niacina (B3), Piridoxina (B6), Folatos (B6) y vitamina C. En todas las vitaminas del complejo B, los hombres presentaron un consumo superior que las mujeres (p<0,05). Mientras que en el consumo de vitamina C, no hubo diferencia por sexo.
En cuanto a las diferencias por grupo de edad, se observó una disminución del consumo promedio entre los grupos extremos para la B1, B2, B3 y B6; mayor en las personas de 15-19 años y significativamente menor entre 50-65 años. Para los folatos y la vitamina C, no se encontraron diferencias por edad (Cuadro 12).
En el Cuadro 13, se muestran los porcentajes de población, por sexo y edad que resultaron con un consumo inadecuado por déficit o exceso de vitaminas. La mayoría se ubicó en la categoría de exceso mientras que el déficit en las vitaminas hidrosolubles fue bajo. En los hombres, con excepción de la riboflavina, predominó el exceso. En las categorías de adecuación en tiamina y piridoxina se encontró asociación con los grupos de edad, en estos, el exceso en tiamina fue mayor de 15-19 años que de 50-65 años (96,8% vs 85,8%) y también en piridoxina (80,1% vs 56,9%).
En el Cuadro 14, se presenta el porcentaje de población según niveles de adecuación del consumo de folatos y vitamina C. En folatos, la mayoría presentó inadecuación por déficit (39,5%) o por exceso (31,8%), mientras que en la vitamina C, la mayoría se ubicó en exceso (78,7%). Para estas vitaminas sólo se encontró asociación entre la adecuación de folatos y el sexo. La mayoría de los hombres presentó exceso (44,9%), mientras que, la mayoría de las mujeres clasificó en déficit (51,7%).
2. Comidas principales y meriendas
En la Figura 4 se presentan los tiempos de comida que comprende tanto las comidas principales (desayuno, almuerzo y cena) como las meriendas (antes del desayuno, matutina, vespertina y nocturna) según los R24h separados por visita. La mayoría de los encuestados realizan 3 o menos comidas al día (48,5% y 58,3%) en la primera y segunda visita respectivamente.
El almuerzo es la comida que predomina en la ingesta diaria con 97,1% y 96,6% en las dos visitas respectivamente, sin mayores diferencias entre los sexos. Le siguen en orden decreciente el desayuno y la cena. La merienda vespertina es la que más se reportó en ambas visitas (42,8% y 34,7%), siendo las mujeres quienes más meriendan antes y después del desayuno (Cuadro 15).
En el Cuadro 16, se observa la contribución energética y porcentual de macronutrientes para cada tiempo de comida principal y las meriendas en general. El almuerzo constituye la comida con mayor aporte calórico y porcentaje de proteína, seguido por la cena. El desayuno constituye la comida con un aporte cercano al 25% de las calorías consumidas en promedio, con el mayor aporte de grasas y una contribución normoproteica. Finalmente, las meriendas tienen un aporte considerable de calorías, provenientes principalmente de los carbohidratos.
La mayoría de los encuestados hacen tres comidas principales, 81,5% en la primera visita y 77,6% en la segunda y, predominó en los hombres. El almuerzo fue la comida que más se ingirió y la cena fue la que más se omitió. Entre 18,5% y 22,4% de los encuestados en ambas visitas no hacen las tres comidas principales (Cuadro 17).
Dentro de las preparaciones más frecuentes en el desayuno, se encuentran: la arepa rellena (principalmente con queso), pan o sándwich (por lo general relleno con queso) y la empanada (en su mayoría de carne). Acompañada por lo general de una bebida caliente como el café.
En cuanto a los alimentos más frecuentemente consumidos en el almuerzo se encuentran: el pollo (guisado, asado, frito, etc.), arroz blanco sancochado, plátano (Tajada, sancochado, tostón, etc.) y bebidas gaseosas.
En la cena la mayoría consume alguna preparación similar al desayuno como arepas rellenas con queso o huevo; pan o sándwich con jamón y queso, y en menor proporción preparaciones tipo almuerzo como arroz con pollo y plátano, o pasta con carne y plátano. De igual modo, la bebida más frecuente en este tiempo de comida son las gaseosas.
3. Frecuencia de consumo de las bebidas
La bebida que más consumió la población estudiada fue el agua, seguida por las bebidas azucaradas tipo jugos de frutas naturales (87%), bebidas carbonatadas (86%) como gaseosas, energizantes y malta, después las bebidas calientes: café negro e infusiones (75%) y bebidas no carbonatadas (69%) como las hidratantes, polvos para preparar bebidas, gelatina o té frío; seguido por jugos pasteurizados (63%) y bebidas con bajo gradiente alcohólico como vino y cerveza (53%) y en menor proporción otras variedades (Figura 5). En el gusto del venezolano predominó la elección de bebidas azucaradas, que como se puede observar fueron una importante fuente de carbohidratos simples.
El agua se consumió 6/veces/día, seguida por bebidas calientes con azúcar y sin leche, tales como café o té; y jugos de frutas naturales con azúcar 1/vez/día (Cuadro 18).
En ambos sexos el agua se consumió 6/veces/día, seguida por las bebidas carbonatadas con azúcar (1vez/día), las de bajo gradiente alcohólico y los jugos pasteurizados con azúcar, siendo el consumo significativamente superior en los hombres (Cuadro 18).
En las regiones, el agua también fue la bebida que más ingirieron en promedio 7/veces/día en la región Occidental, 6/veces/día en las regiones Guayana, Central y Oriental y 5/ veces/día en los Andes (Cuadro 19).
Otras bebidas con una frecuencia de consumo alta fueron las bebidas calientes con azúcar y sin leche (Central 2/veces/día), jugos de frutas naturales (2/veces/día, Los Andes), bebidas gaseosas con azúcar (Centro Occidental) y las de bajo gradiente alcohólico (Central).
En el NSE alto, el agua se consumió 7/veces/día, seguido por el medio y bajo con una frecuencia de 6 veces/ día. El NSE alto también ingirió bebidas calientes con azúcar y sin leche, jugos de frutas naturales con azúcar y bebidas de alto gradiente alcohólico. Al contrario, el NSE bajo tomó preferiblemente bebidas calientes sin azúcar y sin leche 1/vez/día (Cuadro 20).
El consumo de las bebidas calientes con azúcar y sin leche fue superior entre 35-49 y 50-65 años (2/veces/día), de 20 a 34 años las bebidas carbonatadas con azúcar (1/vez/día) y en los más jóvenes de 15 a19 años las no carbonatas con azúcar (Cuadro 21).
Este estudio muestra una panorámica de la situación alimentaria del venezolano en 2015, como línea base para la evaluación de los cambios que se vienen presentando en los últimos años. El comportamiento alimentario es inadecuado, está asociado al sexo, grupo de edad, región geográfica, al nivel educativo y socioeconómico.
En los últimos años Venezuela se ha visto inmersa en una situación de crisis política y socioeconómica que ha deteriorado el nivel de bienestar de la población. Desde el año 2012 se empezaron a ver los cambios negativos en la reducción del consumo de alimentos, que se acentuaron entre 2014 y 2015. La tendencia de contracción del crecimiento económico y el aumento de la inflación ha ocasionado una disminución progresiva del ingreso real, con la consecuente pérdida de la capacidad de compra. Esto ha traído como consecuencia, que los rubros de los alimentos han sido los más afectados por la alta inflación, situación que limita cada vez más, el acceso a una dieta suficiente y de calidad, que cubra los requerimientos de energía y nutrientes de la familia (20).
La malnutrición por déficit o exceso no sólo afecta a la salud, sino también al ámbito psicosocial. Un adecuado estado de salud y nutrición es vital para el desarrollo económico y social de la población.
En esta investigación la ingesta promedio de energía fue de 1925 kcal/persona/día, inferior a las 2253 kcal reportadas en el mismo año por la Encuesta Nacional de Consumo de Alimentos (ENCA) realizada por el INE (5). En general los hombres presentaron una ingesta de energía y macronutrientes superior que las mujeres. Los aportes de energía, proteínas y grasas siguen una progresión decreciente a medida que aumenta la edad del grupo al que pertenecen, más acentuadas en los hombres que en las mujeres.
Este comportamiento reportado en estudios venezolanos y latinoamericanos (6,14), se explica por la presencia de factores biológicos y culturales que establecen diferencias por sexo y edad, cuyas desviaciones pueden significar riesgos para la salud. Por ejemplo, las mujeres en edad fértil en ELANS, reportan déficit en la ingesta de micronutrientes, que es un riesgo potencial para enfrentar el embarazo, en tanto que, el estado nutricional pre-concepcional es un potente marcador epigenético que determina las consecuencias en la salud futura del nuevo ser y de la madre (21).
El consumo de carbohidratos fue diferente según nivel socioeconómico, debido al alto consumo en el nivel social más favorecido. Por lo general los hogares pobres están privados de beneficios socio-culturales y enfrentan serias dificultades relacionadas con la calidad y variedad de la alimentación, la vivienda, educación, servicios de salud, con indudables limitaciones para satisfacer sus necesidades básicas, haciéndolos más vulnerables desde el punto de vista nutricional (22).
La diferencia más importante en el consumo de energía, proteínas y grasas se encontró entre el nivel de educación superior con un consumo más alto que el grupo de menor nivel educativo, pero en carbohidratos el consumo es uniforme en todos los niveles.
En la ingesta de energía se encontró un gradiente significativamente decreciente desde los más altos Andes y Central (2114 y 2116 kcal), seguido por Occidental, Los Llanos, Capital, Oriental y Guayana que registró la ingesta más baja (1688 kcal. Esta tendencia entre regiones también se presentó en proteínas, grasas y carbohidratos.
La ingesta de energía fue baja en 79,2% de la muestra y alta sólo en 6,1% y, más intenso en los hombres (85,7% vs 72,9%), pero con tendencia a disminuir al incrementar la edad. En Guayana se encontró la prevalencia más alta de déficit (92,1%) y, la más baja en los Andes (74,5%) y Central (68,8%). El impacto geográfico se muestra en la ingesta de energía, así la región más rural y con menor producción de alimentos presenta la inadecuación más alta.
En la adecuación de proteínas sólo 25,6% de la muestra clasificó con déficit y 39,8% en exceso. Los hombres resultaron con mayor déficit y las mujeres con mayor exceso, pero el déficit se incrementó en forma progresiva hasta 36,3% en los adultos de 50-65 años. En los NSE medio y alto se concentró el exceso en el consumo de proteínas. Aun cuando la adecuación proteica superó el requerimiento, el déficit calórico observado puede resultar en un aprovechamiento biológico inadecuado de las proteínas, al ser metabolizadas como fuente de energía para compensar el déficit calórico (23).
Igualmente el promedio de ingesta de fibra fue bajo de apenas 5,4 g, inferior a la recomendación general de 25 a 35 g/día. El consumo de ácidos grasos, en su mayoría fue del tipo saturados y el aporte de las grasas saturadas de 12,6% superior a la recomendación internacional de 10%, lo cual pudiera estar determinado por el alto consumo de proteína animal, mientras que la ingesta de colesterol de 250 mg, menor a la recomendación de 300 mg/día. Los ácidos grasos y el colesterol disminuyeron sus valores promedios con la edad.
En los hombres se detectan factores de riesgos asociados en la dieta, tales como, mayor prevalencia de déficit de energía, mayor consumo de ácidos grasos saturados y colesterol, que se acentúa entre los 35 y 50 años.
Las deficiencias en los minerales fueron mayores en mujeres, calcio (92,9%), hierro (42,2%) y zinc (76,6%).
Las ingestas promedio más altas de calcio, hierro, sodio y zinc se encontraron en el grupo de 15-19 años y no disminuyeron con la edad. La ingesta más baja de calcio se encontró de 35-49 años, mientras que, en hierro, sodio y zinc se ubicó de 50-65 años. Los valores de los minerales disminuyeron a medida que desciende el estrato social, más pronunciado en calcio y potasio entre grupos extremos. Las regiones Guayana y Oriental presentaron los promedios más bajos en todos los micronutrientes. En relación al zinc, es importante mencionar que el porcentaje de la población en déficit pudiera estar relacionado al requerimiento establecido en Venezuela, que es más elevado al establecido en 2001 por el Institute of Medicine de 11 mg/día para los hombres, comparado a 15 mg/día según las guías venezolanas y 8 mg/día para las mujeres, respecto a 12 mg/día de acuerdo a las recomedaciones locales (19, 24).
Las encuestas del Instituto Nacional de Estadística (ESCA, ENCA) confirman la disponibilidad muy baja de los alimentos fuentes de calcio para este período; incluso en la ENCA del 2015 el consumo promedio de calcio de 612,3 mg/día y la adecuación de 58,3% es menor que en EVANS. Esto constituye una situación de alerta para los organismos planificadores y tomadores de decisiones en el área alimentaria y nutricional, debido a las consecuencias para la salud y nutrición de la población (5,6).
Los hombres presentaron un consumo significativamente más alto de vitaminas A, D y E y la prevalencia de déficit fue alta en todas las vitaminas liposolubles, en especial para las vitamina D y E (98,5% y 91,8%). En los hombres el déficit de vitamina D fue superior que en las mujeres y a partir de los 35 años, la totalidad de la población presentó déficit. El bajo nivel de vitamina D es un problema global de salud pública en todas las edades, particularmente en personas del Medio Oriente, aun cuando en la mayoría de las regiones no hay información en especial, Sur América y África (25).
En todas las vitaminas del complejo B, los hombres presentaron un consumo superior que las mujeres, mientras que, en la vitamina C no hubo diferencia por sexo. Las vitaminas del complejo B siguen una progresión decreciente a medida que avanza la edad. En folatos y vitamina C, no se encontraron diferencias por edad. El déficit en las vitaminas hidrosoluble fue bajo. En folatos, la mayoría presentó inadecuación por déficit (39,5%) o por exceso (31,8%) y, en la vitamina C predominó el exceso (78,7%). En estas vitaminas sólo se encontró asociación entre la adecuación de folatos y sexo. La mayoría de los hombres presentó exceso (44,9%) y, la mayoría de las mujeres déficit (51,7%).
Al comparar con el total de los ocho países, el nivel de inadecuación de la ingesta de los micronutrientes también es alto. Por ejemplo, la vitamina A presenta un nivel de inadecuación de 52%, la vitamina D presenta una alta inadecuación en todos los países, el calcio presenta una alta variabilidad, Argentina el porcentaje más bajo (70%) y los más altos en Costa Rica y Perú, 95-97% respectivamente. Brasil, es el país con mayor inadecuación de hierro, significativamente asociado al nivel socioeconómico (25, 26).
Igualmente llama la atención la vulnerabilidad en el grupo de 50-65 años que acumula el mayor déficit en macro y micronutrientes y presentan la mayor vulnerabilidad socioeconómica y educativa, condición que los predispone a las enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición.
La mayoría de los encuestados realizan 3 o menos comidas al día en ambas visitas. El almuerzo fue la comida que predominó en la ingesta diaria, seguida en orden decreciente por el desayuno y la cena. Se observa un efecto de preservación de la comida fuerte del día, mientras que la cena es la comida más sacrificada, por lo tanto, cerca de 20% de los venezolanos en 2015 se acostaban sin cenar y con hambre. Estos datos coinciden con otros estudios en el mismo periodo (20).
En este estudio se observan diferencias en la dieta entre los estratos sociales, con un consumo superior en los estratos de mejor nivel. Además la situación alimentaria de la población urbana en el interior del país, en zonas como Guayana, Oriente y los Llanos está más comprometida que en la Capital, aun cuando, en las regiones de los Andes y Central el nivel de consumo es mejor, debido en parte, a que son zonas productoras de alimentos, en las cuales, los precios son más económicos y existe una mayor disponibilidad de frutas, tubérculos, legumbres y hortalizas.
Las bebidas azucaradas aparecieron como una importante fuente de carbohidratos simples, esto viene reforzado por la costumbre del comensal venezolano que acompaña las comidas con jugos de frutas naturales o bebidas gaseosas 1/vez/día (27).El estudio EVANS 2015 muestra una reducción importante en el consumo de macro y micronutrientes, más intenso en los estratos sociales y niveles educativos más bajos y adultos mayores, semejante a otros estudios en el mismo período. (20).
Igualmente llama la atención, el bajo consumo de energía y de nutrientes esenciales en los grupos de población más joven y la mayor vulnerabilidad de las mujeres debido a un perfil complejo de deficiencias en nutrientes específicos tales como, calcio, hierro y zinc. Estos resultados representan un alerta ante el creciente deterioro en la alimentación del venezolano, que compromete su estado nutricional y de salud, generando un incremento de las enfermedades por deficiencias de macro y micro nutrientes que afectan el bienestar de la población.
Los resultados del estudio EVANS aportan información que permite conocer los niveles de ingestas inadecuadas de macro y micronutrientes, determinar los grupos vulnerables o de riesgo, planificar programas de recuperación o mantenimiento del estado nutricional, así como también, diseñar políticas públicas basadas en evidencia. Esta línea base, permitirá además, comparar el consumo de alimentos a futuro y evaluar la eficiencia de las políticas públicas diseñadas para tal fin.
Los miembros del Grupo del Estudio ELANS son los siguientes: Coordinadores: Mauro Fisberg, e Irina Kovalskys; Co-coordinadora: Georgina Gómez Salas; Miembros del grupo de investigadores principales de los ocho países: Attilio Rigotti, Lilia Yadira Cortés Sanabria, Georgina Gómez Salas, Martha Cecilia Yépez García, Rossina Gabriella Pareja Torres y Marianella Herrera-Cuenca; Consejo asesor: Berthold Koletzko, Luis A. Moreno, Michael Pratt, y Katherine L. Tucker; Gerentes de Proyecto: Viviana Guajardo, y Ioná Zalcman Zimberg; International Life Sciences Institute (ILSI)-Argentina: Irina Kovalskys, Viviana Guajardo, María Paz Amigo, Ximena Janezic, y Fernando Cardini; Universidad I Salud: Myriam Echeverry- Martin Langsman. Instituto Pensi-Hospital Infantil Sabara-Brasil: Mauro Fisberg, Ioná Zalcman Zimberg, y Natasha Aparecida Grande de França; Pontificia Universidad Católica de Chile: Attilio Rigotti, Guadalupe Echeverría, Leslie Landaeta, y Óscar Castillo; Pontificia Universidad Javeriana-Colombia: Lilia Yadira Cortés Sanabria, Luz Nayibe Vargas, Luisa Fernanda Tobar, y Yuri Milena Castillo; Universidad de Costa Rica: Georgina Gómez Salas, Rafael Monge Rojas, y Anne Chinnock; Universidad San Francisco de Quito—Ecuador: Martha Cecilia Yépez García, María Elisa Herrera Fontana, Mónica Villar Cáceres, y María Belén Ocampo; Instituto de Investigación Nutricional—Perú: Rossina Pareja Torres, María Reyna Liria, Krysty Meza, Mellisa Abad, y Mary Penny; Universidad Central de Venezuela/Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición: Marianella Herrera-Cuenca, Maritza Landaeta- Jiménez, Betty Méndez, Maura Vásquez, Guillermo Ramírez, Pablo Hernández, Carmen Meza, Omaira Rivas, Vanessa Morales, y; Asesor estadístico: Alexandre D.P. Chiavegatto Filho; Análisis de acelerometría: Priscila Bezerra Gonçalves, y Claudia Alberico; Asesor de actividad física: Gerson Luis de Moraes Ferrari. Reconocemos y agradecemos al grupo de asesores externos de ELANS quienes realizaron contribuciones importantes: Beate Lloyd, Ilton Azevedo, Regina Mara Fisberg y Luis A. Moreno.
El Estudio ELANS y los investigadores principales y el consejo asesor, estuvieron apoyados por un grant científico de la Compañía Coca Cola y por el apoyo de las siguientes instituciones: Instituto Pensi/Hospital Infantil Sabara, International Life Science Institute of Argentina, Universidad de Costa Rica, Pontificia Universidad Católica de Chile, Pontificia Universidad Javeriana, Universidad Central de Venezuela (CENDES-UCV)/Fundación Bengoa, Universidad San Francisco de Quito, y el Instituto de Investigación Nutricional de Perú. Los entes patrocinantes no tuvieron ninguna participación en el diseño del estudio, en la recolección de los datos, en el análisis e interpretación de los resultados, tampoco en la escritura del manuscrito ni en la publicación de los resultados.
La contribución de los autores en Venezuela es la siguiente: Marianella Herrera-Cuenca (investigadora principal) del estudio venezolano, Maritza Landaeta-Jiménez (investigador coordinador), Maura Vásquez, Guillermo Ramírez (análisis estadísticos), Pablo Hernández, Carmen Meza, Omaira Rivas (nutricionistas críticos, y colaboraron en el análisis del consumo de alimentos), Betty Méndez, Vanessa Morales, Johanna Rojo (análisis de antropometría y actividad física). Todos los autores revisaron críticamente los manuscritos de este volumen.
Conflictos de interés: Los autores no tienen ningún conflicto de interés que declarar.
Recibido 20-08-2017
Aceptado: 15-04-2018