La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) en su tercera edición, es una contribución de las Universidades Católica Andrés Bello, Universidad Simón Bolívar, Universidad Central de Venezuela y Fundación Bengoa, para obtener información sobre algunas variables relacionadas con el bienestar de los venezolanos. En 6413 hogares en ciudades grandes incluyendo Caracas y las principales del interior del país, ciudades medianas, pequeñas y caseríos, se investiga la composición de la canasta semanal de alimentos y patrón de alimentación según Línea de Pobreza, hábitos alimentarios, hábitos de vida, enfermedades relacionadas y variación del peso. La harina de maíz, arroz y trigo representan 30 % del total de la compra semanal. Entre los diez primeros alimentos que adquieren se encuentran hortalizas (63,9 %) y tubérculos (52 %), superior que los que incluyen proteínas de origen animal, carnes rojas (44,1 %) y aves (43,6 %), grasas (37,5 %), quesos (37,1 %), pescados (32,3 %) y leche 24 %. En 93,3 % de hogares el ingreso no alcanza para la compra de alimentos, 32,5 % de los entrevistados ingiere 2 o menos comidas al día, 48% considera que su dieta es monótona y deficiente y 72 % de los entrevistados refieren que en promedio perdieron 8,7 kg en el último año. En los hogares venezolanos se observa una tendencia regresiva en la compra de alimentos que integran la cesta semanal entre 2014 y 2016 en cantidad (menos alimentos) y en calidad (menor variedad) debido a la imposibilidad de adquirir los alimentos, situación que está generando mayor inseguridad alimentaria y desnutrición en la población más vulnerable. An Venez Nutr 2017; 30(2): 99 - 111.
Palabras clave: Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, alimentación, dieta, inseguridad alimentaria, Venezuela.
The National Survey of Living Conditions (ENCOVI), in its third edition, is a contribution of the Andrés Bello Catholic University, Simón Bolívar University, the Central University of Venezuela and the Bengoa Foundation, to obtain information on some variables related to the Venezuelans standard living conditions. 6413 households were studied in large cities, including Caracas and the main and medium-sized cities, small towns and villages on the country side. The composition of the weekly food basket and feeding pattern was assessed according to the Poverty Line and food habits. Life style, related diseases and weight variation were also evaluated. Corn, rice and wheat flour represent 30 % of the total weekly purchase. Among the first ten foods that households acquire are vegetables (63.9 %) and tubers (52 %), higher than those foods that include proteins of animal origin: red meats (44.1 %) and poultry (43.6 %), fats (37.5 %), cheeses (37.1 %), fish (32.3 %) and milk 24 %. In 93.3 % of households the income was not enough to buy food, 32.5 % of the interviewees eat 2 or less meals a day, 48% report that the diet is monotonous and deficient and 72 % of the subjects stated that on average they lost 8.7 kg during the last year. In Venezuelan households, there is a regressive trend in the purchase of foods that made up the weekly basket between 2014 and 2016 in quantity (less food) and quality (less variety) due to the inability to buy foods, a situation that is promoting food insecurity and malnutrition in the most vulnerable population. An Venez Nutr 2017; 30(2): 99 - 111.
Key words: National Survey on Standard Living Conditions, diet, food insecurity, Venezuela.
Solicitar copia a: Maritza Landaeta-Jiménez, e-mail: mlandaetajimenez@gmail.com
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI), en ausencia de información actualizada, contribuye con información actualizada sobre diversas variables que integran la calidad de vida y el bienestar, entre ellas las relacionadas con la alimentación de los venezolanos. En este momento donde investigar es difícil tanto por falta de recursos humanos como materiales, las Universidades Católica Andrés Bello, Universidad Simón Bolívar, Universidad Central de Venezuela y Fundación Bengoa, se han unido para obtener información metodológicamente correcta sobre algunas variables relacionadas con el bienestar de los venezolanos. La ENCOVI, por sus objetivos y por las características en el abordaje de los diferentes temas que comprenden el bienestar de una población, es una encuesta compleja y larga que necesita optimizar el instrumento de recolección de datos y al mismo tiempo, garantizar que la información obtenida permita mostrar de la manera más confiable la situación en cada una de las áreas de estudio. (1,2)
Los métodos para la evaluación del consumo de alimentos tales como el recordatorio 24 horas o los cuestionarios de frecuencia de consumo, implican una metodología compleja, laboriosa y costosa que puede no ser factible cuando se integran diferentes áreas de estudio. Una de las maneras de obtener información sobre la situación alimentaria en un contexto determinado es evaluar la seguridad alimentaria (SA), el patrón de intención de compra y las condiciones de bienestar de una población a través de los diferentes instrumentos disponibles para tal fin. La SA, es un concepto que constituye el acceso en todo momento a alimentos suficientes y saludables para todos y se analiza a través de cuatro dimensiones: el acceso y la disponibilidad de alimentos, la biodisponibilidad y la constancia en las tres anteriores (3).
Desde la perspectiva de la SA, es posible caracterizar a los hogares en cuanto a la capacidad y orientación para la adquisición de los alimentos, lo que constituye así un nivel crucial en la información, que permite determinar el deterioro en el acceso a los alimentos. Sin embargo el detrimento o mejoría en la adquisición de los mismos, constituye un determinante esencial de la ingesta, por cuanto las adaptaciones que debe realizar el hogar ante una situación de inseguridad alimentaria, pueden ultimadamente llegar a impactar el estado nutricional y de salud de los miembros del hogar (4-6).
En Venezuela, los últimos años han marcado un profundo deterioro en las condiciones de vida de los venezolanos, siendo alarmante la reducción en la disponibilidad y en el acceso a los alimentos por un lado y la calidad del patrón de compra semanal por el otro (7-9). Según las agencias internacionales de salud y alimentación, Venezuela es el único país de América Latina y el Caribe con tres cifras de inflación en alimentos. La alta inflación y la baja disponibilidad de los alimentos básicos a precios accesibles, se traduce en la imposibilidad de las familias de adquirir los alimentos indispensables para cubrir las necesidades básicas de sus integrantes (10).
Así como ha ocurrido en otros países, donde las brechas entre los grupos poblacionales en el acceso a condiciones de vida adecuada son amplias, en nuestro país, es importante aproximarse a una medición que pueda dar cuenta del deterioro de la población, más aún, en medio de una alta inflación. De esta manera, la pérdida de peso que ocurre cuando el acceso a los alimentos en los hogares está restringido por diferentes causas, como la imposibilidad de pagar el elevado costo de los mismos, la escasez de algunos rubros importantes para conservar la tradicional dieta de los individuos o la inconsistencia en la obtención de los beneficios de alimentación, es un elemento importante a evaluar tal y como ha ocurrido en otros países que han enfrentado crisis alimentarias (11).
La encuesta ENCOVI, permite acceder a la información sobre condiciones de vida y bienestar a través de sus diferentes secciones, en particular las secciones de salud, pobreza, educación y alimentación guardan una importante relación para el análisis de las condiciones en las cuales transcurre la vida de los venezolanos (1). El objetivo es conocer cómo se realiza la alimentación en los hogares, hábitos de alimentación, estrategias de ajuste alimentario y sus consecuencias sobre la salud y bienestar.
La población objetivo de la ENCOVI 2016 corresponde a las personas residentes habituales en las viviendas particulares ubicadas en los cuatro dominios de estudio establecidos para esta encuesta: ciudades grandes incluyendo Caracas y las principales del interior del país, ciudades medianas, ciudades pequeñas y caseríos. La muestra estuvo constituida por 6.714 hogares, seleccionados por un muestreo aleatorio polietápico. La selección aleatoria y por estratificación polietápica, garantiza la representatividad de los diferentes segmentos poblacionales, para de esta manera comprender el comportamiento de los hogares en las distintas variables del estudio (12).
El cuestionario de la ENCOVI 2016 en la sección de alimentación contiene las siguientes preguntas: Primeros 10 alimentos que compró y su cantidad (para determinar las características de la alimentación), comidas que suele hacer diariamente, número de veces que come fuera del hogar (para determinar los hábitos de alimentación), monto en bolívares que gasta diariamente en comidas fuera del hogar, si considera que es suficiente o no el ingreso de la familia para la adquisición de alimentos dentro y fuera del hogar, si ha tenido o no alguna enfermedad por el consumo de alimentos y la variación del peso en el último año.
El análisis del patrón de compra semanal en los hogares y de las características de alimentación, se hace para la muestra global y desagregada según las categorías del método Línea de Pobreza (1,2) y el patrón de compra de alimentos se asoció a las características de los hogares, con la finalidad de evaluar la tendencia en la adquisición del 2016 y su comparación con estudios anteriores.
Los hogares con referencia a los niveles de ingreso por línea de pobreza (LP) (1,2), se agrupan en tres categorías: -Hogares pobres extremos, cuyo ingreso per cápita no alcanza el valor de una Canasta Alimentaria Normativa per cápita (CAN pc).-Hogares pobres no extremos, cuyo ingreso per cápita es igual o superior a la CAN pc, pero menor que dos veces ese umbral y -Hogares no pobres, en los que el ingreso per cápita es mayor o igual a dos veces la CAN pc.
El conglomerado de alimento se analiza según el grado como sus integrantes se adhieren al consumo de ciertos alimentos, según criterios establecidos en algunas investigaciones (13,14), que consideran los puntos de corte siguientes para clasificar los hogares de acuerdo al porcentaje que adquieren del producto: Si el porcentaje es > 75% el conglomerado califica como consumidor. Si el porcentaje es 50% < % hogares < 75% califica como consumidor moderado. Si el porcentaje hogares < 50% califica como no consumidor. En el contraste entre las variables por categorías de pobreza se aplica la prueba Chi-cuadrado.
La composición de la canasta semanal de alimentos en el hogar, se investigó en una muestra de 6413 hogares. La harina de maíz y derivados fueron adquiridos por 84% de los hogares, seguido de alimentos que son también fuente importante de carbohidratos como el arroz y derivados (71 %) y la harina de trigo y derivados (70 %) que incluye distintas variedades de pan y pastas. Estos tres grupos de alimentos representan aproximadamente la tercera parte del total en la canasta semanal de los veinte primeros alimentos reportados en la compra.
En la dieta del venezolano de 2016, entre los diez primeros alimentos que los hogares adquieren semanalmente destacan las hortalizas (63,9 %) y los tubérculos (52 %), los cuales representan un porcentaje mayor de compra que las proteínas de origen animal, carnes rojas (44,1 %) y aves (43,6 %), básicamente pollo. También superior al porcentaje en las grasas (37,5 %), aceites, margarinas, mantequilla, mayonesa, así como, de otras fuentes proteicas tales como quesos (37,1 %) y pescados (32,3 %). Igualmente llamó la atención que solamente 24% de los hogares incluyen la leche en la lista de compra, resultado muy preocupante debido a la importancia de este alimento para la alimentación complementaria de los niños, así como también, por ser una de las principales fuentes de proteínas, calcio y ácidos grasos, esenciales para el crecimiento y desarrollo adecuado de la población infantil. (Cuadro 1).
Por otra parte, un grupo muy pequeño de hogares incluye la compra de azúcares (31,3 %) y huevos (23,6 %), y menor aún, los que dicen comprar frutas (18,8 %) y leguminosas (14,6 %). Esta disminución en la compra de leguminosas tiene un impacto en la calidad de la dieta, debido a que tradicionalmente se utilizan como sustitutos de la proteína animal. Además, se observa una contracción severa en la compra de alimentos, por consiguiente cae la ingesta y se limita la posibilidad que los integrantes del hogar puedan cubrir los requerimientos de energía y proteínas de alto valor biológico, así como la de otros nutrientes, tales como vitaminas y minerales, entre ellos, hierro, calcio y ácido fólico. (Cuadro 1).
En 2016 el porcentaje de hogares que manifestaron tener acceso seguro a los alimentos disminuyó significativamente debido al costo de los productos y a la dificultad para obtener el alimento en la red pública a precios subsidiados. En efecto, 8 de cada 10 hogares incluyen en su lista de compra semanal harinas de maíz, arroz y trigo, 6/10 hortalizas, 5/10 tubérculos, 4/10 carne, pollo, grasas, queso y pescado, 3/10 azúcar, 2/10 leche, huevos y frutas y 1/10 embutidos, leguminosas y café.
En estas condiciones sólo una cuarta parte de los hogares acceden a alimentos que permiten disfrutar de una dieta equilibrada y variada, mientras que la gran masa de hogares sortea serios inconvenientes para cubrir una dieta de baja calidad nutricional.
En los hogares venezolanos se observa una tendencia regresiva en la compra de alimentos que integran la cesta semanal entre 2014 y 2016, tanto en la cantidad (menor número de alimentos) como en calidad (menor variedad). En el transcurso de estos tres años, los hogares han tenido que subsistir en medio de una inflación de tres dígitos, que reduce el poder de compra y genera una serie de ajustes y desajustes en la dinámica del hogar, tanto en la compra de alimentos como de otros enseres. (Cuadro 2).
La disminución en la compra de alimentos entre los años 2014 y 2015, mostraba las implicaciones de la crisis económica en la adquisición de alimentos, en especial en alimentos fuentes de proteínas vegetal o animal: leguminosas (-23%), carnes (-18%), quesos (-17%), pollo (-13%), así como también, en las grasas (-12%). Esta contracción es aún mayor entre 2015 y 2016, periodo en el cual, se produce un quiebre significativo en el patrón de adquisición de alimentos, que se manifiesta de forma dramática en aquéllos alimentos que proveen proteínas de alto valor para el crecimiento, desarrollo y mantenimiento de funciones en el organismo tales como, lácteos (-44%), leguminosas (-39%), pollo (-37%), huevos (-32%), carnes (-28%), y presenta además una disminución adicional muy importante en lo que se refiere a las grasas (-47%) y frutas (-34%). El descenso generalizado, aparece con menos intensidad en los carbohidratos como harina de maíz y cereales (-8%), harina de trigo y derivados (-12%), arroz y otros (-15%). (Cuadro 2, Figura 1)
A continuación se describen las características socioeducativas, económicas y de hábitos de alimentación que se observan en los hogares al aplicar la agrupación por niveles de LP.
Hogares en pobreza extrema. Entre sus características pueden señalarse las siguientes: 42% tiene más de una necesidad básica insatisfecha, y un alto porcentaje (69 %) se ubica en los quintiles de menores activos, descritos en términos de los bienes en el hogar y de los años de escolaridad que ha completado el jefe de hogar, Q1 (43 %) y Q2 (26 %). El clima educativo prevalente es de nivel medio (60 %). Menos del 40% de estos hogares refiere que ingiere dos o menos comidas diariamente, con un factor de impacto biológico agravante, como es que 78 % de las personas que integran estos hogares en pobreza extrema, reportan haber perdido peso en el último año. En esta categoría se encuentran 56 % de los hogares participantes en el estudio, pero además cuatro de cada diez hogares, tienen en promedio 5 o más miembros, mayor que en la población total, en la cual, solo 34 % de los hogares tiene 5 miembros o más y 36 % de los hogares pobres extremos tiene un jefe de hogar mujer (JHM), valor ligeramente superior a lo observado en la población total (35 %).(Figura 2).
Hogares en pobreza no extrema: Un poco más de la mitad de estos hogares (54,5 %) tiene las necesidades básicas cubiertas, sin que dejen de ser importantes los hogares con una necesidad insatisfecha (23 %), o con más de una necesidad básica insatisfecha (22,6 %). Comprende un menor número de hogares que la anterior (26 %) y en la jerarquía social tienen un nivel más alto que la anterior. Un poco más de la mitad de los hogares se sitúan en los quintiles Q3 (19,2 %), Q4 (17,0 %) y Q5 (16,2 %), mientras que en los niveles de activos más bajos Q1 se ubican (27,3 %). La mayoría reporta que come 3 veces al día (74 %) y en menor proporción hogares que hacen 2 o menos comidas al día (26 %). Llama la atención el alto porcentaje de personas que reportan pérdida de peso en el último año (70 %). El clima educativo imperante es en su mayoría medio (47 %) y alto (30 %). La jefatura del hogar en su mayoría la ejerce un hombre (66 %), y el tamaño del grupo familiar varía entre tres y cuatro personas en aproximadamente la mitad de los hogares (49 %). (Figura 2).
Hogares no pobres: La integran hogares con un bajo peso porcentual en la población (14,5 %). Se distinguen por la satisfacción plena de sus necesidades básicas (73 %) y 27 % no las tiene, esto da cuenta de cómo la crisis afecta incluso a los estratos altos. El perfil de activos en más de la mitad de estos hogares se concentra en los quintiles más altos Q5 (19,5 %) y Q4 (34,7 %). Prevalece un clima educativo alto (52 %), pero persiste una porción importante de hogares con clima educativo medio (37 %). La jefatura del hogar en general la ejerce un hombre (72 %).
La Figura 3 muestra el porcentaje de hogares que adquieren semanalmente cada uno de los veinte alimentos y sus derivados según LP. Se observa, que desciende el porcentaje de hogares que adquiere alimentos fuentes de proteínas, de hortalizas y fruta al incrementar el nivel de pobreza, siendo la tendencia a la disminución muy importante. Al mismo tiempo que se presenta una tendencia al incremento en el patrón de compra de alimentos fuente de carbohidratos, tales como cereales (harina de maíz y arroz y derivados), leguminosas y tubérculos y al contrario, disminuye la compra de carnes, grasas, lácteos, azúcares y huevos.
En el Cuadro 3, se presenta la calificación del conglomerado de hogares según el grado como sus integrantes adhieren la compra de ciertos alimentos. Se observa, que el venezolano en 2016 es habitualmente consumidor de alimentos derivados de la harina de maíz y otros cereales, que los adquiere en 75 % y más (84 %) y consumidor moderado de otras fuentes de carbohidratos tales como arroz y derivados (71 %), harina de trigo y derivados (69,7%), hortalizas (63,9 %) y tubérculos (52 %). Pero no es consumidor de alimentos esenciales en la dieta tales como proteínas de origen animal y/o vegetal (carnes rojas (44,1 %), carnes de aves (43,6 %), pescado (32,3 %), lácteos (24,1 %), huevos (23,6 %), leguminosas (14 %) y también ha dejado de adquirir grasas (37,5 %), azúcares (31,3 %) y frutas (18,8 %), ya que todos estos los adquieren en una cantidad menor al 50 % de la compra, con efectos negativos en la calidad de vida y salud de los venezolanos.
El comportamiento del patrón general se repite en los grupos sociales, pero la diferencia más relevante es que los no pobres aparecen en la categoría de consumidores moderados de carnes y aves, alimentos que no los adquieren en los hogares pobres no extremos y extremos. En la compra de alimentos se encuentra una fuerte reducción en la medida que se desciende en el nivel de pobreza, y es más amplia la brecha entre los hogares pobres y los no pobres en alimentos fundamentales de una dieta equilibrada, tales como carnes rojas, carnes de aves, hortalizas y frutas. (Figura 3).
La harina de maíz, el arroz y sus derivados son comunes en la alimentación de los distintos grupos sociales, sin embargo existe una mayor propensión de los hogares en pobreza extrema para incluir en su lista de compra estos alimentos. Los hogares de todos los grupos sociales pueden calificarse como no consumidores de lácteos, debido a los bajos porcentajes de hogares que incluyen en la lista de compra a estos productos, aun cuando en los más pobres se observa un leve incremento en los lácteos y también en grasas y azúcar.
En 2016 ocurre una modificación en el patrón de compra, debido a una migración en mayor o menor grado en los hogares hacia la compra de tubérculos y hortalizas en todos los grupos sociales, que desplazan en importancia a las carnes y otros productos fuentes de proteína animal.
El perfil de consumo de los 20 primeros alimentos que integran la lista de compra semanal para el año 2016, es esencialmente similar entre hogares en pobreza no extrema y los no pobres LP (Chi-cuadrado de homogeneidad p-valor> 0,05). Sin embargo, el perfil de consumo de estos dos grupos sociales difiere significativamente del correspondiente a los hogares en pobreza extrema LP (p = 0,000). Este resultado puede apreciarse en la Figura 3, en la cual, la proporción de hogares en pobreza no extrema que adquiere cada uno de los veinte alimentos considerados, casi no difiere de la misma proporción en el grupo de hogares no pobres LP, excepto en arroz, grasa, leche y derivados, en los cuales, el nivel de consumo del grupo en pobreza no extrema se parece más al de los pobres extremos.
En 2016, se demostró que existen diferencias significativas en el perfil de consumo de los 20 primeros alimentos que integran la lista semanal, entre hogares de las tres categorías según LP (Cuadro 3, Figura 3). Estas diferencias se deben fundamentalmente a cambios relativos en el consumo de las tres agrupaciones, que refieren un descenso en el consumo de grasas al pasar de no pobres a pobres no extremos (-20,4 %) y en menor grado, entre pobres extremos y no extremos, así como también, al incremento en el consumo de embutidos y enlatados en la medida que disminuye el nivel de ingresos, más marcado aún, entre las categorías de pobreza no extrema y pobres extremos.
El ingreso del hogar no alcanza para la compra de alimentos, así lo expresan 93,3 % de los entrevistados, quienes lo consideran como el primer obstáculo para el acceso a los alimentos, situación que incrementa la vulnerabilidad e inseguridad alimentaria en los hogares bajo estudio. (Figura 4).
La percepción de inseguridad alimentaria debida a la insuficiencia del ingreso, se presentó en un grado significativamente mayor al pasar del nivel no pobres a pobreza no extrema (78 % a 87 %) y aumentó hasta 93 % en los hogares en pobreza extrema. Estos datos son sumamente importantes para caracterizar la capacidad de los hogares para adquirir alimentos, que se encuentra muy comprometida al término de esta investigación de campo.
Los participantes en este estudio, en su mayoría manifiestan que ingieren tres comidas o más al día (67,5 %) (Cuadro 4). Sin embargo la proporción de personas que dicen comer tres comidas principales y meriendas es menor que en 2015, en especial el desayuno es la que disminuyó más en porcentajes desde 94,3 % a 78,1 %, muy negativo para la alimentación, debido a que la persona tiene cuando menos 14 horas de ayuno (Cuadro 5).
Por otra parte, 32,5 % de los informantes refieren que ingerían dos o menos comidas al día (Figura 6), condición que expresa la acelerada contracción alimentaria que padecen los hogares. La mayoría de estas personas provienen de hogares en pobreza extrema (70,8 %) y pobreza no extrema (21 %), también 72 % de los hogares perciben ingresos en los quintiles más bajos Q1 (49,2, %) y Q2 (23 %) y, el clima educativo en su mayoría se ubica en los niveles medio (58,9 %) y en menor grado bajo (24 %).
El porcentaje de personas que hacen 2 o menos comidas/día se incrementa a medida que se profundiza la pobreza desde 19% a 39,8% (no pobres y pobreza extrema) respectivamente (Cuadro 5). En el quintil más bajo (Q1), la situación es aún más crítica, ya que más de la mitad de las personas ingiere dos o menos comidas al día y de estas personas 86 % refieren haber perdido peso, debido a la imposibilidad de cubrir las necesidades de calorías y nutrientes para el mantenimiento de su salud.
La proporción de personas que refieren inseguridad alimentaria debido a la falta de acceso a los alimentos se incrementa rápidamente desde 12,1% a 32,5% entre 2015 y 2016 (Figura 6). El impacto en el contingente de personas en situación de hambre se manifiesta por el incremento desde 1,5 a 9,6 millones de venezolanos que no pueden satisfacer sus necesidades diarias de calorías y nutrientes.
La proporción de personas que disfrutaban de comidas fuera del hogar con una periodicidad variada, se redujo desde 44,6%, 35,9 a 19,3% entre 2014 y 2016, sin embargo es muy importante que 8 de c/10 personas debido a la precariedad del ingreso nunca comen fuera del hogar (Cuadro 6).
El promedio del gasto de las tres comidas fuera del hogar en el último lapso (2015-2016) aumentó 622% (2.642 a 14.909 Bs), debido a la alta inflación que ha provocado el incrementó de los precios en los expendios de comidas. (Cuadro 7).
En los resultados de 2016, impresiona la percepción cada vez más negativa por parte de los entrevistados de su alimentación, 48% considera que es monótona y deficiente, mientras que en 2015 la percepción fue de sólo 17,4%. Esto parece ser una consecuencia del ajuste en la cantidad y la drástica reducción en la variedad de los alimentos que ocurrió durante el año 2016, lo cual dificulta el cumplimiento de los principios básicos de la alimentación, tales como variedad y equilibrio (Cuadro 8).
La limitación en el acceso, genera inseguridad alimentaria, que impacta no solamente en la cantidad de alimento que se consume (raciones más pequeñas), sino también, en la calidad de la misma, debido a su poca variedad y baja frecuencia de alimentos fuentes de nutrientes indispensables, para el crecimiento y desarrollo de los niños y el mantenimiento saludable de los adultos.
53 % entre 2014 y 2015 y aumenta hasta 60,6% en 2016. (Cuadro 9).
De los encuestados en el estudio, aproximadamente 7 de cada diez manifiestan haber perdido peso en el último año, en promedio entre 8,5 y 8,9 kg. En el mismo estudio, 3,9% de las personas refieren haber incrementado su peso entre 5,2 y 6,4 kg. Las personas en pobreza extrema perdieron 9 kg y en este grupo, 86,3% manifiestan que sólo ingieren dos o menos comidas al día. (Cuadro 10).
En el Cuadro 11 se muestra que la pérdida de peso está asociada en alto grado con un conjunto de indicadores socioeconómicos, como se deriva del p-valor correspondiente a una prueba chi-cuadrado de independencia. En líneas generales, para todos los indicadores considerados se encuentra que el porcentaje de personas que manifiestan haber perdido peso en el último año, es siempre mayor en las categorías del indicador que lleva implicito mayor vulnerabilidad, como por ejemplo, más de 5 miembros en el hogar, quintiles más pobres, predomina el clima educativo bajo, la mayoría en pobreza extrema y en general ingieren menos de 2 comidas al día.
En esta pregunta prevaleció la no respuesta, solamente 519 entrevistados (8,1%) manifestaron haber padecido enfermedades relacionadas con el consumo de alimentos. En general predominaron las enfermedades gastrointestinales (parásitos, bacterias y virus) además en 2016 aparece la diabetes y la desnutrición, que revela el deterioro nutricional en las diferentes comunidades. En general la gastritis, parasitosis e intoxicaciones fueron las patologías más frecuentes (33%-14,5% y 13% respectivamente), pero con una incidencia menor que en 2015. (Cuadro 12).
El año 2016, estuvo marcado por una severa alteración en la adquisición de alimentos y en consecuencia en la perturbación del patrón de compra de alimentos mostrando una calidad baja y monotonía en la mayoría de los hogares, en particular de los pobres extremos, como consecuencia de la pérdida del poder de compra de los hogares debido a la alta inflación que afectó principalmente a los alimentos fuentes de proteinas animal y vegetal (15).
Ramirez et al en 2016 (14) encuentran que los patrones de compra de los venezolanos están asociados con el nivel socioeconómico y la densidad poblacional de la localidad de residencia de las familias. En la clase baja de ciudades de tamaño intermedio predomina una alta intención de compra de cereales y grasas, con una supresión importante de proteínas provenientes de carnes blancas y rojas, y de lácteos y derivados, y un bajo consumo aparente de frutas, hortalizas y leguminosas. Las clases media y alta no difieren sustancialmente en su intención de compra, mantienen una dieta más o menos balanceada pero con una reducción en la compra de hortalizas, frutas, leguminosa, leche y huevos. En consecuencia, el consumo en los hogares más en las ciudades pequeñas, pueblos y caseríos debido al panorama observado en 2016, debe estar muy comprometido, algunos en condiciones extremas de hambre crónica.
En presencia de esta escalada en los precios de los alimentos, los entrevistados tratan de buscar sustitutos más económicos, tal como se observa, en el incremento de la compra de tubérculos y hortalizas que ocupan el lugar de las proteínas de origen animal en años anteriores (8,9). Sin embargo casi la mitad de los entrevistados expresan que su alimentación es deficiente en calidad y cantidad.
En este último bienio, se reduce el porcentaje de hogares que pueden adquirir casi todos los rubros de alimentos, con excepción de las hortalizas y tubérculos, que la mayoría de los hogares incluyen en la lista semanal. Esta estrategia de supervivencia, se utilizó como sustitución del maíz y el trigo, que han venido presentando severa escasez y alza en los precios, y debido al estruendoso colapso de la red pública de distribución de alimentos con precios regulados y la derivación del acceso al sector informal con precios muy altos, imposible para el abastecimiento de los hogares pobres. (16).
Las nociones sobre la situaciòn de inseguridad alimentaria reportada por ENCOVI, asì como la situaciòn nutricional reportada en estudios anteriores, muestran como el patrón de alimentos podría asociarse con una tendencia al exceso en el estado nutricional de la población y puede decirse que el sobrepeso u obesidad reportado durante estos años y años anteriores por otros estudios en Venezuela esta asociado a la condición de vivir en un hogar con inseguridad alimentaria. De esta manera, los estudios de la caracterización de los hogares según su nivel de seguridad alimentaria o no, pueden definirse como una de las bases para estas interervenciones preventivas que pueden detener el daño implícito que conlleva una alimentación deficiente. (9,10, 17,18).
Estos hallazgos toman especial importancia, en el àmbito de la epigenética nutricional, debido a las exposiciones ambientales, en las cuales pueden estar inmerso el ser humano, pues es precisamente la alimentación adecuada o no, la que va a funcionar como un factor epigenético en la regulación de la expresión de los genes, asociados a la aparición de enfermedades tales como cáncer, diabetes, obesidad y síndrome metabólico lo cual va a depender de la etapa de la vida en la cual se produce la acciòn de estos factores (19). Por esta razòn, en los hogares donde habitan mujeres en edad fértil, su exposición a estas condiciones ambientales adversas, va a tener consecuencias negativas en la futura generaciòn.
Las recientes exploraciones y estudios científicos así como la interfase multidisciplinaria de trabajo, ha dado origen al concepto de que los alimentos son mas que un combustible o sustrato energético, sino que constituyen una exposición ambiental que puede modular la salud futura de las personas. Sobre la base de estos hallazgos, así como tambièn, debido a la necesidad de planificar intervenciones alimentarias, varios autores califican estas intervenciones como la -política molecular de comer- que incluye las nociones sobre responsabilidad individual y social, con la mirada en el bienestar futuro de la población. (20).
La situaciòn alimentaria de severas deficiencias de calorias y de nutrientes indispensable para la funcionalidad del organismo, condiciona gran vulnerabilidad e inestabilidad nutricional, que con el agravamiento de la crisis económica en nuestro paìs, ha incrementado la malnutrición por déficit. Tal como lo señala ENCOVI 2016, la pérdida de peso autoreportada, alcanza este año un promedio de 8,7 kg, cifra alarmante a pesar del error que puede representar un valor obtenido con este método.
En la antigua Unión Soviética, la hiperinflación que se produjo a principios de 1992, afectó el estado nutricional de los ancianos jubilados, la mitad de estos ancianos perdieron 5 o más kg en los 6 meses anteriores a la encuesta, 57% no tenía suficiente dinero para comprar comida y 39% necesitaron medicinas que no podían pagar (11). El impacto biológico de las crisis y emergencias alimentarias sobre el individuo, pueden lesionar la integridad física, la capacidad funcional y la psiquis de los individuos que sobreviven en estas condiciones con severas restricciones en la ingesta de alimentos.
La dificultad en el acceso a los alimentos, genera estrategias de supervivencia en las familias, quienes en principio privilegian la compra de productos que aportan calorías, -estrategia de ahorro energético-, luego reducen la porción de alimentos y finalmente terminan en situaciones sin comer algunas o ninguna de las comida diarias. En estas circunstancias surgen estrategias no convencionales, denigrantes de la condición humana, tales como, el uso de desechos de alimentos para alimentarse, debido a la situación de extrema pobreza (21).
Otro aspecto relevante del estudio es que 32,5% de los venezolanos realizan 2 o menos comidas durante el día, con una dieta de pocos alimentos, en la cual se han reducido o eliminado alimentos y preparaciones tradicionales tales como la arepa, el pabellòn, ente otros, lo que significa un cambio cultural inducido por una situaciòn polìtica (22). El momento del consumo de los alimentos es un comportamiento modificable que puede influir en la regulación de la energía y en consecuencia sobre el riesgo de padecer o no algunas enfermedades (9).
El desayuno es la comida que se redujo en la ENCOVI 2016, la disminución fue superior al 15% respecto al 2015, pero la proporción fue más alta entre la población en pobreza extrema. La omisión del desayuno, tiene consecuencias metabólicas negativas en el individuo, pues implica la utilización de las vías bioquímicas alternas para sustituir la ingesta de alimentos. Cuando esta situación se presenta de manera crónica, se instala el déficit permanente con las consecuencias conocidas en la disminución de la energía corporal, rezagos biológicos y fatiga crónica, que influyen de manera definitiva tanto en la productividad de la población, como en el desarrollo del país (23).
Se puede concluir que en Venezuela la población viene experimentando un proceso de adaptación lenta a una menor disponibilidad de alimentos y limitaciones en el acceso de los mismos, que ha dado origen a una serie de ajustes en la dieta, tales como, reducciòn en la cantidad de alimentos que se ingiere, eliminaciòn de comidas y sustituciòn de alimentos, entre otros. Esta lamentable situaciòn ha llevado a nuestra población a no poder disfrutar de “los tres golpes”, que en nuestra cultura culinaria se denomina popularmente las tres comidas diarias. De esta manera se establece una gran inequidad en la alimentaciòn determinada por el nivel social y se produce una violación sistemática del derecho a la alimentación que debe ser garantizado por el Estado venezolano (24,14).
Es importante considerar, que debido a la situación de escasez de productos y la inflación, las personas invierten mucho tiempo en procurarse los alimentos regulados, situación que contribuye en la reducción de la actividad física. (25). Tal como se observa en los resultados, los entrevistados dedican en promedio 53 minutos a la actividad física regular y 60% son sedentarios, además, el entorno con alta inseguridad, no favorece ejercitarse libremente a cualquier hora.
La pérdida de peso, que se venía observando en la población, se confirma con los resultados de la ENCOVI 2016, en promedio 8,7 kg. La pérdida de peso de las personas está asociado a un conjunto de indicadores socioeconómicos y es siempre superior en las categorías con mayor vulnerabilidad, como por ejemplo, más de 5 miembros en el hogar, quintiles más pobres, clima educativo bajo, pobreza extrema, hogares donde en general se ingieren menos de 2 comidas al día. La imagen de personas delgadas, pálidas y tristes, contrasta con los resultados de estudios anteriores, que mostraban una tendencia ascendente al sobrepeso y obesidad en la población como un signo de la transición alimentaria y nutricional. (26,27).
El hambre es uno de los factores que actualmente afecta el rendimiento escolar y es causa determinante del abandono de la escuela por los más pobres y de la baja productividad laboral, debido a que los trabajadores no puede cubrir sus necesidades básicas de alimentación lo que afecta en forma negativa la productividad. Un hecho muy revelador de la crítica situación alimentaria que se padece, es el número cada vez mayor de personas que sin ser indigentes, buscan comida en los desperdicios de los condominios y restaurantes (2, 28).
Las fortalezas y aplicaciones prácticas de las encuestas de calidad de vida poblacional, orientarán específicamente el conocimiento de la realidad y del nivel de vulnerabilidad de la población, estableciendo una línea de base, un punto de partida sobre el cual trabajar para mejorar y prevenir el deterioro de la población estudiada (29). Para el caso que nos ocupa en esta encuesta, se trata de prevenir el daño que una alimentación deficitaria pueda ocasionar en la mayoría de los venezolanos, dado que tal como se ha referido, la alimentación es una exposición ambiental que de ser un estímulo positivo generará múltiples beneficios para la salud y el desarrollo del país. Con hambre no hay desarrollo posible, su solución, es una palanca indispensable para el anhelado desarrollo con rostro humano.
Recibido 14-10-2017
Aceptado 20-02-2018