La vulnerabilidad social y nutricional se ha venido incrementando en el país de forma impredecible. La súplica de la familia venezolana conmueve al no tener como afrontar la grave situación socioeconómica y de abandono en todos los ámbitos, deficiencias en los servicios públicos y la inseguridad que viene secuestrando la voluntad de los venezolanos. El acelerado deterioro de la situación de la salud, ha golpeado a la población más vulnerable y disparado la mortalidad infantil, la mortalidad materna, la morbilidad por enfermedades prevenibles, las endemias superadas han regresado, así como las enfermedades por estrés social y por falta de medicamentos. Las cifras de la morbilidad social crecen sin que se propongan medidas para detener el deterioro que en algunos de sus miembros, presenta niveles de degradación humana, nunca antes vistos en nuestro país. Las imágenes traumáticas de familias y niños alimentándose de desperdicios, muestran la precariedad social de muchos venezolanos que ante la imposibilidad de alimentarse buscan “como sea” algo que comer. Surge la pregunta ¿cómo puede degradarse a los pobres al nivel de no tener otra opción que comer desperdicios?. Para dar respuesta es importante analizar su origen. En nuestro país, en forma progresiva, se ha limitado la capacidad del ciudadano, para que a través del trabajo, pueda generar ingresos para vivir dignamente, más bien, se han conformado grupos de ciudadanos dependientes de las dádivas del estado mediante bonos y misiones, que los mantiene en la pobreza. La hiperinflación impide cubrir las necesidades básicas de las familias, situación que se complica ante el colapso de los servicios públicos de salud, agua potable, gas, electricidad y transporte, conforma un perfil de gran vulnerabilidad ciudadana. Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI 2017) más del 90% de los venezolanos se encuentran en pobreza y más de 60% en pobreza extrema. La alimentación ha perdido calidad, se consumen pocos alimentos en pequeñas porciones, que no cubren las necesidades nutricionales del grupo familiar, ni siquiera de los más pequeños. Esta crisis social hasta ahora indetenible, con índices de escasez entre 70% y 80%, hiperinflación y devaluación de la moneda en forma progresiva en los últimos cuatro años, ha provocado un verdadero deslave social. El empobrecimiento ha tenido consecuencia muy severas en la capacidad de sectores importantes de la población que se encuentran en niveles de subsistencia. Luego de varios años en estas condiciones de deterioro social, las consecuencias de daño irreversible comienzan a presentarse en los más vulnerables. El retardo de crecimiento moderado y severo por desnutrición crónica en menores de 2 años provenientes de hogares pobres, alcanza cifras de 21,6%, el riesgo de retardo 11,6% y la desnutrición aguda moderada y severa 6,2%, la mortalidad infantil aumenta a 18/1000 nvr y la mortalidad materna a 140/100.000 en 2016. La FAO en el informe de seguridad alimentaria 2018, señaló un aumentó de 5% a 11,5% de la población subalimentada en Venezuela entre 2016-2018. La compleja situación, se ha convertido en el reto más difícil de superar en la historia geopolítica, económica, de salud, asistencial y de alimentación y nutrición desde sus inicios como nación que ha sumido al país, en una emergencia humanitaria compleja.