En los últimos 20 años han ocurrido cambios que han impactado directamente en la calidad de vida y en la alimentación de la población, incrementando la prevalencia de subalimentados debido a la dificultad en la adquisición de alimentos en cantidad y calidad adecuada para cubrir sus necesidades. Se aplicó una encuesta entre los meses de octubre - diciembre de 2019, en 80 hogares, que participaron de manera voluntaria. El 75% de las encuestadas fueron mujeres solteras jefas de hogar, quienes percibieron mensualmente entre 3,2 a 3,8 $ de ingreso. En estos hogares el consumo más frecuente fue de 10 alimentos, entre ellos, sal, azúcar, café, harina de maíz, aceite, margarina y arroz, en menor cantidad, los alimentos fuente de proteínas animal y alimentos ricos en vitaminas y minerales como frutas y vegetales. Además 59,2% de las familias reportaron haber reducido el número de comidas, el tamaño de las raciones y algunos de los adultos dejaron de comer para alimentar a los niños. La mayoría de los entrevistados no pudo cubrir la alimentación y la deficiencia de servicios básicos, contribuyo agravar la situación. Se observó un estado de inseguridad alimentaria, alto desempleo, migración masculina, bajo nivel educativo, CLAP irregulares, alta vulnerabilidad de inseguridad alimentaria, en hogares con jefes de hogar mujeres. Es indispensable rediseñar las políticas sociales y de seguridad alimentaria enfocados a estimular el empleo, la capacitación, mejorar los servicios, el ingreso, la disponibilidad y el acceso a los alimentos, la calidad de vida y la salud de las personas. An Venez Nutr 2020; 33(2): 133-140.
Palabras clave: Consumo de alimentos, seguridad alimentaria, hogares, derecho a la alimentación.
In the last 20 years there have been changes that have directly impacted the quality of life and the diet of the population, increasing the prevalence of the undernourished due to the difficulty in acquiring food in adequate quantity and quality to meet their needs. A survey was applied between the months of October - December 2019, in 80 households, which participated voluntarily. 75% of the surveys were single women heads of household, who earned between $ 3.2 and $ 3.8 in monthly income. In these households, the most frequent consumption were 10 foods, among them, salt, sugar, coffee, corn flour, oil, margarine, and rice, in less quantity, sources of animal proteins and foods rich in vitamins and minerals such as fruits and vegetables. Furthermore, 59.2% of the families reported having reduced the number of meals, the size of the portions and some of the adults had stopped eating to feed their children. Most of the interviewees could not cover food security and the lack of basic services, contributed to aggravating the situation. A situation of food insecurity, high unemployment, male migration, low educational level, irregular CLAP distribution, high vulnerability of food insecurity, was observed in households with female heads of household. It is essential to redesign social and food security policies focused on stimulating employment, training, improving services, income, availability and access to food, quality of life and people’s health. An Venez Nutr 2020; 33(2): 133-140.
Key words: Food consumption, food security, households, the right to food.
Correspondencia: Yadira Vera: yvera@fundacionbengoa.org
Alimentarse con dignidad, es un derecho humano, que para su disfrute requiere que el individuo reciba un salario que le permita comprar suficientes alimentos no tan solo para la prevención del hambre, sino también para asegurar la salud y el bienestar. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (1), refiere que 816 millones de personas a nivel mundial están subalimentadas, de estos 770 millones están en África y Asia, mientras que, en América del Sur vive 68% de las personas subalimentadas de América Latina.
En Venezuela la prevalencia de subalimentados se cuadruplicó de 6,4% entre 2012-2014 a 21,2% entre 2016-2018. Este incremento está relacionado con la elevada inflación del país y el deterioro del PIB que pasó de estar -3,9% en 2014 a -25% en 2018 (1).
Según Caritas 2020, 46% de los hogares reportan que su alimentación se ha deteriorado, 57% ha incurrido en privación alimentaria, tales como, 27% a la mendicidad, 42% ha rebuscado alimentos en la calle para poder comer, mientras que, 35% ha consumido alimentos que preferiría no haber comido (2).
En el Estudio Nacional de Condiciones de Vida 2020, la pobreza de ingreso aumentó a 96,2% y la pobreza multidimensional a 64,8%, inflación de 3.365% y, 79,3% de los venezolanos no tienen cómo cubrir la canasta de alimentos debido a que percibe 0,72 $ de ingreso promedio diario. Venezuela es el país más pobre y el segundo más desigual de América Latina, con niveles de pobreza de 76%, semejante a Nigeria, Chad, Congo y Zimbabue (3).
Caritas Venezuela, en el boletín epidemiológico 2020, informa que 39% de los 1.084 hogares encuestados no pudieron comprar alimentos CLAP en el último mes. En cuanto a la seguridad alimentaria, 19% de los hogares consumen proteínas, pero los alimentos más consumidos son cereales (71%) y leguminosas (69%) (4).
La incapacidad crónica para conseguir alimentos en cantidad y calidad adecuada para cubrir las necesidades biológicas fundamentales conduce al deterioro del estado de salud física y mental lo cual afecta negativamente el desarrollo integral del país, con un compromiso importante de la calidad de vida de las personas, en especial de los grupos socialmente más vulnerables (5).
El objetivo de este trabajo fue obtener información sobre el consumo de alimentos, la seguridad alimentaria y las condiciones socioeconómicas en dos zonas del oriente del país.
La encuesta se aplicó entre octubre y diciembre de 2019 en 80 familias, 43 en una zona rural (ZR) y 37 en la zona urbana pobre (ZUP) en el oriente del país. Se trata de una investigación descriptiva de corte transversal, los entrevistados participaron de forma voluntaria y con el compromiso de la confidencialidad de la información. Siete promotores comunitarios previamente capacitados, realizaron las entrevistas.
El instrumento contenía variables relativas a las características de la vivienda, calidad de los servicios, el nivel educativo, la actividad económica, los programas sociales, asimismo, una encuesta de consumo y de seguridad alimentaria. Se utilizó una frecuencia de consumo de alimentos, con la cual se obtuvo información cuantitativa del consumo de alimentos la semana anterior a la encuesta. Los resultados se expresan como grupos de alimentos proteínas, carbohidratos, frutas y vegetales, grasas y misceláneos del grupo familiar.
Los resultados se presentan en cuadros de frecuencias y figuras, los cuales muestran el comportamiento de las variables involucradas de acuerdo con la ubicación rural (ZR) y urbana pobre (ZUP). De esta manera se logra una aproximación en algunos de los factores involucrados en la alimentación, nutrición y seguridad alimentaria en este grupo de familias en ambas localidades.
En ambas zonas la mayoría de los informantes fueron mujeres (75%) y la edad de los encuestados en la ZR se ubicó entre 30-39 años y la ZUP entre 50-87 años. En ambas localidades, predominaron los solteros (62,2% a 69,8%), pero en los jefes de hogar hay más mujeres solteras entre 20 y 40 años. En la ZR 46% de los informantes se identificaron como descendientes de la etnia Cumanagotos (Cuadro 1).
La composición del hogar varío desde 44,2 % con 1 a 4 miembros en la zona rural hasta 53,5% con 5 a 8 miembros, mientras que en la zona urbana pobre (ZUP), los porcentajes son menores y van desde 48,7% a 43,2% respectivamente. En cuanto al número de niños en la zona rural 67,5% tenían de 1 a 3 niños, 27,9% de 4 a 6 y 4,6% de 7 a 9, mientras que, en la ZUP 73% de los grupos familiares tenían entre 1 a 3 niños, 21,6% de 4 a 6 niños y 5,4% entre 7 a 9 niños (Cuadro 2).
El nivel de instrucción de los encuestados de la ZUP es más alto que en la ZR, encontrándose en estudios de secundaria completa (54% vs 21%), técnico medio y superior (13,6% vs 6,8%) y universitarios (16,2 vs 11,7%) (Cuadro 3).
En cuanto a la actividad económica, en la ZR 53,5% de las personas realizaron actividad productiva que le generó ingresos, de estos 25,5% trabajo por cuenta propia y 18,6% tuvo empleo en el sector público, de estos, 76,7% recibió como pago mensual 1 sueldo mínimo (1,7$) y tan solo el 37,2% tuvo beneficios adicionales. El 46,5% de los jefes de hogares tuvo entre 3 a 5 miembros que dependen económicamente de su ingreso mensual.
En la ZUP, 51,4% fueron desempleados y 48,6% están empleados. Solo 32,4% de los informantes percibieron beneficios laborales como seguro, vacaciones o política habitacional. El 83,8% de los encuestados de la ZUP percibieron 1 sueldo mínimo (1,7$). El porcentaje de personas dependientes es alto 7,9% de los jefes de hogar, tuvieron entre 3-5 miembros y 24,3% más de 5 miembros de la familia que dependieron del jefe de hogar (Cuadro 4).
En general estas zonas presentan deficiencias importantes en los servicios públicos. En la ZR 46,5% de los informantes recibió el suministro por medio de cisternas, mientras que, en la ZUP la provisión fue a través de acueducto en el 78,5%. En la disposición de agua servida en la ZR la mayoría tuvo letrina o pozo séptico (65,2%) y en la ZUP 81,1% dispuso de inodoro o poceta conectado a sistema de cloaca (Cuadro 5).
En las características de las viviendas, se encontró que tanto en la ZR (58,1%) como en la ZUP (67,6%), la mayoría de las viviendas fueron propias pagadas o pagando el crédito, sólo el 10% ZUP fueron alquiladas y en ZR 30,2% tienen préstamos. En los materiales del techo predominan láminas metálicas y asfáltica, solo 9,3% son de platabanda o tejas en la ZR mientras que fue de 24,5% en la ZUP. En general la calidad de la vivienda fue mejor además en la ZUP, en los materiales de las paredes y pisos.
De los hogares encuestados solamente 13,5% en la ZUP y 9,3% en la ZR, tienen vehículo propio. Cuando requirieron atención médica, el 90,6% en la ZR y el 83,8% en la ZUP asistieron al hospital público o ambulatorio.
El patrón de consumo diario en ambas localidades lo integraron diez alimentos. Los alimentos con mayor consumo en ambas localidades fueron la sal, el azúcar y el café. En la ZR, en orden de frecuencia aparecieron la harina y/o masa de maíz, el ají dulce, aceite, arroz, margarina y pasta y en último lugar el queso, única fuente de proteína animal que solo se reportó en 6 hogares en la ZR. Mientras que, en la ZUP, la harina y/o masa de maíz ocupó la cuarta posición (20 familias), y siguieron en orden de frecuencia el ají, único aliño, aceite, arroz, margarina, pasta y el queso única fuente de proteína animal solamente en 4 hogares (Figuras 1 y 2)
La frecuencia mostró que el consumo de proteínas de origen animal en la ZR, se concentró en el queso 21,1%, leche líquida 11,8%, huevos de gallina 11,5% y sardinas frescas 9,3%. En la ZUP, hubo mayor variedad, queso (32,4%), sardinas frescas 29,8%, leche líquida 9,5%, carne de pollo, carne de res y huevos 8,1%. Con relación al consumo de alimentos fuente de carbohidratos en la ZR se observó el predominio de la harina de maíz 60,2%, arroz 55,8%, pasta 27,8%, pan 14% y plátano 10,8% por último tubérculos 8,1%. La ZUP mostró un consumo semejante, dominado por los carbohidratos procesados como harina de maíz 81,1%, arroz 59,5%, seguido del casabe 37,8%, pan 16,3%, pasta 13,5% y tubérculos 9,4% (Cuadro 6 y 7).
En el caso particular de las frutas y vegetales en ambas zonas se encontró un elevado consumo de aliños como ají (ZR 60,5%; ZRP 29,8%) y cebolla (ZR 34,8%; ZRP 16,2%), sin embargo, la ingesta de frutas se limitó a lechosa y cambur en mayor proporción en la ZUP 13,5% que en la ZR 7%. En el grupo de grasas se encontró que el mayor consumo fue de aceite vegetal tanto en la ZR 95% como en la ZUP 59,5%, a pesar de su elevado costo. La margarina fue consumida en mayor porcentaje en la ZUP 56,8% que en la ZR 25,5%.
El grupo de los misceláneos reflejó un notable consumo respecto a los demás grupos, la sal en la ZUP 100% y ZR 83,6% de consumo, mientras que el café (ZR 62,8%; ZUP 78,4%) y el azúcar (ZR 65,1%; ZUP 81,1%) muestran porcentajes similares. Sin embargo, se evidenció que es más consumido el café y el azúcar en la ZUP.
En la ZR el 67,4% de las familias contó con recursos para adquirir alimentos, mientras que, el 54,1% de la ZUP expresó no poseer los recursos para adquirirlos. En cuanto a la reducción de la cantidad y variedad de alimentos, el 79% en la ZR y en el 81,1% de la ZUP reportó disminución de la calidad de su dieta, por su parte, al consultar el número de comidas realizadas al día, en la ZR el 53,5% y 64,9% en las ZUP expresó que realizaron dos o menos comidas al día. El 76,8% de los informantes en la ZR y el 97,3% en la ZUP expresaron no recibir el beneficio de la caja o bolsa CLAP en sus respectivas comunidades. (Cuadro 8).
Estas comunidades presentan alta vulnerabilidad socioeconómica y en su seguridad alimentaria. Los hogares no perciben ingresos para comprar los alimentos indispensables para una alimentación adecuada. Además, se constatan factores agravantes de la situación alimentaria, tales como, la mayoría de las jefes de hogar son mujeres, bajos ingresos, nivel educativo bajo, alto nivel de dependencia económica en los hogares, deterioro en los servicios públicos, mayor inseguridad alimentaria en la ZR y un patrón de alimentación semejante, donde predomina el grupo de los cereales con muy bajo consumo de los otros grupos, lo que revela una diversidad de la dieta muy comprometida.
El patrón de consumo no garantiza una alimentación adecuada, es una dieta de sobrevivencia, donde se priorizan las fuentes de calorías y se pierde el equilibrio en cuanto a las fuentes de minerales y vitaminas y de otros macronutrientes. El consumo de proteínas animal es muy limitado, igualmente las frutas y vegetales. Esto significa que la familia no puede acceder a una alimentación mínima necesaria debido a los altos precios de los alimentos, por lo tanto, se recurre a estrategias para rendir los alimentos, en perjuicio de la calidad y la variedad (5).
Las políticas desacertadas se perpetuaron en el tiempo y se afectó la producción de alimentos, se incrementaron los controles y el país entro en recesión económica e hiperinflación, reducción del poder adquisitivo de la familia, que no puede acceder a una alimentación adecuada, debido a los altos precios de los alimentos. La deficiencia en la dieta de los venezolanos se ha venido reportando desde 2013, cuando la disponibilidad de alimentos pasó de suficiencia plena de 118%, a un estado de insuficiencia crítica en 2018, donde solo cubrió el 59% del requerimiento promedio de 2300 calorías/persona/día para la población venezolana (6,7).
En estas comunidades, se observa cierta homogeneidad en las características de los encuestados ya que las condiciones investigadas afectan tanto el ámbito rural como el urbano, debido a los elevados índices de pobreza en el país. Este estudio, en pequeña escala, refleja el empobrecimiento generalizado, señalado por ENCOVI (3).
Las mujeres, madres jóvenes han tenido que asumir la responsabilidad del sustento del hogar y de la educación de sus hijos, la mayoría solteras entre 20 y 40 años. La migración masculina, se ha venido incrementando, debido a la precaria condición económica del país. Reportes internacionales, señalan que 5,4 millones de personas han migrado y continúan saliendo de Venezuela para huir de la violencia, la inseguridad y las amenazas, así como de la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales debido a la crisis (8).
Estas comunidades, padecen problemas complejos en los servicios de agua, gas y electricidad, que no satisfacen la demanda. Según el Programa Mundial de Alimentos (9) en 2019, el 25% de la población no cuenta con acceso a agua potable y la mayoría se ven obligados a utilizar estrategias como la compra del vital líquido en cisterna y agua embotellada. Además, es frecuente observar el uso de fuentes de agua no seguras.
El informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) (10), constata que la crisis económica y social se agudizó considerablemente entre 2018 y 2019 con el incremento de la inflación y la disminución de los ingresos públicos. Destacan la violación del derecho a la alimentación, debido a que actualmente el Estado no garantiza que la población no padezca hambre ya que la escasez creciente de alimentos y su precio cada vez más alto se han traducido en un menor número de comidas con menor valor nutricional.
De acuerdo con ACNUR (8), el Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura: reportó que 3,7 millones de venezolanos/as se encuentran en estado de desnutrición. Destaca que el pueblo venezolano no cuenta con las herramientas, mecanismos y políticas de estado acertadas que permitan garantizar Seguridad y en menor medida Soberanía Alimentaria.
ENCOVI 2019-20 (11), reporta inseguridad alimentaria (IA) en 97% de los hogares, de esta 33% es IA severa, debido a que concurre la angustia por la falta de alimentos y la falta de ingresos para proveer una dieta adecuada en cantidad y calidad. En los hogares del estudio la falta de ingreso fue determinante en la reducción en cantidad y variedad de la dieta, además el CLAP, de alimentos subsidiados, es muy irregular y puede llegar con una frecuencia desde mensual hasta cada cuatro a seis meses.
En esta encuesta, las familias reportan haber reducido el número de comidas, el tamaño de las raciones y algunos de los adultos han dejado de comer para alimentar a los niños. Esta situación sostenida en el tiempo repercute en la salud de la población. Caritas en 2020, registra 17,3% de los niños con desnutrición aguda, moderada o severa (2). Unicef (12) en el informe sobre Venezuela en octubre 2020, señala en 4.625 niños menores de cinco años, desnutrición aguda global (GAM) en 700 niños (15%), incluidos 184 (4%) con desnutrición aguda grave (SAM) y 516(11%) con desnutrición aguda moderada (MAM), información que no es estadísticamente representativa a nivel nacional y, por lo tanto, no refleja la situación del país.
El estado de nutrición adecuado es indispensable para alcanzar una sólida educación, ambos son fundamentales en el desarrollo de un país, su ausencia, refuerza el circulo de la pobreza y limita la capacidad de formación, el crecimiento económico y el ascenso social, a través de la educación, con impacto negativo en su desarrollo humano integral (11,13). Un impacto negativo en los niños es el incremento del retraso de crecimiento en talla, que en algunas comunidades alcanza el 30% (14).
Doyce et al 2019 (15), señalan que en Venezuela es imposible realizar evaluaciones nacionales, pero que las tasas de prevalencia de desnutrición aguda en niños menores de cinco años de comunidades vulnerables monitoreados por Caritas y la Fundación Bengoa superó el 15% en 2017/18, así como también, las encuestas nacionales en este periodo concluyen que la inseguridad alimentaria es generalizada, ambos resultados son indicativos de una emergencia según los estándares internacionales.
La aproximación a estas comunidades, deja un testimonio, de la difícil situación que padecen muchos venezolanos en la zona del oriente del país, donde el acceso a los alimentos está muy comprometido por la falta de ingresos, disponibilidad insuficiente y crisis en los servicios públicos. En estas comunidades no han llegado las ayudas humanitarias, sólo el trabajo de algunas organizaciones de la sociedad civil, proveen algunas ayudas para mitigar el hambre. Los relatos son muy dolorosos y claman por un horizonte de soluciones dignas.
Recibido: 20-12-2020
Aceptado: 18-12-20218