El panorama de la malnutrición en el mundo es lamentable, en la actualidad afecta a una de cada tres personas, lo que revela la magnitud de esta sindemia que viene generando grandes desequilibrios y se incrementa a pesar de los esfuerzos dedicados a su atención. No se trata sólo de alimentos para todos, sino que en ella se conjugan múltiples y complejos factores en entornos nada amigables.
La malnutrición adopta diferentes formas: peso bajo al nacer; desnutriciòn (insuficiencia ponderal, retraso de crecimiento y emaciación), carencia de micronutrientes; y sobrepeso y obesidad. El retraso de crecimiento en los menores de cinco años resume la magnitud del fracaso del crecimiento en los primeros 1.000 días y el impacto de la desnutrición infantil en entornos físicos, económicos, sociocultural y políticos vulnerables. Las consecuencias de la malnutrición durante los primeros 1000 días de vida, demarca el mapa epidemiológico en cuanto a los riesgos e incrementa la morbilidad y mortalidad, pero además deja una huella indeleble en el desarrollo humano, ya que limita el crecimiento físico y mental de los niños a niveles muy inferiores a su pleno potencial genético, con consecuencias importantes durante toda su vida. Estas formas de malnutrición si bien afectan a todos los países, el mayor costo lo tienen los países en desarrollo y pueden coexistir en la familia, la comunidad y los individuos.
Del número total de personas desnutridas en 2020 (768 millones): 282 millones viven en África, 418 millones viven en Asia y 60 millones viven en América Latina y el Caribe, en especial en los países de ingresos bajos y mediano. La falta de servicios públicos como viviendas adecuadas, agua potable y una infraestructura de desechos y saneamiento, que caracteriza a las zonas con mayores privaciones, son factores que contribuyen con una mala nutrición. Además, las carencias de micronutrientes de hierro, vitamina A y yodo a los cuales se suman las carencias de vitamina D y vitamina B12, folato, calcio y zinc complican el estado nutricional en las poblaciones más vulnerables. En el otro extremo, el sobrepeso y la obesidad están aumentando con rapidez y afectan a todos los países. En 2016, más de 1900 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones eran obesos. El 39% de las personas adultas de 18 o más años tenían sobrepeso, y el 13% eran obesas. Estas tasas crecientes son los aceleradores del incremento de las enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación, como el cáncer, la cardiopatía coronaria y la diabetes y el incremento de la mortalidad por estas causas.
En la transición alimentaria, los hábitos dietéticos mundiales han cambiado, con una velocidad muy alta, que en las últimas décadas han generado modificaciones en el patrón de consumo y en la percepción de los consumidores sobre los alimentos saludables. Estos cambios se vienen dando como consecuencia de la globalización, la urbanización, el crecimiento de los ingresos, la publicidad agresiva de la industria de alimentos y las debilidades de los estados para vigilar que se cumpla con las normativas establecidas para la protección de los consumidores. Además, la población está experimentando de espacios alimentarios con nuevos alimentos, ampliando sus posibilidades de elección y diversificando sus hábitos dietéticos en sentidos tanto positivos como negativos.
En este amplio panorama persiste gran inequidad entre países y dentro de un mismo país, de modo que además de los incrementos experimentados en las distintas formas de la malnutrición también se han ampliado las brechas entre los habitantes de un mismo país.
El informe elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) el 06/07/2022, describen un panorama desalentador:
En palabras de la Señora Catherine Russell, Directora Ejecutiva de UNICEF: “La magnitud sin precedentes de la crisis de malnutrición requiere una respuesta sin precedentes. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que los niños más vulnerables tengan acceso a dietas nutritivas, inocuas y asequibles, así como a servicios de prevención, detección y tratamiento tempranos de la malnutrición. Con la vida y el futuro de tantos niños en juego, este es el momento de intensificar nuestra ambición por la nutrición infantil; no podemos perder el tiempo”.
¡La deuda social se incrementa y reclama soluciones urgentes!
Maritza Landaeta-Jiménez
Editora