Editorial

Una mirada desde los riesgos a las intervenciones

A look from risks to interventions

https://doi.org/10.54624/2024.37.2.001

La desnutrición continúa afectando a la población en América Latina, en especial a los niños menores de cinco años en las zonas más desfavorecida. La Organizaciòn Mundial de la Salud (OMS) ha expresado preocupación por la cantidad de niños que sufren desnutriciòn aguda y retardo de crecimiento. Estos niños sobrevivientes de desnutriciòn presentan riesgos en su desarrollo cognitivo y aprendizaje, así como también, de enfermedades no trasmisibles en etapas posteriores de la vida.

América Latina y el Caribe es la región del mundo donde es más caro comer saludablemente. Hoy en día, la dieta en la región cuesta en promedio 4,08 dólares diarios por persona frente a la media mundial de 3,66 dólares diarios. El costo más alto se atribuye a la inflación alimentaria impulsada por interrupción en la cadena de suministro mundial, el aumento en los alimentos debido a la crisis de los precios y de los combustibles causada por el conflicto en Ucrania, las secuelas de la COVID-19 y la escasez de recursos humanos. Esta situación ha incrementado la desigualdad y la pobreza en las poblaciones vulnerables, las cuales destinan un mayor porcentaje de ingresos para acceder a una dieta sana.

En este sentido, la desnutrición en la infancia es una consecuencia de esa pobreza. Por lo tanto, predecir el desarrollo futuro del niño, después de una desnutrición, se dificulta por la concurrencia de múltiples factores de confusión que dificultan individualizar el análisis. Las redes que vinculan la desnutrición con el desarrollo neurológico, la cognición y la salud mental se han identificado. Sin embargo, cada vez hay más evidencias de las interacciones de los factores médicos, alimentarios, nutricionales y sociales como desencadenantes de los impactos tempranos de la desnutrición, relacionados con peores resultados académicos, cognitivos y conductuales en comparación con sus pares bien nutridos.

Igualmente, estudios en desnutridos, en etapas tempranas de la vida, demostraron que estos niños tuvieron un peor desempeño escolar/académico en la infancia y la adolescencia en comparación con los controles. También se ha encontrado asociación entre la exposición a la desnutrición en la niñez y el aumento de problemas de conducta, de autoestima, trastornos de la personalidad, déficits de atención y moral baja. Las evidencias confirman los efectos de la desnutrición en el menor desarrollo físico y funcional en etapas tempranas de la vida, al mismo tiempo que se proponen intervenciones que pueden contribuir a disminuir los riesgos.

Aun cuando, los riesgos de la desnutrición en la población de bajos y medianos ingresos, en entornos de pobreza, de inseguridad alimentaria y con servicios social y de salud deficientes son mayores. La buena noticia es, que son susceptibles de intervención para lograr en el mediano plazo estimular el desarrollo cognitivo, el rendimiento escolar y la salud integral, mediante estrategias orientadas al fortalecimiento del patrón de crianza, la estimulación temprana, la escolarización segura, la alimentación escolar, el fin del trabajo infantil y la protección de la salud integral hasta la adolescencia. Dichas intervenciones deben formar parte de las políticas para enfrentar eficientemente la pobreza, debido a que es la pobreza el factor principal de la desnutrición. Los responsables de las políticas públicas deben incorporar estas intervenciones con la mirada puesta en las poblaciones vulnerables para conseguir elevar su desarrollo humano y bienestar.

Maritza Landaeta-Jiménez
Editora de Anales Venezolanos de Nutrición